Bolazos para
gente seria y viceversa
Federico Rodrigo
IV
Agradezco y dedico:
A mi esposa e hijos, que no se interesaron en mi pasatiempo.
Sin el desafío de quedarme solo, este
libro no hubiera sido posible.
Y a Nelson Mega Font y demás compañeros de viaje.
El paisaje existe sólo cuando se
comparte.
Es difícil clasificar mis cuentos, por suerte no me compete hacerlo.
Habiendo tenido una vida simple y feliz los escribí según necesidades
momentáneas, tratando de resguardar las posibilidades del lector tanto de
permanecer en la silla de la lógica como de volar por los cielos que vislumbre.
Sí hube de buscar un criterio para presentarlos y elegí el cronológico.
No el de sus concepciones sino el de sus marcos temporales. Como si en ese
simbólico década de los ochentas en que los fecho, me hubiese detenido a mirar
lo que ocurre, de dónde venimos y lo qué pasará.
Son tan antojadizos como mi voluntad de hacerlos pero los he vivido
muchas veces y acaso eso sea lo único que deba exigírsele a un autor.
Las visitas del
marqués
A ver, esperen un poco. Cómo les digo. Es al norte, cerca de la frontera
con Bolivia. En el departamento de Santa Catalina, aunque yo soy catamarqueño.
Supongo que seguirá igual, nunca más tuve noticias. Lo cierto es que había una
fábrica grande que le daba de comer a todos. Básicamente producía caños
industriales. Estaba en expansión y habían comprado un avión para colocar
mercadería más lejos. Cuando publicaron que necesitaban un piloto con licencia
habilitada me postulé, y así fue como llegué hasta allí.
Sí, así está bien. Lleno no, gracias.
El avión era un DC3 con problemas que nunca llegó a la guerra. Estuvo
mucho tiempo arrumbado y no sé cómo entró al país, pero un contrabandista lo
arregló como pudo y lo usó hasta que se lo decomisaron. Luego volvió a quedar
parado hasta que salió a remate y la fábrica lo compró. Eso oí. Al principio me
permitieron un vuelo corto para conocerlo, y al aeródromo, pero después me
aburrí como un hongo. Debo haber pasado tres o cuatro meses esperando que
saliera un viaje. Conocí al personal, lo que fabricaban, escuché las
aspiraciones del dueño. Buena gente. Y recorrí el pueblo y sus alrededores;
aceptable para estar unos días. Me alquilaban una pieza en la única pensión,
como a otros contratados. Lo que se dice una cucha decente. Para mí alcanzaba
porque no había llevado casi nada. Y el baño compartido tampoco me preocupaba
porque no tenía horario fijo. La comida era muy buena, casera. Como todo lo
demás, lo arreglaba en los lugares posibles, en un pueblo que se recorría a pie
y sin fatigarse. Nunca fui exigente, con llenarme bastaba para ir tirando. Lo
único era el teléfono. Había dejado una novia en San Fernando, donde vivía
antes. Nos abrimos cuando yo fui por el empleo y ella, posteriormente, a
trabajar en Capital. Pero yo todavía conservaba la esperanza de traerla conmigo
si las cosas prosperaban. Por eso el teléfono era un suplicio. Sonaba y sonaba
interminablemente hasta que la dueña, una vieja, o el hijo, un vago, lo
atendían. Después había que esperar a qué puerta tocaban. Al menos el correo
era mudo, había o no carta pasada bajo la puerta. En fin, no los voy a
entretener con insignificancias. Es sólo para que comprendan lo poco que fui
hasta aquel quinto vuelo. O si prefieren, el último.
Sí por favor, es lo que me mantiene.
Recuerdo haber llegado al aeródromo siendo noche cerrada. Me gustaba salir
del pueblo dormido al campo negro y perfumado. Es otra forma de ver el cielo.
Luego sí, estar en el aire antes que el sol, tener la sensación de ser lo único
allá arriba. ¡Qué tontería, ¿no?! Me quedé un rato fumando en el portón, sin
luna todo parecía más pobre todavía. Apenas unas luces de mercurio en el
edificio principal, los hangares y la bomba. Y por supuesto, la roja de la
antena marcando la altura por obligación. La ventana de la oficina estaba
iluminada, el despachador ya tendría todo dispuesto. Era un bicho nocturno y
nos cruzábamos a esa hora, yo levantado y él sin acostarse. Y en la pista -un
eufemismo porque no dejaba de ser un camino de tierra apisonada- el avión como
un perro echado que olfatea a lo lejos. Pero era mi perro y yo el suyo, lo
único que teníamos. En tierra no éramos nada, pero volando la vida tenía
sentido. Así que cerré el portón y me fui a hacer el papeleo.
Sí, ya voy. No se preocupen.
Había llovido y la visibilidad era muy buena. Sólo nosotros y las
cumbres estábamos al sol, el resto era penumbra azulada. Iba al norte, a Sucre.
Me serví lo que hubiera sido mi primera taza de café y eso es todo, nada más
quedó del hombre que fuera. Soy como mitades de películas diferentes que un
capricho empalmó por la mitad. No se sabe cómo termina la del piloto ni cómo
empezó la de este borracho caribeño. El tránsito entre una y otra, es un
espacio que no sé precisar.
Gracias. No, nunca es suficiente.
Llevaría más o menos media hora de vuelo y estaba a punto de sorber el
café, cuando lo vi. En el horizonte, sobre la cordillera. Parecía quieto, a
poca altura. Un objeto extraño que resplandecía. Había oído hablar de esas
cosas sin inquietarme, las consideraba leyendas de la profesión. ¡Se me vino
encima en un abrir y cerrar de ojos! Debió ser a una velocidad vertiginosa. Me
succionó como a una pluma y les juro que nunca sentí un dolor tan intenso. La
cabeza me estallaba en miles de luces. Después… no sé cuánto demoré en
despejarme. Tenía consciencia de estar inclinado hacia adelante y de lado. Y
poco a poco fui entendiendo lo que me rodeaba. Estaba suspendido en un mar de
hojas donde resultaba imposible orientarse. Me quedaba la cabina y poco más, y
yo seguía en mi asiento mirando por el parabrisas como si eso tuviese algún
sentido. Sabía que debía moverme, que no podía quedarme ahí indefinidamente,
pero me aterraba no ver el fondo. Uno no piensa que un lugar así pueda existir
hasta que cae en él. Estaba en otro mundo, a una descomunal distancia de todo
lo que conocía. Entonces, como recuperada del susto, la selva comenzó a tener
vida a mi alrededor y me animé un poco. Chillaron unos monos relativamente
cerca y los encontré. No eran muy grandes aunque había muchos y estaban por
todas partes. Me enseñaban los dientes. ¿Sorpresa, furia, conversaciones,
burlas? Cualquier cosa podía provocarles mi presencia. Oscuros, de colas muy
largas, excepto uno que parecía albino y me miraba con atención. En otra
circunstancia hubiera dicho que era un muchacho desnudo. Corrí la ventana y les
grité, tanto así era mi desesperación. Se callaron, se fueron, no sé. Con la
resignación de los perdidos salí por la ventana tratando de sujetarme de algo y
caí aplastando un ramerío blando que me dejó donde quiso. No había cielo, sólo
una luz verdosa y propia que parecía empozada. El mono diferente se había
quedado por allí cerca y avancé siguiendo su referencia. A veces desaparecía
entre las ramas, a veces yo tropezaba. Caía y me levantaba mojado sin saber
nunca lo que pisaba. No sé cuánto estuve dando tumbos hasta que la luz se fue
haciendo más clara...
Mejor que se sirvan ustedes también.
No espero que me crean, pero desemboqué en un claro limpio,
perfectamente delimitado y hasta con césped… ¡donde había una casa de dos
plantas! Por un instante creí que alucinaba. Por la descripción, otros turistas
me dijeron que corresponde al estilo colonial español con influencias árabes.
¿Qué tal? ¡Qué sé yo, no entiendo nada de esas cosas! En fin, poco importa.
Cómo sería que antes de llamar la circunvalé un par de veces. Tenía terraza y
hasta garaje. Los matorrales de hortensias no me dejaban pegarme a las paredes
pero la recorrí despacio viendo ventanas y puertas. No daba la impresión de
estar abandonada, al contrario. Simplemente no había nadie a la vista, ni
siquiera una mascota. Porque bien podía tener perros o gatos que no me
sorprendería más. Lo inexplicable no estaba hacia adentro sino hacia afuera. No
había forma de salir, la selva la encerraba a cal y canto. Ninguna vereda la
conectaba al resto del mundo, ni siquiera tenía una antena o un manojo de
cables. Silenciosa e impecable, eso me pareció pese a la rareza del caso. Usé
el llamador de la puerta principal y casi enseguida me atendió una mujer
hermosa en el esplendor de la madurez. Apenas le conté del accidente puso cara
de delicioso asombro y con modales refinados me invitó a pasar al recibidor. Di
unos pocos pasos y me quedé tieso dado el deplorable estado en que me
encontraba. Me dijo que no me preocupara, que el marqués se ocuparía de mí. De
hecho debía disculparla porque estaba por llegar y tenía que terminar de
arreglarse para recibirlo. Le hubiera preguntado cómo llegaría el susodicho
pero me aturdía tanta novedad. Las paredes a mi alrededor estaban recubiertas
de cuadros con fotografías de personas. Ropas, edificios, automóviles,
personalidades… Eran acontecimientos sociales de una estrella de cine europea
de los años veinte, una mujer muy parecida a la que me recibiera. A través de
la arcada se veía parte del mobiliario señorial del comedor, me asomé y allí
estaba. En la pared principal, un magnífico retrato al óleo de la mujer. Se diría
que la dueña de casa había posado con vestido y joyas de época, pero la pintura
tenía el avejentamiento lógico. El parecido era tan extraordinario que tenían
la misma edad, el mismo lunar en la comisura de la boca… Por fin llamaron a la
puerta y bajó presurosa abultándose el peinado mientras me sonreía. No bien
hubo abierto frustró el beso que le destinaban colocando graciosamente los
dedos sobre la boca del visitante y señaló en mi dirección. “El señor tuvo la
desgracia de accidentarse aquí cerca”, dijo, y me presentó a un marqués de
impronunciables apellidos. El hombre de edad indefinida, y ataviado con una
incierta gala militar, vino directo hacia mí. Inútil fue que extendiera la mano
para saludarlo, porque la suya rozó mi rostro y me desvanecí por segunda vez.
Luego, quién sabe cuánto tiempo después, desperté en un banco de la plaza que
está aquí cerca. Dije quién era y lo que me había sucedido, y desde entonces
estoy abandonado en este bodegón contando mi historia por unas monedas.
¿Me compran otra botella?
Ventana
al campo
Traía una caja incómoda que apenas le permitía ver por dónde caminaba.
Ráfagas calientes de un invierno enfermizo lo cacheteaban haciéndolo
trastabillar y le enredaban partículas de polvo entre las pestañas y papeles
callejeros en los pasos. La humedad cultivaba lo peor de la ciudad; yuyos
peregrinos en las veredas, moho en las paredes leprosas, matas de hierba
invencible sobre los desperdicios acumulados... Las heces de los perros y la
basura arrinconada, todo estaba revenido esperando la lluvia que pasaba sin
caer.
Tropezó en un roto de baldosas y si no cayó fue porque golpeó contra un
paredón abollando la caja y dejando la sangre de los nudillos en otra mancha
que pregunta. No le importó, aunque ya no se lamía las heridas como de gurí
allá en el campo, ni estaba su madre para restarles importancia o su novia para
magnificarlas.
Unos muchachos o niños viejos y un gato tan asuciado como la tarde le
vieron entrar con dificultad por una puerta angosta y alta, de esas que parecen
rajar los cimientos de la ciudad. La pensión era un vestigio de la época de la
opulencia, su altísima claraboya filtraba una claridad lechosa que las maderas
engullían inmediatamente. Aún debía subir tres pisos por la estrecha escalera
pero la rancia penumbra estaba fresca. Fue pasando ante puertas indiferentes
hasta la última, la del altillo.
A la pieza la llenaban un camastro, un armario, una mesa y una silla, y
un caballete que él agregara. La única comodidad era una ventana que abría
sobre techos herrumbrados, hijos seniles del cielo y la tierra, bajo los cuales
dormitaba la quimera industrial. En las calles, invisibles desde allí, los
obreros vagabundeaban su miseria esquivando las quejas de las mujeres y los
juegos de los niños. Él hacía otra ventana, una por donde pudiera ver lo que
quería. ¿Llegaste?, susurró la voz anhelada.
Puso la caja sobre la mesa y abrió la ventana, el día malsano era
preferible. Enseguida se sacó la ropa, la sacudió afuera y la extendió sobre el
respaldo de la silla. Luego fue sacando lo que comprara; los víveres y el
paquetito del pincel y el pomo de óleo blanco. Puso el pincel con los otros en
el tarro de aguarrás y el pomo junto a sus exhaustos compañeros.
Sentado en el pretil con los pies al aire libre terminó de comer unos groseros
refuerzos de mortadela y queso mientras las palomas se disputaban las miguitas.
El poniente mentía los colores para que no se olvidara la esperanza antes de
que la noche en ciernes disolviera la fisonomía de la ciudad; ya otras luces
más pobres la despuntarían. Una vez asfixiados el cielo y el hambre, entró a
desperezarse y tomar un poco de vino de oferta. Oyó los gritos de una mujer
llamando al hijo rezagado y encendió la potente lamparilla blanca que
vivificaba la pieza.
Lo que naciera como un fondo miope de colores se había ido definiendo no
bien tuvo su horizonte de luz. Entonces sí, a grandes rasgos, pudo ver lo que
deseaba. Cuidadosamente fue afilando los detalles hasta que apareció la casita
de sus sueños con tocado de santarita, telón de arbolitos otoñales y un álamo
solitario para colgar la luna. Un ojo entrenado podría descubrir el galpón de
las herramientas y el aljibe para el agua. La bandera de la vida se izaba en
volutas de humo pálido que se esparcían sobre un cielo muy azul donde todo es
posible. Adelante, el camino de huellas que un perro recorría, se hundía y se
ensanchaba para profundizar la distancia. Y en primer plano, estaban las ramas
del árbol de su niñez.
De este árbol trabajaba la luz en las hojas cuando las palomas
arrullaron en el alféizar. ¿Qué son?, preguntó; palomas, le contestó. ¿Traerás
algunas?, quiso la niña que siempre jugaba en su cara; no, están sucias.
Adivinó la decepción en su silencio; ya tendrás tus propios pájaros. ¿Cuándo
vienes?; ¡pronto, pronto terminaré!
La lamparilla le sudaba la frente y la noche le erizaba la espalda. Hizo
un alto para desentumecerse y fue a la ventana para ver el cielo, el resplandor
de la ciudad lo arruinaba. ¡Cómo le hubiera gustado pintar los del campo, con
sus lunas límpidas derramando luz verdadera!
Pero es imposible, no hay pintor por bueno que sea capaz de reproducir
la lejana intensidad de las estrellas. Hay cosas que deben vivirse para que
recordarlas sea un consuelo. Volvió al trabajo.
La vocecita que arrumada modismos y promesas entonando arroyos y
casuarinas fue llenando de amor la pieza y él le respondía de vez en cuando con
su risa. Hasta que bostezó y tuvo conciencia de la hora, las palomas cloqueaban
la proximidad del alba. Tapó los pomos y metió los pinceles en el aguarrás,
bebió el resto de vino, se asomó a la ventana y orinó sobre los techos que
empezaban a espejar otro día. Lo constató tan sucio como todos y se acostó para
recuperar el calor de su infancia.
Tuvo un sueño que extrañaba una pérdida indefinida pero con soles de
todos los colores floreciendo una ciudad digna. Y con un tren al campo, a una
casita en que se cocían los pasteles. Un hogar que ella limpiaba cantando,
mirando cada tanto el camino por donde el perro iba sin ladrar todavía, al
árbol por donde él llegaría, quizás con unos pájaros de regalo.
La piscina de
los holandeses
Estimado, te sorprenderá que te escriba siendo que nos vemos con
frecuencia, ya que vienes a visitarme casi todos los viernes. Pero por favor,
ten paciencia.
Ni bien llegas sé si tienes algo nuevo que contarme pues reteniendo el
apretón de manos te burlas de mi cara. Que si cojea porque una patilla está más
corta o que hay sudestada según el remolino de mi coronilla, que el club de mi
bigote tiene otro adepto o que he soñado amores por lo quebrado de mi jopo. En
fin, que en ese momento queda implícito que viviremos otra de tus aventuras. Y
mientras vamos desarrollando la rutina de juntar las cosas, de mirar por la
ventana y de decidir sentarnos afuera, tu alegría sin embalse me palmotea donde
caiga, redescubre algún detalle de la casa y pasa revista al estado de mi
familia todo en uno. Es la convulsión por conquistar una mujer para ti recién
nacida el sesgo más definido de tu personalidad. Y el claroscuro bajo una
capelina o el contoneo de una falda en el trolley, un hecho nimio no importa
cual, es motivo más que suficiente para que salgas a tender la sutil
estratagema que la atrapará. Y ya por fin instalados en la terraza, mientras
fumamos en pipa y bebemos vermut, entre risas vas desarrollando los pormenores
que encarnan tu vivencia. Mas es imposible permanecer así porque gesticulas,
creces, respiras la acción que se corporiza, entretanto me voy sumiendo en la
más absoluta inmovilidad con que te atiendo.
Ya ves, en nuestra amistad tú eres el héroe y yo el historiador. Sí,
podría redecirte hasta en el más mínimo detalle, pero te resultaría insulso
puesto que no tengo tu gracia. Si te escribo es porque no puedes escuchar, tú
sólo entiendes a través de tus propias preguntas y éstas nacen del cómo lo
habrías hecho tú en ese mismo instante en que interrumpes. En esta diferencia
para ti incomprensible radica la esencia de la historia que tanto nos
obsesiona: la piscina de los holandeses. Yo sólo puedo ser el testigo que fui y
hasta aceptar que hay dudas que son eternas; tú, en cambio, te martirizas ante
la imposibilidad de matarla de una vez como a tus aventuras. Por eso hago de
cuenta que estás aquí, que he disfrutado de tu última conquista y que vuelto a
sentarte fumamos y bebemos en la terraza ya sin sombras, y que viendo el confín
del parque donde ahora los cipreses tienen claros y ramas secas y dejan ver el
nacimiento rotundo de sus troncos, pero que entonces era un cerco impenetrable,
te fijas en mí y vuelves a pedirme que te cuente la historia.
Para la mayoría de las personas la llegada de la primavera ha de ser un
verde tierno o un aroma en el aire, para mí es el rumor torrencial que una
mañana llega desde el otro lado del cerco, y que se irá apaciguando conforme se
vaya llenando la piscina hasta que sólo quede el traca-traca de la bomba. Y hace
dieciséis años que vivo con ese referente porque tenía ocho cuando me lo
prohibieron, porque allí vivía la pareja de holandeses. El matrimonio, o los
concubinos, ni siquiera eso ha quedado establecido, residió en esa casa
mientras la guerra destruía Europa. Creo que traían el agua en la sangre y por
eso construyeron la piscina. Nada tenían que ver con los alemanes pero no se
les perdonó la consonancia del idioma. Y si aún se les recuerda, es por la
libertad con que gozaron sus prácticas sexuales, que nadie viera y todos
imaginaran, desatando un escándalo póstumo que consumió la intimidad de los
hogares. Y fue necesario que muriesen en un crimen pasional o por abuso de
opio, con testimonios aducidos que prevalecieron sobre aquellos que
circunstancialmente les vieran marcharse. Desde entonces, sin que nadie más la
habitara, hay un casero deteriorándose con el predio, que durante un día en
cada primavera, llena la piscina que así permanece hasta el fin de la
temporada.
Cuando los holandeses avecindaban yo era un niño para el que ese cerco
representaba el concepto de bosque, en él habitaban los dragones y las brujas o
los alemanes y sus tanques. Era la realidad de la fantasía que empezaba tras
las ramas siempre verdes del cerco prohibido. Nada más hubiera sido, salvo la
imposibilidad de jugar en el parque cuando oscurecía -y todavía siento aquellas
noches estivales, cálidas, oscuras, pletóricas de luciérnagas, a veces con la
lumbre de misteriosos fuegos, a las que les amanecía una luna inmensa y amarilla
vista desde la ventana de mi dormitorio-. Nada más hubiera sido, digo, si no
fuera por lo que vi. Buscaba mi ametralladora olvidada antes de la merienda la
última vez que muriera a manos de los alemanes, cuando escuché… Bueno, cómo
saberlo, a esa edad las cosas se aprenden antes que su nombre. Lo cierto es que
me hundí bajo las ramas, que repté levantándolas con la espalda cuanto pude,
que me escurrí instintivamente sigiloso, y que ya asomado, vi dos senos blancos
y redondos casi inmaculados, que se alzaron fugazmente para fijarse en la
eternidad de mi memoria. A partir de ese instante que veló el follaje, tuve un
motivo para sospechar en cada circunstancia en que no me permitieron estar con
los adultos. Ellos desfloraron la palabra prohibido.
Una vez me preguntaste si no había visto el brazo, pues se te ocurrió
que se habían escapado en un estertor y que tuvo que ser un brazo el que los
cerrara como una aldaba. Enseguida te viste inmerso en plantas blandas con la
cabeza hundida en la humedad flagrante de los tallos, con hojas frescas
atenuando la fatiga de la espalda y con raíces cómplices donde afirmar los
pies. Me explicaste que nuestros jugos no deben caer en tierra estéril, que
somos agua y que perdemos mucha cuando empapamos el ambiente; de ahí la importancia
de compensar con la sabia. Reíste ante un recuerdo surgido de la pubertad y
quisiste saber si conocía mi propio sabor, que tú lo habías hecho sobre la
cama, palanqueando con las piernas en alto para que la pelvis cediera y la boca
alcanzara. ¿No?, ¡una lástima!, porque tal elasticidad sólo se logra a esa
edad. ¿Pero entonces tampoco había probado mi propia leche? ¡Hermano, no se
puede andar por ahí convidando sin saber con qué! En otra oportunidad creíste
que eran dos muchachas jugando a esconderse y que debí permanecer para saber si
la cautiva lograba escabullirse o se rendía al otro juego. Nunca te interesó
comprender a un niño asustado.
Otro día quedaste convencido de que vi una estatua al desplomarse y me
reprochaste que no supiera distinguir la intolerancia del yeso. Es que estabas
enojado por mi reacción a tu broma, que tuvo como consecuencia que se congelara
el resto de la tarde. Venías contándome una victoria que te resultara
particularmente halagadora por la agilidad del trámite, tanto que disculpaste
al hotelucho de pésima categoría por estar al paso y dada la premura del caso.
Me explicabas los pormenores de una posición que hacía tiempo deseabas ensayar
porque permite el goce de un máximo contacto a pesar de su difícil ejecución. No
tuviste mejor ocurrencia que denominarla “de la SS” porque te recuerda la
insignia nazi. Estabas divertido de que se te escapara a cada rato y ella
tuviese que ayudarte, cuando me palpaste con un ¿no te estoy excitando, no? y
debo haberme quedado visiblemente descompuesto. No es que no comprendiera
entonces como hoy que fue una broma, es que fue la única vez que un varón me
tocó. ¿Recuerdas nuestra correría? Hacía poco que empezáramos la Facultad, tú
ya habías debutado e incluso me llevabas ventaja; yo pensaba que presumías y tú
intuías mi virginidad, así que me invitaste. Conseguiste las amigas y el auto
de tu padre, y ¡Será a lo grande! me dijiste para contagiarme tu entusiasmo. Y
en una playa oscura y solitaria me dejaste con la grandota porque la suponías
con los senos de mi infancia y te fuiste con la parlanchina. A mi torpeza le
faltaba espacio sobre el hule improvisado como balsa y la arena fría nos llovía
la carne que intentábamos encender. Mis sentidos inconexos se dispersaban en el
cielo infinitamente estrellado y en las olas que escuchaba llegar. Me sentía
como el boxeador que perdiendo la pelea está más consciente del público que de
los golpes de su oponente. Por fin cerré los ojos, brillaron los senos de mi
niñez y pude acompasar la marea. No bien terminé supe que estabas ahí, de pie,
observando; que habías atravesado el cerco como una criatura en celo recién
salida del agua. ¿Acabaste?, fue tu permiso para entrar donde yo saliera. Debo
haberme quedado entonces igual de descompuesto que cuando me tocaste, sólo que
no podías verme y por eso te lo cuento. A medio vestir volví al auto donde la
parlanchina sonreía sentada sobre el capot, o tal vez era una bruja en el
espolón de un pánzer. Muchas veces me he preguntado qué hubiera pasado si no me
retiraba, y créeme, las posibilidades han sido peor que el haberlo
experimentado.
Luego nuestra amistad se ha ido encausando en lo que es, tus aventuras y
mis expectativas en un juego de exquisita sensibilidad. ¿Quién más lo podría
entender? Ahora sé que gozas tu cuerpo sin prejuicios, pero me pregunto por qué
nunca hemos conversado sobre dónde ubicas tú la delicada frontera de la entrega
en la amistad. Yo por mi parte te confieso que he sido educado en una familia
donde aprendimos a querernos sin medida. Nunca sentí la necesidad de graduar el
amor para diferenciar a sus escasos integrantes. Y si jamás he salido con una
amiga es por todo lo que eso implica, te confieso, algo para mí abrumador.
¿Comprendes ahora por qué tuve miedo? Tú conoces los límites porque tú mismo
los fijas, para mí todo es un abismo. La vez que me jacté llamándote sexo
dependiente me pediste que aclarara y te dije que habías nacido para deleitarte
físicamente y en eso te reafirmabas, nada más. No supiste si estar de acuerdo,
antes debía conocer un secreto y me advertiste que no debía juzgarte, sólo
saberlo y tratar de entender. Me contaste que de chico, y curiosamente tendrías
la misma edad que yo cuando vi los senos, jugaste unas vacaciones con un primo
con el que llegaron a conocerse demasiado. Que se hicieron un reconocimiento en
aras de un instinto ancestral que la sociedad lleva siglos reprimiendo, que
seguramente tu primo sabía cosas inconvenientes y que las compartió contigo,
pero que no querías exculparte porque lo que yo tan atinadamente había
asentado, podía tener su raíz en esos juegos que ahora iluminaba mi afirmación.
En todo caso te consideras exonerado por inocente y sólo aceptas un despertar
prematuro que debió esperar como el de cualquiera hasta que llegase su tiempo.
Así supe lo profundo de nuestra amistad y cómo estaba en deuda de franqueza
contigo, por eso te escribo.
Ya te mencioné la única vez que vi la piscina de cerca, pero no te dije
todo y ahora cumplo. En el veranillo de San Juan de mis catorce años la humedad
chorreaba al sol y ese ambiente asfixiante me remitió a la piscina. Así que me
puse una pelota de tenis en el bolsillo por si me encontraba con el casero y
atravesé el cerco. Me topé con una vegetación enmarañada que se tragaba el
parque entero a pesar de estar quemada por el invierno, era un albergue de
animales. Estuve un rato escuchando ese otro mundo y me abrí paso por el
pastizal hasta encontrar un sendero encubierto que rodeaba el perímetro. Apenas
unos restos de bitumen entre polvo terratizado, encausados por ladrillos,
anegado de yuyos e interrumpido de tanto en tanto por las ramas rastreras de
los arbustos. Avancé fascinado respirando olores profundos y sudando
copiosamente pese a la sombra densa, ya que si el cielo aparecía era por un
roto de ramas. Plumerillos en flor, flores pálidas de otros arbustos, frutos
pequeños y encarnados, follajes de todos los colores, suelo crujiente de
festones de araucaria, coquitos de palmera impertérritos a mis sandalias… Y a
veces, la sorprendente aparición de esculturas de ninfas procaces en el
descuido de su castidad. Fue tratando de salir de un espinillo que me topé de
bruces con un muro de piedras coronado por una espléndida Venus fosforescente
en la penumbra, que el moho de los años había convertido en boceto. Detrás
había una isla de rosales salvajes tragándose lo que fuera una pérgola para el
té y más allá aparecía por fin un retazo de los inclinadísimos tejados de la
casa que yo conocía de pasar por la calle y que siempre se me había antojado
como una vieja dama que se dejara avejentar con mansedumbre. Ya con los
ventanales traseros a la vista me encontré que daban a una explanada grande a
la que se accedía por escaleras laterales. Recompuse como pude mi ropa y subí
tanteando la pelota que milagrosamente conservara en el bolsillo. La terraza
albergaba a la piscina vacía; me impresionó pequeña y profunda pese a tener
unos seis por cuatro metros y dos de profundidad. Era adoquinada y unas
extrañas plantas rosáceas se volcaban en su interior desprendiendo un perfume
penetrante, entre acre y dulzón; se me ocurrieron descoloridas, como la melena
de una anciana que hace tiempo no se tiñe. Por unos peldaños de hierro se
bajaba al fondo totalmente recubierto de hojarasca, y entre un penacho de ramas
aparecía el caño herrumbrado por donde la bomba la llenaba en cada primavera.
Esto es lo que conoces, pero no lo que me pasó. Me agazapé sobre el borde para
estudiarla mejor y fue fatal. El olor concentrado me fue aturdiendo a medida
que sentía la náusea del relajamiento, el fondo vibró como charamusca y una
urgencia inevitable me abrazó. Caí sin tener consciencia del golpe y apenas si
pude liberar la tirantez que ya estallaba palpitante. Nunca me había ocurrido.
Ahora voy a interrumpir estas líneas para vaciar esta historia como lo
harías tú, bebiéndola de una vez; tengo la autorización del casero y esta tarde
voy a bañarme en la piscina. Lo que resulte, sea lo que sea, estará esperándote
en tu buzón para cuando regreses de Buenos Aires.
He aquí mi baño inaugural, todavía estoy bajo su influencia. No sé si
hago bien en contártelo, quizás debiera esperar a que tú también lo
experimentes. Pero lo prometido es deuda.
Estaba helada y tuve que entrar lentamente para aclimatarme; muy oscura,
por las rodillas ya no me veía los pies. Las extrañas plantas que vuelcan en el
interior tienen ahora una coloración mucho más intensa, púrpura, sanguínea, y
semejan vellos que el agua remueve a su antojo; nada queda del olor que me
mareara. La fragancia de la primavera está en su apogeo, la brisa reboza de
insectos zumbones y los pájaros cantan a gusto en la espesa fronda; la casa,
muda como de costumbre. Con el agua al cuello braceé para mantenerme a flote y
la excitación se me metió por los poros, sólo que fue plenamente deseada. Me
saqué el bañador para que nada interrumpiera la caricia y me dejé diluir. Cerré
los ojos y me adormilé en otra dimensión. A la luz de los braceros aparecieron
los holandeses con sus invitados. Ella muy blanca, huesuda y escuálida; él
rechoncho, rosáceo y de genitales pequeños. Me venció la somnolencia y fui
aleteando suavemente a la deriva sin más referencia que cuando un pie tocaba la
piedra o una mano las plantas y volvía a centrarme instintivamente. Los oí
entrar al agua, ni borrachos ni drogados, sólo bañistas ávidos de placer.
También entrabas tú con la grandota y la parlanchina. Pero no era una multitud,
eran esencias de sentidos que se abrían al embrujo del agua envenenada por las
plantas, todo perfectamente natural. Un abismo tórrido de deseos protegido de
los niños y recelado por los demás, que la guerra de la envidia destruye con
sus ejércitos de moralidad bajo la consigna de las buenas costumbres.
De pronto fui todo el universo a partir de mi consciencia, una música
sideral que viajaba la eternidad. Estuve, fui; infinitamente solo y con todos y
con todo.
Afectuosamente, tu amigo.
Confesionario
Si somos instrumentos de una inteligencia superior o de la casualidad,
es una sentencia que no me voy a arrogar. Pero convengamos que a veces la trama
es tan perfecta que sospechamos del azar y otras, tan cruel que desconfiamos de
Dios. En todo caso, si de algo he de quejarme, es de no haber podido convivir
con esa duda razonable como con un parásito cualquiera. Finalmente, baste con
que se sepa que a los doce años recién cumplidos, yo era todavía un muchacho
muy honesto.
Debió ser un jueves, durante un recreo de mi último año escolar, en el
colegio católico del barrio al que asistí desde que pude caminar solo, y era a
mediados de curso porque había invierno en los árboles tiesos al sol, cuando
empecé a sentir un malestar vago y el cielo como rayado junto al campanario de
la iglesia aledaña al patio escolar. Al día siguiente el dolor estaba más
alojado y definitivamente había algo paralelo al campanario sobre el techo de
la iglesia. No tuve inconvenientes ese fin de semana, pero el lunes persistieron
el malestar y el cielo, y sucesivamente, con el correr de los días, se fueron
incrementando hasta que tuve un dolor indescriptible y el fantasma de un
ahorcado. A pesar de que casi no salía del salón de clases, nada mitigaba.
Entonces, se me ocurrió que lo preguntaría durante la misa, en el
confesionario.
Porque los viernes teníamos misa obligatoria después del recreo, y clase
tras clase los cuartos, los quintos y los sextos grados, entrábamos en fila por
la puerta lateral de la iglesia hasta llenarla; nuestras túnicas blancas
parecían iluminarla. Cantábamos, nos poníamos de pie, respondíamos, nos
sentábamos, nos arrodillábamos… Una y otra vez en un ritual interminable
abocado a las desgracias humanas, que nunca pude disfrutar porque sentía que
todo el dolor del mundo era evocado para que pudiésemos expiar nuestros propios
pecados. Pedíamos por el alma del presidente Kennedy, por la de su hermano, por
la de Martin Luther King; por el reposo del Papa Juan XXIII; por nuestros seres
queridos, para que algunos descansaran en paz, otros recuperasen la salud y la
mayoría la conservara; por los que tenían hambre y por los que padecían
calamidades naturales en cualquier parte del mundo; nada escapaba a la letanía
que hacíamos el sacerdote proponiendo y nosotros contestando “¡Te rogamos,
Señor!” Para resistir me entretenía aprendiendo de memoria cada detalle que me
rodeaba: durante los cantos lentos y sufridos que seguíamos en la página tal de
los libritos a nuestra disposición, el techo altisonante con sus blasones; en
las lecturas aleccionadoras, la expresión de dulce tristeza de los santos
tamaño natural o los murales con escenas bíblicas que recreaban martirios o
victorias; al orar hincados, el motivo y las guardas que repetían el orden de
las baldosas... Las misas eran tan largas que me sabía el altar mayor y las
capillas auxiliares, la gigantesca araña de caireles, la entrada principal
partida en dos por un tabique de madera con curiosas ventanillas, el entrepiso
también de madera para el órgano y el coro cuando se celebraban bodas...
Algunas veces había entrado en la Sacristía y otras menos subido al campanario
abierto a la intemperie, sucio de guano de murciélagos, osario de ratones y
pichones de pájaros. Fue la casa ajena que mejor conocí a lo largo de mi infancia.
En las pausas propiciadas durante los sermones del sacerdote me asaltaban las
fantasías; recuerdo por ejemplo, haber imaginado que el Espíritu Santo se
manifestaba en la alta claridad de los vitrales y que entraba como un rayo de
luz oblicuo para que un arcángel -hermoso, solemne y brillante, pero sin alas-
lo descendiera caminando hasta que, suspendido a poca altura entre el altar y
nosotros, me miraba señalándome para asombro de todos. “¡Nos ponemos de pie!”
ordenaba nuevamente el sacerdote y yo volvía a lo inmediato, a la columna más
cercana, con su brazo de tres tulipas, su relieve acanalado, sus filigranas de
oropel... En fin, había tanto que siempre quedaba algo por redescubrir para los
que permanecíamos sentados, porque los alumnos de buena dicción eran invitados
a leer en el púlpito pasajes del Nuevo Testamento y los menores de excelente
conducta a llevar el agua, el vino y el aceite al altar, donde aquellos de
nosotros que habían sido distinguidos como monaguillos los recibían para que el
sacerdote los ungiera. Por fin, auxiliado por un acólito -aspirantes al
sacerdocio que nos enseñaban catequesis y con los que había pasado un mal rato
cuando pregunté si Dios estaba también en el infierno, luego que nos explicaran
su cualidad de omnipresente- el sacerdote comenzaba a consagrar el cuerpo de
Cristo, el mismo que la Virgen, en el lugar de honor porque era su capilla,
sostenía cuando rubicunda criatura, coronados y aureolados ambos, y que debajo
colgaba destruido en la Cruz. Recién en la cúpula de la nave estaba
representada la gloria divina en todo su esplendor, sólo que, desde nuestros
asientos no podíamos verla. Ése fue el concepto de familia que debí padecer por
amor: un padre todopoderoso que se abstenía, una madre tiernamente permisiva,
un padrastro inofensivo y un hijo muerto por mi culpa.
¿Es pecado ver un fantasma? Ese viernes estaba en la fila del P. Servile
ensayando cómo preguntarlo, porque antes de comulgar teníamos que confesarnos.
Los confesionarios eran receptáculos de madera labrada, sin techo y con
capiteles muy ornamentados. Su portezuela cerrada indicaba que había un
sacerdote adentro, y aunque sabíamos quién, una cortina lo ocultaba. A cada
lado tenían un tablón desgastado que testimoniaba el asentamiento de miles de
rodillas frente a una ventanilla que se abría para escuchar las faltas de los
feligreses; dábamos la cara a un esterillado que preguntaba y perdonaba el
bochorno de nuestros pecados. Por entonces yo tenía la pésima costumbre cuando
me agobiaba, de hacerme un torniquete con el cinturón de la túnica hasta
estrangularme la barriga. Esto era muy visible para los demás y quienes me
hayan visto habrán creído que era el peor de los pecadores. Sobre todo me
sentía expuesto ante el P. Severo, el gran temido, que desde el fondo vigilaba
el comportamiento de los alumnos en misa amparado en la penumbra. Pasaba
inadvertido detrás de una de las piras de agua bendita, con las manos en las
axilas para que nada interrumpiera la negra presencia de su sotana. Era
solamente una cabeza inclinada hacia adelante, una mirada bajo la frente menuda
del cráneo inmaculado.
El P. Servile en cambio, era muy agradable con quienes como él
observaban en todo las prácticas religiosas. Los alumnos más pequeños solían
llenar su salita para ver al trasluz de la ventana las diapositivas que trajera
de Italia: el Vaticano, Roma, Jerusalén y otros lugares santos. También
organizaba concursos sobre la vida de Don Bosco o de Domingo Savio y siempre
cometía el mismo error, premiaba a los ganadores con una pelota de las buenas
ignorando que los estudiosos no juegan al fútbol.
Nunca sabré por qué, de rodillas y ya persignado en el confesionario, en
vez de anunciarme con el consabido “Perdóneme padre porque he pecado”, solté de
improvisto “Perdóneme padre porque no creo”. Lo que el P. Servile me dijo
cuando al fin se repuso debo suponerlo, pues yo sólo atendía mi propia
estupidez. Si bien no había ido a confesar malas palabras que no dijera ni
pensamientos impuros que no tuviera u ofensas a mis padres que no cometiera, no
a recibir la penitencia de tantos padrenuestros y tantos avemarías para poder
ir en paz, tampoco había preguntado lo que me interesaba. Lo que yo quería
saber era por qué veía el fantasma de un ahorcado.
-¿Me escuchaste hijo mío? ¡Debes conversar con el P. Severo y regresar
cuando hayas recapacitado!
Desde aquella primera vez, ante una visión extraña siento dolor. No
radicado en parte alguna, no de cabeza o de pecho; simplemente lo llamo me
duele el alma. Con él no han podido los médicos ni los psicólogos y al sufrirlo
no puedo hacer nada, ni estudiar ni comer o dormir. Mi padre creía que se me
iba a pasar con el desarrollo y mi madre intuía algo más profundo y permanente.
Hube de aprender a sobrellevarlo en la intimidad como a tantas otras cosas.
La semana siguiente a mi incongruente confesión, mientras mis compañeros
hacían el recreo jugando al fútbol o al frontón o tomaban la merienda
conversando, y los chiquillos corrían por todas partes, yo, recostado a un
árbol, reflexionaba lo dicho respirando el dolor de ver al ahorcado. Paralelo
al campanario, sobre el techo de la iglesia sin tocarlo ni saberse de qué
pendía, sin nada que lo atase a mi mundo conocido, una transparencia, una idea
fija y propia, una sobreimpresión que parecía navegar lentamente por efecto del
cielo que fluía, hasta que sonaba la campana y volvíamos a clase. Así debió
verme el P. Severo porque adelantó nuestra entrevista y me convocó en plena
clase. Tocó a la puerta, entró, hicimos el último ruido en ponernos de pie, se
inclinó un segundo sobre el maestro y se fue devolviéndonos la vida. Pero el
maestro dijo “¡Silencio! Curbelo a Consejería, los demás pueden sentarse”. Y
mientras todos me observaban y alguno preguntó por lo bajo “¿qué hiciste?”,
salí del salón retorciéndome el cinturón de la túnica.
El P. Severo no entró en Consejería, continuó por el pasaje que comunica
con el patio de los liceales haciéndome señas de que lo siguiera. Solté el
cinturón y al dar vuelta la esquina lo vi subir por una de las escaleras que
conducían al museo. Las altas galerías de grandes y cuadradas columnas de
granito estaban desiertas, ni una hoja de plátano o papel recorría el patio que
sería mío al año siguiente. La enorme estatua de la Virgen y el Niño entronada
en la fuente donde a veces íbamos a alimentar a las carpas con miguitas de
merienda recostándonos sobre las barandas que simulaban ser troncos, estaba
solitaria en su blancura contra el entramado de ramas que rompían el cielo.
Quise correr para no perderlo, pero en ese momento, con un chasquido brutal, se
abrió la puerta de la salita del P. Servile; ¡cómo cambiaba su rostro cuando no
sonreía! Caminé hacia la escalera y trepé los amplios escalones de piedra, giré
en el descanso y subí el otro tramo similar; los corredores estaban vacíos, las
vitrinas del museo relumbraban sobre el diagonal damero de baldosas
centenarias. Los pasos repercutían en el piso superior donde estaban los
dormitorios de los sacerdotes y de los aspirantes, que fueran también de los
alumnos pupilos hacía más de una década. Teníamos prohibido ir allí pero me
habían solicitado, así que hice los otros dos tramos gemelos de la misma
escalera aunque con más cautela. El P. Severo me esperaba a mitad del corredor
más corto y al verme volvió a desaparecer. Caminé lentamente hasta la única
puerta abierta, una capilla apenas esbozada, y lo hallé sentado de cara a la
rústica cruz del altar. Esperé la autorización que no llegó y pasé.
-¡Siéntese! -me ordenó.
Me pidió que hablara de mi casa, no supe por dónde empezar y me fue
guiando hasta establecer que era hijo único de un matrimonio mayor, que mi
padre era escribiente en un frigorífico y alcohólico, y que mi madre era
costurera de gente humilde. ¿Sabía que estaba becado? Sí. ¿Y que era adoptado?
¡No, no lo sabía! No me dejó caer en las reflexiones de la revelación. ¿Qué
miraba en los recreos? Con una madurez impropia le conté todo. ¡Cierre los
ojos!, me dijo. ¡Véalo! ¿Quién es? No lo sé, es un hombre... ¡Concéntrese!
¿Cómo está vestido? Es un sacerdote. ¿Lleva sotana? No, simplemente lo sé.
-¡Arrodíllese, rece conmigo! -Me jaló de un brazo con tal violencia que
desplazamos el banco. Grité el padrenuestro y el avemaría repitiéndolos a toda
velocidad como si fuesen uno e interminables. Temblaba todavía cuando me
interrumpió.
-Puede retirarse, no volverá a ver el fantasma.
Cuando llegué a la puerta de mi salón me sentí lo suficientemente seguro
para volver a mirar. Era cierto, no estaba; sólo su recuerdo. Cerré los ojos y
forcé los detalles… Me detuve de golpe al ver la frente menuda del cráneo
inmaculado.
¡Ah, mi Agustín!
Esa mañana, María preparaba el jardín de su casa para recibir a la
primavera tras las últimas lluvias de agosto. Trabajaba canturreando de la
radio lo que le evocaba más que lo que emitía. Un nombre, una palabra, bastaba
para traerle a la memoria aquellas hermosas canciones de su juventud. De
repente, el tableteo familiar del portoncito de calle interrumpió sus
ensoñaciones, un hombre luchaba por abrirlo. Clavó la palita junto a las
batatas de lirio, se levantó quejándose de sus huesos y fue al encuentro del
desconocido.
-¿Joven? -preguntó sacudiendo la cabeza en un intento por ordenar el
cabello, que de rubio pasara a blanco puro y ahora la vejez ensuciaba de ámbar.
-¿Usted es María? -Al hombre le costó confrontar la mujer que tenía
adelante con la fotografía que guardaba en el bolsillo, la que su padre
postrado le entregara junto con la petición. Esta versión de piel apergaminada
y arrugas profundas tenía otra boca, los ojos escondidos y el pelo cayendo de
cualquier manera. La del retrato, un blanquinegro que los años también
amarilleara, apenas si tenía un par de quebraduras cuidadosamente planchadas
que no impedían ver el rostro franco, altivo, que sólo el severo peinado
avejentaba.
-Sí, ¿y usted? -No le gustaban los extraños, la hacían sentir incómoda.
Quiso decirle que no compraba nada pero el hombre todavía no ofrecía.
-Soy el hijo de Agustín. -Un olor dulzón que no supo reconocer le vino
de la deteriorada vivienda abierta al día. O tal vez fuese de la mujer.
-¿Agustín? Yo conocí a un Agustín, ¿sabe? -El rostro de la mujer se remontó al cielo
adquiriendo su luz.
El hombre pensó cómo decirle que de ése Agustín se trataba. El hermoso
domingo que le diera tanto coraje para hacer la voluntad del padre y que lo
premiara con las veredas al sol de un barrio manso donde los árboles sombreaban
a gusto, se le escurría de pronto con la transpiración. Sacó el pañuelo y se
secó el cuello.
-¡Qué curioso! Él hacía lo mismo, ¿sabe? Mi Agustín. -La mujer ya estaba
en su remembranza predilecta.
-Era mi prometido, señor. ¡Meses estuvimos conversando aquí mismo con
Madre allí sentada! ¿Ve?, en el porche, donde ahora está el gomero -y se apartó
como si el escenario fuese aún visible. -Antes había una mecedora pero yo la
entré. Madre fingía adormilarse para que pudiésemos besarnos una sola vez
-sonrió. -Pero no cabeceaba y yo sabía que estaba mintiendo. ¡Cuando se dormía
de verdad aprovechábamos de lo lindo! -ahora sí rio para exorcizar el rubor.
-Bueno, si no, ¿qué iban a pensar los vecinos? -Se arregló la blusa rápidamente
como lo haría entonces.
-Él llegó un día como usted, vendiendo sábanas, manteles y toallas.
Bueno, usted no sé qué vende, pero yo ya no necesito comprar nada. A mi edad
sólo hay que conservar lo que se tiene. Sí, varias veces vino a ofrecer cosas
hermosas hasta que ya no tuvimos qué comprarle. Pero fue suficiente para
conocer sus intenciones, porque a la nuestra era la única casa a la que
regresaba. -El viejo orgullo afloraba intacto en la mujer.
-Sí, mucho tiempo aquí conversando hasta que Madre nos dijo que Padre
autorizaba pasar a la salita. ¡Qué felices estábamos ese día mi Agustín y yo!,
¿sabe? Padre era muy recto, señor; nosotras lo respetábamos mucho. ¡Ah, ése sí
que era un hombre! Mi pobre Agustín también, señor; los dos. Jamás protestó por
nada, al contrario. Le traía flores a Madre porque sabía que le gustaban mucho.
¡Y a mí me acariciaba la mejilla con tanta ternura…! -la mujer parodió el gesto
con sus dedos nudosos ante la fuerza del recuerdo querido. -Y me decía que no
me preocupara, que ya iba a llegar nuestro tiempo de estar juntitos…
El hombre cambió de posición y suspiró para que supiera que él también
tenía algo que decir. La mujer lo miró detenidamente.
-¡Sí, usted me lo recuerda mucho, señor! A mi Agustín, digo. Muy
trabajador, ¿sabe? Con paciencia iba juntando la platita para casarnos. Antes
era muy difícil señor, teníamos que buscar dónde alquilar. ¿Y los muebles?,
¡cómo costaban! Pero qué lindos eran los muebles de antes, ¿verdad? -El hombre
asentía con pequeños movimientos y la mujer seguía conversando con su pasado.
-¡Entonces llegó aquel horrible día…! -se apretó la boca con fuerza,
como si sólo de mencionarla la desgracia volviera a repetirse. -Venía para casa
el pobrecito... ¡Ay señor, ¿sabe?, lo agarró el tren! ¡Fue horrible, horrible
horrible! Yo no pude ver nada, Padre trajo la noticia después de prepararme
mucho; igual sentí morirme. ¡Dijo que el autobús había quedado destrozado! No
sé cuánto estuve probando apenas la sopita que Madre me obligaba a tomar… Nunca
más pude creer en nada, ¡Dios me perdone!
La mujer lloraba todavía pero sólo en el fondo de sus ojos eternamente
acuosos, la boca ofrecía una incongruente sonrisa de disculpa y despedida. El
hombre tragó saliva y comprendió que no era posible conciliar el pasado de su
padre, porque él, su mensajero, no existiría jamás para aquella desdichada
mujer. Su Agustín había muerto mucho antes de que él naciera. Dio media vuelta
y se alejó por las viejas veredas de aquel barrio descolgado del tiempo.
Las visitas del
marqués
A ver, esperen un poco. ¿Cómo les digo? Es al norte de Argentina, cerca
de la frontera con Bolivia. En el departamento de Santa Catalina, aunque yo soy
catamarqueño. Supongo que seguirá igual, nunca más tuve noticias.
Sí, está bien.
Lo cierto es que había una fábrica muy grande que le daba de comer a
todo el pueblo. Básicamente producía caños industriales. Y habían comprado un
avión para colocar mercadería más lejos. Cuando publicaron que necesitaban un
piloto con licencia habilitada me postulé. Así fue como terminé allí.
Sí, gracias.
El avión era un DC3 que llegó tarde a la guerra y pasó mucho tiempo
arrumbado. No sé cómo entró al país, pero un contrabandista lo arregló como
pudo y lo usó hasta que se lo decomisaron. Luego estuvo otro tiempo parado
hasta que salió a remate y la fábrica lo compró. Eso oí. Al principio me
permitieron un vuelo corto para conocer el avión y el aeródromo, pero después
me aburrí como hongo. Debo haber pasado tres o cuatro meses esperando que
saliera un viaje. Conocí al personal de la fábrica, me familiaricé con lo que
producían, escuché las aspiraciones del dueño. Buena gente. Y recorrí el pueblo
y sus alrededores, aceptable para estar unos días. Me alquilaban una pieza en
la única pensión, como a otros técnicos que también contrataran. Lo que se dice
una cucha decente. Para mí alcanzaba porque no había llevado casi nada y el
baño compartido tampoco me molestaba porque no tenía horario fijo. La comida
era muy buena, casera. Como todo lo demás, lo arreglaba en los lugares posibles
en un sitio que se recorría a pie y sin fatigarse. Nunca fui exigente, con
llenarme bastaba para ir tirando. Lo único era el teléfono, había dejado una
novia en San Fernando donde vivía antes. Nos abrimos cuando yo fui por el empleo
y luego, con el tiempo, ella a trabajar a Capital. Pero yo tenía todavía la
esperanza de traerla conmigo no bien me asentara, las retribuciones mejorarían
con los viajes. Por eso el teléfono era un suplicio. Sonaba y sonaba
interminablemente hasta que la dueña, una vieja, o el hijo, un vago, lo
atendían. Después había que esperar a qué puerta tocaban. Al menos el correo
era mudo, había o no carta pasada bajo la puerta. En fin, no los voy a
entretener con insignificancias. Es sólo para que comprendan lo poca cosa que
fui hasta aquel quinto vuelo. O si prefieren, el último.
Sí, por favor.
Recuerdo haber llegado al aeródromo siendo noche cerrada. Me gustaba
caminar por el pueblo dormido y estar en el aire antes que el sol, tener la
sensación de ser lo único allá arriba. ¡Qué tontería, ¿no?! Me quedé un rato
fumando en el portón, sin luna todo parecía más pobre todavía. Apenas unas
luces de mercurio en la torre, los hangares y la bomba. Y por supuesto, la roja
de la antena marcando la altura. La ventana de la oficina estaba iluminada, el
despachador ya tendría todo dispuesto. Era un bicho nocturno y nos cruzábamos a
esa hora, yo levantado y él sin acostarse. Y en la pista, un eufemismo porque
no dejaba de ser un camino de tierra apisonada, el avión como un perro echado
olfateando a lo lejos. Pero era mi perro y yo el suyo, lo único que teníamos en
el mundo. En tierra no éramos nada, pero allá arriba la vida tenía sentido. Así
que cerré el portón y me fui a hacer el papeleo.
Sí, ya voy.
Había llovido y la visibilidad era muy buena. Sólo nosotros y las
cumbres de los Andes estábamos al sol, abajo todo era una penumbra azulada. Iba
al norte, a Sucre. Me serví lo que hubiera sido mi primera taza de café y eso
es todo, nada más quedó del hombre que era. Soy como dos mitades de películas
que un caprichoso empalmó por la mitad, no se sabe cómo termina la del piloto
ni cómo empieza la del borracho caribeño. El tránsito entre vaciar un cuerpo y
ocupar el otro, son unas horas que no sé precisar.
Gracias.
Haría más o menos media hora de vuelo y estaba a punto de sorber el café
cuando lo vi. En el horizonte, sobre la cordillera. Parecía quieto, a poca
altura. Un objeto extraño que resplandecía. Había oído hablar de esas cosas sin
que me inquietara mucho, las consideraba leyendas de la profesión. ¡Se me vino
encima en un abrir y cerrar de ojos, debió ser a una velocidad vertiginosa! Me
succionó como a una pluma y les juro que nunca sentí un dolor tan intenso. La
cabeza me estallaba en miles de luces. Después… no sé cuánto tiempo demoré en
despejarme. Tenía consciencia de estar inclinado hacia adelante y de lado. Y
poco a poco fui comprendiendo lo que me rodeaba. Estaba suspendido en un mar de
hojas donde resultaba imposible orientarse. Me quedaba la cabina y poco más, y
yo seguía en mi asiento mirando por el parabrisas como si eso tuviese algún
sentido. Sabía que debía moverme, que no podía quedarme ahí indefinidamente,
pero me aterraba no ver el fondo. Uno no piensa que un lugar así pueda existir
hasta que cae en él. Estaba en otro mundo, a una descomunal distancia de todo
lo que conocía. Entonces, como recuperada del susto, la selva comenzó a tener
vida a mi alrededor y me animé un poco. Chillaron unos monos relativamente
cerca y los encontré. No eran muy grandes aunque había muchos y estaban por
todas partes. Me enseñaban los dientes. ¿Sorpresa, furia, conversaciones,
burlas? Cualquier cosa podía provocarles mi presencia. Oscuros, de colas muy
largas, excepto uno que parecía albino y me miraba con atención. En otra
circunstancia hubiera dicho que era un muchacho desnudo. Corrí la ventana y les
grité, tanto así era mi desesperación. Se callaron, se fueron, no sé. Con la
resignación de los perdidos salí por la ventana tratando de sujetarme de algo y
caí aplastando un ramerío blando que me dejó donde quiso. No había cielo, sólo
una luz verdosa y propia que parecía empozada. El mono diferente se había
quedado por allí cerca y avancé siguiendo su referencia. A veces desaparecía
entre las ramas, a veces yo tropezaba. Caía y me levantaba mojado sin saber
nunca lo que pisaba. No sé cuánto estuve dando tumbos hasta que la luz se fue
haciendo más clara... No espero que me crean, pero desemboqué en un claro
limpio, perfectamente delimitado y hasta con césped… ¡donde había una casa de
dos plantas! De haberme golpeado juraría que alucinaba. Por la descripción,
otros turistas me dijeron que corresponde al estilo colonial español con
influencias árabes. ¿Qué tal? ¡Qué sé yo, no entiendo nada de esas cosas! En
fin, poco importa. Cómo sería que antes de llamar la circunvalé un par de
veces. Tenía terraza y hasta garaje. Los matorrales de hortensias no me dejaban
pegarme a las paredes pero la recorrí despacio viendo ventanas y puertas. No
daba la impresión de estar abandonada, al contrario. Simplemente no había nadie
a la vista, ni siquiera una mascota. Porque bien podía tener perros o gatos que
no me sorprendería más. Lo inexplicable no estaba hacia adentro sino hacia
afuera. No había forma de salir, la selva la encerraba a cal y canto. Ninguna
vereda la conectaba al resto del mundo, ni siquiera tenía una antena o un
manojo de cables. Silenciosa e impecable, eso me pareció pese a la rareza del
caso. Usé el llamador de la puerta principal y casi enseguida me atendió una
mujer hermosa en el esplendor de la madurez. Apenas le conté del accidente puso
cara de delicioso asombro y con modales refinados me invitó a pasar al
recibidor. Di unos pocos pasos y me quedé tieso dado el deplorable estado en
que me encontraba. Me dijo que no me preocupara, que el marqués se ocuparía de
mí. De hecho debía disculparla porque estaba por llegar y tenía que terminar de
arreglarse para recibirlo. Le hubiera preguntado cómo llegaría el susodicho
pero las circunstancias me aturdían y necesitaba pensar. No pude, las paredes a
mi alrededor estaban recubiertas de cuadros con fotografías de personas. Ropas,
edificios, automóviles, personalidades… Eran acontecimientos sociales de una
estrella de cine europea de los años veinte muy parecida a la dueña de casa. Su
madre, sin duda; pero algo me molestaba. A través de la arcada se veía parte
del mobiliario señorial del comedor, me asomé y allí estaba. En la cabecera
principal, un magnífico retrato al óleo de la mujer. Y lo que me molestaba, el
lunar en la comisura de la boca en exacta posición. Se diría que la dueña de
casa había posado con vestido y joyas de época, pero la pintura tenía el
avejentamiento lógico. Por fin llamaron a la puerta y bajó presurosa
acomodándose el peinado mientras me sonreía. No bien hubo abierto frustró el
beso que le destinaban colocando graciosamente los dedos sobre la boca del
visitante y señaló en mi dirección. “El señor tuvo la desgracia de accidentarse
aquí cerca”, dijo, y me presentó a un marqués de impronunciables apellidos. El
hombre de edad indefinida ataviado con una incierta gala militar vino directo
hacia mí. Inútil fue que extendiera la mano para saludarlo, porque acarició mi
rostro y me desvanecí por segunda vez. Luego, quién sabe cuánto tiempo después,
desperté en un banco de la plaza que está aquí cerca. Dije quién era y lo que
me había sucedido, y desde entonces estoy abandonado en este bodegón contando
mi historia por unas monedas.
¿Me compran otra botella, por favor?
Frutilla, chocolate
y sambayón
Hay certezas que sólo pueden existir en la adolescencia. Algunos las
guardan inconfesas, otros intentan exorcizarlas. No sé qué es lo correcto ni me
interesa. Ésta es mi historia.
Por aquel entonces el balneario era de medio pelo, tal como mi madre podía
pagar. Bastante agreste, lo caracterizaba un chorro de agua subterránea que
vertía sobre la barranca de la playa en caída libre. Lo usábamos de ducha para
sacarnos el salitre haciendo prestidigitaciones con pastillas de jabón que
entraban por un lado y salían por otro de los trajes de baño, y sobre las rocas
quedaban tantos restos, que con mucha precaución evitábamos el porrazo.
Ese año mi madre no consiguió licencia en temporada y fuimos el mes
anterior, había poca gente y menos de mi edad. El lugar más popular, con
maquinitas, pool, futbolito y tejo, estaba semivacío aunque el mejor juego
siempre tenía un suertudo con un montón de fichas. En la heladería no había
problema, casi te aplaudían si entrabas por ocio. El clima era bueno pero
fresco y algo ventoso, y sólo las viejas se asoleaban en la playa.
De repente la vi de refilón, a media cuadra, en una calle cualquiera que
crucé. ¡Una sonrisa en marco de oro que me alumbró como un relámpago en el
alma! Por más que había bicicleteado por todas partes tratando de matar las
interminables horas de siesta, fue haciendo uno de los típicos mandados de mi
madre que siempre olvidaba algo para cocinar. Regresé de inmediato, no la pude
encontrar, y me quedé prendado de la fugaz visión.
A partir de entonces dediqué los días a cazarla y las noches a evocarla.
Recorrí agua, arena y rocas, comercios, jardines y ventanas, todas las casas y
todas las calles. Si la presentía en algún sitio no dejaba de rondarlo con
esperanza infinita. Fue una búsqueda meticulosa y obsesiva, sigilosa y
vehemente, egoísta de su secreto.
Bien entrada la noche salía por la ventana buscando el lugar más
apropiado, que nunca era lo suficientemente oscuro, y bajo el cielo estrellado
y sobre la arena fría, desfogaba mis anhelos con la esperanza de que la
intemperie pudiese llevárselos. Días que hoy parecen horas y mañana serán
minutos, me marcaron una frontera, impregnándome de un sabor que aún permanece
incólume.
¡La hallé comprando helado en el carrito de la plaza! Pese a estar de
espaldas, el universo entero la espejaba. Solté la bicicleta que desapareció
entre mis piernas y corrí sobre todo lo que había, a ella, que se volvía para
enfocar mi carrera. Nos vimos primitivamente, para siempre.
A lo mejor el heladero quedó esperando que le pidiese, yo sólo sé que me
llevaba, que caminábamos juntos, que me hablaba y tal vez yo también, que era
una delicia verla mirarme mientras besaba su helado de frutilla. Y sobre todo,
que pudo ser mi día más glorioso si el banco al que nos dirigíamos hubiese
estado vacío. Pero allí estaba, inexplicablemente sentado, viéndonos llegar, un
muchacho de color de nuestra edad.
Contrariado, con la amargura de comprobar que existía otro mundo allende
a mi voluntad, procesé vertiginosamente las posibilidades. Acaso fuera el
canalla del padre, seguramente un alcohólico empedernido, que abandonado por la
esposa (¡cómo sufriría mi ángel!) había formado hogar con una mujer de raza
negra por despecho (¿quién más lo acogería?),
imponiendo ahora (hora del perdón) a ese hermanastro que mi diosa
aceptaba con prodigiosa bondad. O quizás fuese un tío libertino (sin duda la
oveja negra de la familia) el origen de este primo con quien desde la niñez mi
santa cultivaba los lazos de la consanguinidad, demostrando que no hacía
diferencias entre sus parientes.
Por enterarme que se llamaba Romina pagué
que el otro era Fabio, un amigo que vivía en el balneario. Resistí el impacto
pensando que únicamente un corazón puro podía albergar tanta generosidad y me
perdí definitivamente en el canto de sirenas de su conversación, hasta el punto
en que no hubo nada más, ni siquiera cuando las hebras de oro espantaban la
mariposa de su sonrisa hacia el lado contrario.
A modo de ritual entrábamos a la plaza a las tres de la tarde cada cual
por su parte, comprábamos en el carrito cucuruchos de helado -ella frutilla, él
chocolate y yo sambayón- y nos sentábamos en el banco sombreado que se
convertiría en nuestra nave. Solamente en mis solitarios nocturnos arreciaba la
tormenta hasta que lograba visualizarla gracias al montón de discretas
recopilaciones hechas furtivamente. Pero por desgracia, mi fidelidad no la
aislaba del entorno, y si el contorno de su pecho se alzaba en la risa, era
contra el fondo de otra camiseta, y si descubría el campo de miel bajo su
ombligo, detrás aparecía un muslo magro refractando el cielo, y cuando el
cuello grácil se tensaba en la sorpresa, lo recortaba la arena oscura de un
rostro intruso…
El banco continuaba navegando las mansas tardes del verano y la
familiaridad nacía de su costumbre de tocar al que le dirigía la palabra;
apenas un pétalo de rosa que caía libremente. Lejos de disfrutarlo, tenía que
evitar incendiarme y apretaba las piernas haciéndome más notorio todavía, y las
volvía a aflojar rozando las suyas lo que era aún peor. Tuve que apelar a
cuanta inmundicia conocía para desinflamar la zona. Y como cree el ladrón que
todos son de su condición, no dejaba de espiar la tienda enemiga. ¡Casi lo
mato, era tan adhesiva que hasta una monja lo hubiese dibujado de memoria!
En los mediodías, que en los balnearios son mañanas, con las manos en la
nuca y siendo ya experto en como pasearíamos nuestras vidas juntos, la sentía
frágil y tímida, alegre y feliz, toda sentimientos y dulzura, e inventaba mil
caprichos que satisfacerle superando cualquier vergüenza. Aunque por más que me
esforzaba, ninguna imagen de archivo le correspondía a su cuerpo desnudo.
Los varones llegábamos cada vez más temprano e intercambiábamos frases
de ocasión hasta que amanecía la mano saludándonos de lejos. Fue inevitable que
nos conociésemos, Fabio distaba mucho de ser la mascota que yo hubiera creído.
Fragmentos de rutinas fueron perforando las corazas hasta instalarse en tercos
datos precisos. Si bien ella sería asistente social -¡quién si no!- y trabajaría
con niños, él pondría una tienda de artículos deportivos allí mismo en el
centro comercial. Yo declaré que me tiraría para el lado de la medicina sin
saber todavía en qué especializarme, porque la idea de ser ginecólogo me
pareció entonces de lo más estúpida.
Sin embargo, el día en que ella faltó comprendimos sobre qué abismo se
tendía su preciado puente. Cualquier intento por conversar fracasó y cruzamos
excusas simultáneas para retirarnos. Pero al día siguiente volvimos a navegar y
Romi deslumbró en todo su esplendor. Henchidos por la admiración con que nos
alentaba, rezumábamos felicidad cuando nuestros futuros comenzaron a
enriquecerse con el aporte ajeno. Y fue natural que me consultaría por la salud
de los niños que tendría a cargo y a él sobre los deportes que deberían
desarrollar.
Por un tiempo demoré mi ambicioso objetivo y fuimos tres amigos
equidistantes. A cambio, nos sentimos dueños de nuestras vidas y las entregamos
generosamente en un viaje que prometía no tener final. Eso sí, jamás claudiqué
en mi deseo y me juré tenerla sin importar lo que costase. La paz implícita
serenó mis noches aunque curiosamente me exigió más audacia en mis necesidades.
Fabio se quebró un brazo y la oportunidad me cayó desprevenido. No bien
Romi me enteró de lo sucedido que ya caminábamos tierra adentro buscando la
dirección de su casa para visitarlo. Condolida, me dejó consolarla a través de
la mano que apretaba suavemente la mía. ¡Ah, si ésa caminata hubiese sido
eterna! Yo tan hombre calmándola, postergando mis ganas de besarla... Claro
que, al pasar un cartel de helados, no pude evitar sentirme sucio de chocolate.
La madre de Fabio nos recibió con incómodos silencios que parecían
reprocharnos el calvario de su hijo, pero Romi la besó y se abrió paso hacia un
interior modesto y aseado a rajatabla. El escaso desorden que daba una
pincelada de hogar atañía directamente al monarca de esos lares. Lo encontramos
recostado en su cama, desamparado, y pudimos palpar su vergüenza. La sábana por
la cintura y el yeso en el brazo, a cual más blanco, le conferían un aspecto de
muñeco roto. La presencia rectora de la madre atravesaba la habitación pujando
con la calidez de Romi, que preguntaba e historiaba cada objeto a la vista
obligando a que Fabio se soltara. Yo contaba con que aquella dura mujer no
permitiría que su hijo me sacara ventaja de su condición -y me disculpo con que
los celos son la cara sucia del amor- pero se fue y la culpa me hizo ver
fantasmas recién nacidos. Estaban por doquier, en el espejo que mostraba un
abrazo carnal, en la ventana que reflejaba un largo beso, en las sábanas donde
se entrelazaban las manos, en los dedos que araban el pecho indefenso para que
la caricia calara más hondo… Cerré los ojos y saboreé la dualidad de la pasión:
furia y deseo, impotencia y hambre...
No pudimos ser en la plaza durante algunos días y sí en mis noches donde
me habitué a las fantasmagorías previstas. Fui delineando los detalles y vi en
los otros un campo privado al que yo tenía derecho. Descubrí que no hay mayor
placer que el que se causa sin saber, que el goce se desnuda hasta el alma, que
la satisfacción es pura en sí misma sin importar qué la causa. Y entendí, sobre
todo, que no solamente éramos tres, sino los tres a solas.
Con el tiempo, que es mucho medido en sentimientos y escaso para las
ganas, el viaje terminó. Nos mentimos que el año pasaría volando y que otra vez
estaríamos juntos, mas el naufragio era inminente y la pregunta me nació
espontánea: ¿Y bien, qué preferís, chocolate o sambayón? Quedó desconocida en
la traición, quizás porque no sonreía, y como siempre nos llevó consigo. Íbamos
con los cucuruchos de antorcha, símbolos que ya no nos complacían, con las
primeras gotas chorreándonos las manos. Y entonces ella -¡cuándo no!- en vez de
sentarse, plantó el helado en el banco. Lo contemplamos, comprendimos, y Fabio
aplastó el suyo encima y yo el mío sobre los dos. Nos fuimos riendo, felices de
dejar allí la flor desnuda de nuestros deseos.
Lo demás, lo de hoy, lo de siempre, solamente a nosotros nos concierne.
Hay certezas que sólo pueden existir en la adolescencia. No sé qué es lo
correcto ni me interesa, ésta es mi historia.
Fefé cruza las
rocas
Fefé se ha demorado demasiado jugando con su amigo el mar, la playa
reverbera su último esplendor. Ya no tiene tiempo de rodear por la carretera,
deberá cruzar las rocas si quiere llegar a tiempo a la fiesta de Zinho. ¡Y las
rocas son territorio de Los Perros!
Los Perros son muchachos de nadie. Se emborrachan sambando y se meten
con todo el mundo para darles miedo y robar lo que puedan. Por la noche se refugian
al abrigo de las rocas. Muy pocos tienen casa o mujer, y se contentan con los
más débiles.
Pero Fefé no quiere pensar en eso, en lo que podría llegar a sucederle
si lo atrapan. Prefiere irle contando a su amigo las cosas sabrosas que comerá
en casa de Zinho. Es su aniversario de nacimiento y la madre prepara riquísimos
pasteles que son como espuma.
Va por el interminable arco de arena mojada, con los zapatos atados
entre sí colgados de un hombro para no estropearlos. Su graciosa sombra se
disuelve en los colores puros.
-Usted lleva mucha prisa, Fefé. A ese paso le dolerán los pies. ¿Por qué
no se los refresca un poco?
-¡Me gustaría mucho, sí! Pero no tengo tiempo,
me agarra la noche y hay que cruzar antes que estén los Perros.
-¡Ah, ésos! No podrá ser por abajo, para cuando usted llegue ya lo habré
inundado. Y por arriba es muy peligroso, ¡lo van a ver! ¿Por qué no deja para
mañana?
-Para mañana no habrán quedado ni las migas.
-¿Cuál Zinho es, el de María?
-No, el hermano del Joao que sale del muelle grande. ¡Nos ha prometido
que pronto pescaremos con él! ¿Usted nos va a favorecer?
-¡Y, si no abusan!
Sin darse cuenta Fefé se ha ido metiendo en la conversación. Es un
alivio para los pies aunque se salpique el pantalón y sus pasos sean más
lentos. El faro de Bonfim ya raya el cielo buscando nubes y las rocas parecen
cerca pero no están.
Su amigo se ha ido retirando, le deja una vereda mojada que lo atrae
como borde de plato. Con la mirada fija en la oscuridad, apura conforme su
corazón le agita el pecho. Por fin el camino de conchillas aparece entre el pajonal.
Fefé se encarama y escudriña. Los Perros son un rumor de música que la
brisa cambia de lugar. Un arrastre de cantos, risas e improperios. A veces sólo
un fondo de guitarras que baja hasta donde su amigo baldea las piedras en que
estuvieron las gaviotas.
Si cruza tiene que apurarse, cuando salga la luna será peor. Si lo hace,
Chico lo admirará y Dadá no le va a creer. El faro parece decir que no, la
noche se aquiescenta y cada quien queda solo con lo que tiene.
De a poco se va adentrando conforme ve, le cuesta decidir por dónde y
las voces son más claras. Hay una dulce que canta muy bien y una gruesa que es
muy triste. Él también quiere cantar, ¡los cantos de la parroquia son tan
lindos! Pero no debe, reza como le
enseñó el padre Wagner. Encima, cientos de estrellas fulguran atentas.
Trastabilla y se le cae un zapato, tiene que bajar como un cangrejo. El
olor de los pescadores es fuerte en las grietas. De repente comprende y se
esconde.
-¿Quién anda? –La pregunta llega como una puñalada. El otro se mueve sin
reparo, lo va a encontrar. Tiene que huir pero es tarde. ¡Ojalá baste con la
paliza!, reza sin saber si Dios lo oye y el otro no. Una pedrada pica muy cerca
de su cabeza.
-¡Salí!
-¡Voy, voy! -responde temeroso saliendo a la descubierta. El otro fuma.
-¿Quién sos?
-Soy Fefé, el loiro de ´ña Marta, el de la capilla de Santa Ana.
-¡Fefé, soy Dirceu! ¿Estás loco?
Fueron compañeros de escuela un año. Dirceu es mayor; entonces un
muchachito escuálido de ojos saltones, ahora fornido y con un bigotito que
vislumbra en las caladas del cigarro.
-Voy a lo de Zinho, se me hizo tarde.
-No debiste venir por acá, no tienes idea de lo que te puede pasar.
-Pero vos también sos un Perro.
Dirceu tira la colilla y resopla la última bocanada. Los muchachos se
sientan a recordar y por un rato no hay nada más en el abismo de la noche. Pero
las cosas son aunque no se vean; y si se quieren ver, no hay noche que las
cubra.
-¿Te quedarás con ellos? ¿No volvés a la carpintería?
-No sé, no creo. Más bien estoy pensando en irme lejos.
-¿Querés que le diga a tu madre?
-¡No, no menciones que me viste!
La magia termina sin que se sepa quién teme y quién vive.
-Apurate, todavía podés.
Fefé hace sin mirar atrás. Por fin llega a la arena seca y se aleja
rumbo a la carretera. Ya no tiene miedo, sólo hambre de pasteles sabrosos. Nunca
supo lo mucho que a Dirceu le hubiera gustado ir con él.
El jarrón de caracolas
“¡No hay nadie, no hay nadie!”, susurraba el Penca. Tito sabía que lo
precipitaba demostrar que había encontrado algo bueno y estuvo a punto de
chistarle para que se callara, pero prefirió dejar que el augurio encarnase en
los gurises. Estaban ocultos en el frágil silencio de la noche, a orillas de la
luz encharcada por los plátanos sin poda que enclaustraban la calle. Un
depredador condenado asechando con sus cuatro pares de ojos hasta los más
mínimos detalles de la casa semioculta por el salvaje jardín. La múltiple
respiración contraía y expandía la angustia y la mixtura de sudores marcaba el
fugaz territorio. Tito lanzó el índice y el Rata la última piedra, que saltó la
maraña de rosales, golpeó la puerta y se quedó esperando. Ni un perro, ni otro,
ni el retemblor metálico de un camión, todo lejano, tuvieron que ver con la
casa dormida. La agobiante incertidumbre había terminado. El Rata y el Chingo,
sin saber quién contagiaba a quién, escurrieron un chucho, porque si Tito no
decía nada, el trabajo se hacía.
Para su tamaño el Penca se agazapó cuanto pudo, los nervios lo mecían y
los rosales lo aquietaban sin que pudiera putear. Por suerte, sólo le faltaban
un par de contactos para iniciar sus propios trabajos. Se consolaba pensando en
la hermana del Rata, que aunque feúcha, todavía era decente y lo aceptaría con tal de dejar el rancho
donde vivía, atiborrado de generaciones que se superponían en inextricable
parentesco. Él sabía muy bien cómo meterse de intruso en una vivienda, después
de todo, el país estaba pensado para los más ricos y los muy pobres. Y si había
traído al Rata para que se ganase unos pesos, tendría que ayudarlo con la
hermana.
Tito había hecho saltar la reja de una ventana trasera y los menores
tironeaban para arrancarla. “¡Despacio, van a despertar al barrio entero!”,
rezongó al Chingo que en su debut ponía todo el celo que creía necesario. Los
perros se incitaban hasta muy lejos haciendo imposible precisar el origen de
sus ladridos. La primera sonrisa apareció cuando el Rata, con mueca de duende
perverso, se acampanó con las manos las orejas que le valieran el mote de
“ratón” en una infancia remota que apenas sucediera ayer, porque había visto en
la vidriera de una tienda un impresionante walkman amarillo que ahora se podría
comprar.
Como en sus años de marinero, el hombre sólo despertó cuando los ruidos
se hicieron extraños. Se incorporó para ver por la ventana y por un instante
bebió la quimera de que eran su mujer y su hijo regresando: ella abría el
portón para que el niño entrara sin ensuciarse. Pero la imagen de archivo era
otra bruma en el mar del alcoholismo. No fue orgullo dejarlos ir, fue la
certeza de que les hacía daño; ellos tan corpóreos y frágiles, él tan fuerte y
navegado… En cambio, escuchó un quejido y vio la espalda entre los rosales a
pesar de que los ruidos provenían del fondo. Al levantarse para sacar el
revólver de encima del ropero removió a Pirata que maulló, resbaló en la
hondonada del colchón y volvió a ovillarse en la tibieza.
Los demás ya estaban adentro cuando el Penca fue descubierto y obligado
a rodear la casa para entrar por la ventana rota. Aunque oyeron su miedo, los
muchachos quedaron pasmados por el grito que diera el hombre al encender la
luz. Sólo el Rata atinó a esconderse en un dormitorio.
-¡Decile que salga! -intimó el hombre a Tito.
Por un instante creyeron que la cara roja iba a balearlos, sin embargo,
imponiendo silencio de puño y gesto, los fue apilando con pequeñas indicaciones
de revólver hasta dejarlos en el comedor, de espaldas a la puerta entreabierta
por donde saliera y con la gran mesa de por medio. Después se echó en un sillón
que golpeó la pared al hacerlo.
Desde el rincón opuesto Tito buscaba lo que podría ocurrir. El viejo
parecía bastante entero pese a la gran barriga que le mortificaba el
calzoncillo y a la cara más borracha que dormida. Cara que él conocía muy bien,
porque tuvo que aprenderla antes que nada… Espantó los recuerdos para salir del
pozo y se concentró en el seis tiros que manejaba con seguridad, quizás fuese
un milico retirado. De los cuatro él era el que estaba más alejado de la puerta
y los otros bloqueaban el espacio entre la mesa y un sillón largo bajo la
ventana, pero si se ponía pesado, tenía al alcance de la mano un enorme jarrón de
caracoles que podría arrojarle mientras se zambullía afuera. Empujaría al
tarado del Penca para que lo cubriese, seguro que no disparaba contra los
gurises.
¿Estaría pensando robarle el jarrón? ¿Sería posible que esas lacras no
cambien nunca, que haya que exterminarlas como alimañas? ¡Si lo toca le prendo
bala! Vio a su hijo sosteniéndolo a duras penas, a la madre atenta a que no lo
golpeara… Era la época de los cumpleaños y ése el que más recordaba. La habían
engañado, no eran caracoles marinos, ¿pero cómo decírselo? Entonces él callaba
mucho y ella haría otro tanto.
Me gustaría vivir aquí, pensaba el Chingo. Que las cosas que veía fueran
suyas. No robadas, suyas desde siempre. Haría los deberes sobre esa misma mesa
hasta que su madre le sirviera la merienda, y su hermana vendría a comer los
domingos y él cuidaría que los sobrinos no rompiesen nada. Sería fácil decirle
sí señor o sí papá a ese hombre que no tenía miedo ni de Tito. No se atrevía a
mirarlo mucho, prefería el cuadro que tenía encima: un barco de grandes velas
sobre olas puntiagudas con un cielo de bonitos colores.
Más que el hombre armado al Penca le preocupaba haber metido a Tito en
semejante lío. No era violento, pero si decía ¡nunca más!, mejor irse del
barrio porque nadie le daría bola. ¡Todo se había ido al carajo! También,
¿quién iba a suponer que el tipo se sucuchaba en esta piojera? Pa´ colmo no
había nada que robar, las cosas eran viejas y vulgares y seguro que no tenía un
peso partido a la mitad. Lo único que podría salvarlo era quitarle el fierro,
si pudiera conversarlo…
-Disculpe don, si nos deja ir le prometemos no volver a molestarlo y
además podemos arreglarle la ventana.
-Desnúdense.
-¿Cómo dice?
-¡Qué se quiten la ropa, idiota!
Tito cerró los ojos y cayó otra vez en el pozo, una oscuridad con manos
que empezaba con tufo a mugre y orina de vino. De acuerdo al primitivo
juramento de su dignidad quiso apretar los ojos para impedir el llanto pero ya
lo había hecho. Sin embargo, en algún lugar inexistente de su memoria, más
cerca que su madre que dormía en el vacío y que su padre que aplastaba la
rigidez de sus bracitos, aparecía ahora un gran jarrón de caracoles. Abrió los
ojos y comenzó a desabrocharse sin apuro, cuando soltaba el cinto vio que el
Rata le sonreía al amparo de la remera que se quitaba. El Chingo los imitó y el
Penca, que se había quedado pensando, se apresuró a bajarse los pantalones. De
los championes no dijo nada, pero como Tito se los sacó, todos lo hicieron.
Desnudos, tensos, sorpresivamente enhiestos, al hombre le hizo gracia
verlos. En cueros no parecían el creciente peligro que según la radio amenaza a
la sociedad, ni el jefecito tenía pelotas. Le hubiera gustado obligarlos a
bañarse y que se lavaran la ropa, mas no eran los sucios que habría imaginado.
Incluso la ropa, aunque medio estrafalaria, estaba bastante nueva; se preguntó
si su hijo andaría así vestido. Recordó otros desnudos de su juventud,
marineros en cubierta a baldazos de agua salada; ¡ésos sí eran hombres!, pero
estos… El botija de la punta que temblaba como vara verde ni emplumado estaba,
el de las orejas puntiagudas era un animalito escurridizo de esos que nacen
bandidos y no hay nada que hacerle, y al flaco se le veía en la cara que daba
el culo con tal de salvarse; en el jefecito estaba toda la resistencia de la
pandilla. Parecía una de esas estatuas que se ven en los museos, menudo y
dibujado, con tetillas como lunares y el pito haciendo uno con las bolitas. Le
molestaba que lo observara y disimulaba desafiando, como midiéndolo a él
también. Si intercambiaban el aliento seguro que lo quebraba. No tenía prisa,
pero eso sí, no lo dejaría hasta que pudiera olerlo de lejos.
El Chingo estaba erizado, por la puerta entraba una corriente que le
daba la sensación de tener la cola mojada. Era el único expuesto de cuerpo
entero y eso lo ponía nervioso, era como estar en penitencia desnudo. Trataba
de cubrirse sin agarrarse como si hiciera barrera en un partido de fútbol. A su
lado había un mueble largo un poco más alto que la mesa y después estaba el
hombre sentado. Llenaba todo el sillón, el cuerpo muy blanco con pintitas rojas
y negras, solamente bajo el cuello la piel era rosada. No tenía cara de malo,
sólo de enojado. Si parecía loco era por los ojos como mojados y por el pelo
alborotado, todo gris, como el que se le enredaba en el pecho. Si no fuera por
eso parecería con tetas; no como las de su hermana, al contrario, grandes y
chatas. Tenía tatuado uno de los gordos brazos, no veía qué, y las rodillas muy
separadas le brillaban. Los pies y las manos eran enormes, en una el revólver
como dedo de robot. Casi no se le veía el calzoncillo por la posición y la
panza. Por la bragueta asomaban pelos oscuros sobre algo blanquísimo, y contra
una pierna le abultaba mucho, como si aprisionara un globo colorado.
-A ver botija, andá al cuarto y traeme la botella, los cigarros y el
encendedor. ¡Prendé la luz, no vayas a romper nada, ¿eh?!
El Chingo se avergonzó como si también pudiese verle los pensamientos. Pasó
rapidito cerca de las manos y tanteó la pared para encender la luz, sobre la
cama se lamía un gato. Había un olor que no supo a qué porque eran varios. La
botella estaba en el piso y los cigarrillos sobre la mesita de luz junto a un
portarretratos: una mujer con gracioso sombrero sujetaba de la mano a un chico
disfrazado de marinerito. El gato se le acercó remedando un maullido y le
olfateó los genitales. Con la vista fija en la desvaída fotografía comenzó a
mesarle el lomo desde la cabeza hasta la punta de la cola que se le paraba cada
vez…
-¿Y, para cuándo?
El muy cerdo pensaría quedarse ahí sentado toda la noche fumando y
bebiendo. Una lástima, porque si se calentaba con el Chingo que es tiernito o
fuera de esos que les gusta que los pinchen y entonces Tito tendría que
encargarse, él podría reducirlo. Con el Rata no se podía contar, no sólo era
asqueroso hasta desnudo si no que el muy sabandija se las tomaría apenas
pudiese. ¿Y a él? ¡No, con él no se metería! Pero si lo obligaba a chupársela
lo mataría, no había matado a nadie pero lo haría. De todos modos no tenía de
qué preocuparse, Tito no se dejaría tocar un pelo, le estaría siguiendo el
juego no más.
La botella estaba vacía, lo cual no tenía nada de raro; tampoco que otro
paquete de cigarrillos fuese basura. Pirata regresó maullando de la cocina
porque no encontró su comida y se restregó entre las piernas de su dueño. El
frío de la madrugada había estacionado en el comedor y hacía rato que los
muchachos se apoyaban en lo que podían. La cortina a sus espaldas se iba
trasparentando y supo que sería el final; como decía el Capitán, “Por más
embravecida que esté la mar, el viaje siempre ha de terminar: a puerto o a
pique”. Se puso de pie metiendo la cabeza en el humo que él mismo hiciera, los
vio agitarse, chocar entre sí, con la mesa, con el sillón; se bamboleó el
jarrón de caracolas. Las manos iban venían de las bocas a los pitos, los codos
se anteponían por la fuerza, sostenían posiciones grotescas… Todo con tal de no
provocar al revólver que apuntalaba cada paso del hombre que rodeaba la mesa
despacio para encarar al jefecito. Vio el pecho infantil sin resistencia, que
nunca más quería levantar los brazos inútilmente, e intuyó un mensaje
desconocido…
Tito implotó, en un instante quedó hermético sobre el sillón
protegiéndose absurdamente con el jarrón de caracoles. Sus entrañas salmodiaban
SI ME TOCA LO MATO SI ME TOCA LO MATO SI ME TOCA… Se apretaba con todo el
cuerpo: con la cabeza las rodillas, con los muslos el pecho, con los talones
las nalgas, con los brazos las piernas, con el jarrón los pies. …LO MATO SI ME
TOCA LO MATO SI ME TOCA LO MATO ¡NO PAPI NO! ¡TRANQUILO M´ HIJO TRANQUILO! SI
ME TOCA LO MATO SI ME TOCA LO MATO SI ME TOCA…
El Penca fue el primero en salir corriendo seguido del Rata con una
dulcera de vidrio tallado con pie y tapa de madera y cereza falsa de adorno que
manoteó a la pasada, detrás Pirata desperezándose. El sol entró muy adentro,
hasta el barco de grandes velas, y el Chingo que quedara encerrado entre la
puerta y el rincón, asomó su asombro mientras el hombre lo entendía todo.
-¿Qué te han hecho, botija, qué te han hecho?
Los albinos del
mar
El primero de octubre de mil novecientos setenta y cinco, el “Cruzud”,
carguero mediano con bandera de conveniencia, navegaba hacia el norte en medio
del océano Atlántico casi sobre el trópico de Cáncer, desatendiendo todas las
prohibiciones satelitales. Iba hacia un encuentro fatal. Pese a estar en un
mediodía de aguas serenas y luminosas, a estribor el horizonte anochecía
prematuramente. Se había formado el “Suegra”, un huracán de grado cinco que
iría a estrellarse en el Golfo de México arrasando cuanto encontrase a su paso.
“Cuando los marinos están en tierra quieren embarcarse para ganar dinero
pero cuando el mar está bravío darían cualquier dinero por estar en tierra.”
Éste era el pensamiento del Jefe de Máquinas, el más veterano de los tripulantes.
Todos estaban muy nerviosos; treinta y cinco hombres en total incluyendo al
Capitán y a Bjorn Andersson, quien había contratado el flete. La tripulación
sabía que las bodegas semivacías del “Cruzud” le conferían máxima
maniobrabilidad pero no entendían la terquedad de mantener rumbo fijo hacia el
desastre, en menos de una hora se jugarían la vida. Por eso, en la cabina del
Capitán, éste y Bjorn Andersson discutían acaloradamente por última vez:
retirarse de inmediato o esperar la hora convenida para recoger la carga.
-¡Nos vamos! -insistía el Capitán.
-¡De ninguna manera, ya casi es la hora! -porfiaba Andersson.
-¡No comprende, no tenemos ninguna posibilidad! ¡Aunque lográsemos subir
la carga a bordo no habría tiempo de escapar y todo sería en vano!
-¡Cuando lo contraté fui muy claro, Capitán!
-¡No puedo arriesgar la vida de los hombres, ninguna carga lo vale!
-¡Ésta sí, créame!
-¿Está loco, no comprende nada de lo que le digo?
-¡Cada palabra, Capitán! ¡Cada palabra!
-¡Yo soy el responsable y no voy a…!
-¡Capitán, pagué generosamente para que me llevase a un lugar, en una
fecha y a una hora exacta! ¡Todo muy preciso! ¡Y ya casi estamos ahí!
-¡Pero acá no hay nada, vaya al radar y convénzase usted mismo! ¡Somos
los únicos idiotas en el camino de ese huracán! -Como dándole la razón al
Capitán, la cabina se mecía cada vez más pronunciadamente.
-¡No necesito ver el radar, sólo que se cumpla el plazo!
-¡Los hombres están muy nerviosos, en estas condiciones no podrán subir
ninguna carga a bordo!
-¡Entonces dígales lo que quieren escuchar!
-¿Qué?
-¡Qué les pagaré a cada uno de ustedes lo que ganan en un año!
-¿Pero qué carga es ésa que está dispuesto a perder la vida?
-¡Quedamos en que no habría preguntas, Capitán! ¡Aguarde y verá!
-¡Debe ser muy valiosa!
-¡Mucho, mucho más de lo que pueda imaginar!
Ya por cumplirse la hora, el “Cruzud” escoriaba entre olas inmensas
tratando de conservar la posición. Los hombres atados en cubierta semejaban
flecos de la desgracia. Estaban hipnotizados por las incandescencias que
preñaban las panzas de las nubes.
-¡Madre de Dios -dijo uno, -es el fin del mundo!
El Capitán alternaba la atención entre el huracán y el reloj. En cada
zozobra se juraba que sería la última, pero el barco se restablecía y aguardaba
un poco más. También Andersson alternaba entre el reloj y el mar, pero su
atención estaba en dirección opuesta, donde las olas eran todas iguales y ninguna
traía lo que esperaba.
Sobre la hora el Capitán tomó la decisión. Mar y cielo eran un revoltijo
de relámpagos y espuma y ya no existía el mediodía en que deberían estar. Iba a
gritar las órdenes de retirada cuando escuchó la comunicación del cuarto de
radar. “¡Capitán, hay algo a popa, cinco grados a babor!” Salió del puente a
tiempo de oír los gritos de Andersson
-¡Llegaron! ¡Vengan, llegaron!
No podían dar crédito a lo que veían, entre las olas aparecía y
desaparecía un lanchón de madera repleto de náufragos, impulsado por dos
hombres que remaban vigorosamente. Cuando estuvieron junto al barco pudieron
ver que se trataba de…
-¡Niños, son niños! –gritó el que estaba más cerca. Tampoco los remeros
llegaban a hombres, serían poco más que adolescentes.
-¡De prisa, súbanlos! –gritó el segundo al mando.
Los niños estaban aterrados pero ninguno lloraba. Miraban suplicantes a
los hombres que los arrancaban del lanchón como si fuesen paquetes. Los motores
del “Cruzud” rugían sin avanzar. En realidad, el barco giraba sobre sí mismo
para echar cola al huracán.
-¡Ahora ustedes, rápido! –dijo el marinero que estaba más cerca. Pero
los muchachos volvieron a remar, esta vez para alejarse.
-¡Están locos, vuelvan acá! -les gritó. Después, comprendiendo que no le
harían caso, trepó rápidamente a cubierta.
El segundo al mando, que supervisaba el rescate porque el Capitán estaba
en el puente ordenando las maniobras de escape, casi se infarta por lo que vio.
¡Aquellos locos del lanchón se habían zambullido en el mar como si fuese una
piscina!
Más tarde, mientras barco y tripulación se recuperaban del esfuerzo, el
Capitán reflexionaba en su cabina. Andersson se había encerrado en el cuarto de
comunicaciones a redactar faxes urgentes. Y tras haberlos revisado, el médico
había asegurado que los niños se encontraban en perfecto estado pese a lo
vivido. Por el aspecto albino, los definió como hijos del mismísimo polo norte.
Eran trece, nueve varones y siete niñas, entre seis y ocho años. No traían nada
particular consigo ni entendían ningún idioma conocido. Hablaban lo que el
médico definió como una mezcla de ruso borracho y noruego loco. Quizás un
dialecto de vaya a saber dónde. Por otra parte, el lanchón en que habían
llegado, de la época del “Titanic”… Sin embargo, el primer premio a la locura
se lo habían ganado los dos que saltaron al agua. Nadie remaba tanto para
suicidarse.
A la mañana siguiente, la que pensaron que no llegarían a ver, el
Capitán encontró a Andersson recostado en la borda viendo el horizonte.
-Sé que no debo hacer preguntas, pero…
-Creo que se lo merece, Capitán. Esos niños pertenecen a la raza que dio
origen a la humanidad tal como la conocemos. Tiareses, somos tiareses porque
“Tiara” se llamaba la nave en que llegamos mucho antes que aparecieran los
dinosaurios. Fue la cuarta expedición que se hizo para evaluar a este planeta y
la única que aterrizó. Buscábamos colonizar, lo que finalmente no se aprobó.
Algunos de nosotros escapamos y nos instalamos aquí, en una montaña de origen
volcánico. Desde entonces ése es nuestro hogar. No nos buscaron porque nuestras
leyes respetan el libre albedrío; eso sí, quedamos a nuestra merced. Con el
tiempo la montaña se convirtió en isla y comerciábamos con los barcos de paso:
fenicios, vikingos… Y sobre todo, algunos de nosotros salimos a vivir en otras
civilizaciones para asegurarnos la supervivencia del planeta que también es
nuestro. Como vio, todavía lo hacemos cada tanto. Esos niños serán adoptados en
hogares de diferentes partes del mundo. Luego la montaña se sumergió
definitivamente en el océano y allí seguimos, conservando nuestras costumbres y
respetando las de los demás. Es la leyenda de la “Atlántida”. Ahora, Capitán,
usted es libre de contar la historia como le parezca.
Nadies mata
Ovidio Nadies estaba contrariado, se venía semana santa y la empresa
cerraba otra quincena para completar la licencia del personal. En cualquier
momento los retardados de siempre comenzarían con el rollo habitual: primero a
fanfarronear sobre dónde, cómo y qué irían a cazar, y enseguida, con el
consabido ¿Y vos qué vas a hacer, Ovidio?, a suponer todo tipo de estupideces
para reírse a costa suya. Qué importaba que supieran que él no toleraba bien la
vida al aire libre… Era alérgico a casi todo lo que flota por ahí. Y tampoco
pertenecía a esa clase de bárbaros que se convierten en animales para matar a
otros animales; tantos años de civilización tirados a la basura. No, eso no es
ser un hombre; ¡él, era un hombre! Hombre y caballero, un señor que respeta la
vida que merece ser respetada.
¡Qué iban a saber ésos de ir al cine, al teatro o a un concierto; qué de
una exposición o una buena lectura! No, ellos bailongo y chupindanga, y cuanto
más mujeriegos y más borrachines mejor. Ya en carnaval cuando la empresa
también cerrara había pasado lo mismo, cada bobo planeando su viaje y hasta el
cadete se iba a Brasil. Él, en cambio, había estudiado cuidadosamente la agenda
de espectáculos que ofrecía la ciudad, pero bastó que invitara a sus sobrinos a
pasear, esos demonios, que ya quedó fatigado para toda la licencia. ¿Es que
nadie educa, a nadie le importa el otro? ¿Cuándo había cambiado tanto la
sociedad? La culpa era de la maldita televisión que echaba todo a perder.
Bastaba ver cómo se les caía la baba a los taraditos hablando de esas putitas
que salen en los programas cómicos. ¡Pero si no saben decir ni dos líneas de
corrido, qué va a ser humor eso!
Hasta la Srta. Chones Coll, que en realidad pensaba como él, se callaba
y festejaba con una risita los comentarios de los imbéciles. Sobre todo los de
Galán, que es tan buen mozo, como dice ella. Pero bien que Galán le daba pie al
baboso de Moratorio para que se burlara de él, y entonces, ¡Ay, pobre Ovidio!
decía la señorita y todos a reír. Eso sí, a primera hora ellos leyendo el
diario mientras él hacía el café. La Srta. Chones Coll el suplemento, Moratorio
policiales y Galán y el cadete los deportes; luego el bobo de Ovidio a
compaginarlo antes de que llegue el Sr. Gerente. ¡Le queda tan prolijito!
agradecía la señorita, y él se quedaba sin las reseñas de espectáculos que es
lo único que le interesa.
Tal como lo había previsto, después de turismo, como llaman los paganos
a semana santa, un olor espantoso inundaba el comedor. Y va una presa de liebre
a la cazuela y viene un trozo de tararira al escabeche. ¿Querés probar Ovidio?,
dale nomás, con confianza; ese era el permiso para iniciar las humoradas de
siempre que empezaban con un ¿Y vos qué hiciste? El cadete tampoco había ido a
ninguna parte, pero había jugado tanto al fútbol que no lo molestaron por no
tener novia o por no haber andado por ahí, como hacían “los expertos” cuando
tenían su edad. No, al chico le daban libre, para fastidiar estaba Ovidio.
Sin matar algo, aunque fuese por gusto, nadie es un hombre; ésa parece
ser la consigna. Y de tanto rechazarla, de tanto aborrecerla, de tanto
fustigarla, la idea se le fue instalando. Empezó como un juego al abrigo de la
cama antes del merecido descanso. El jabalí que dejaba inerte de un solo tiro,
marcando con el caño del rifle el sitio exacto donde moriría la alocada
embestida mientras a su espalda, donde hubiera sacrosanto silencio, estallaba
la admiración. O si no, la nutria que indolentemente dejaba escapar luego de la
andanada errónea de sus compañeros, y la pregunta muda de las miradas que él
ilustraba con un ¡Es una madre! Ya cuando el sueño casi lo vencía, tiraba el
ril con displicencia y recogía la mejor presa sin mirar a nadie para no
humillar; caballerosidad deportiva que le dicen. Eso enseñaría. Lástima no
haber sido inglés para pasear su elegancia en la cacería de la zorra o español
para mostrar su gallardo porte de torero.
Y en la semiinconsciencia que antecede al sueño profundo, donde vamos
dejando de ser plenipotenciarios para sumirnos en la noche grande que
piadosamente no recordaremos, en ese caldo de cultivo la idea fue socavando su
integridad para instalarse como una infección, como un cometa que parece
siempre igual y sin embargo se acerca. ¡Pero si cualquiera puede matar! Un crimen,
salir en los diarios. Y sin un motivo, ¡qué dice, sin un prontuario!, la
policía jamás podría descubrirlo.
Una tarde lo sacaron de las casillas y estalló, bien clarito les había
dicho lo que opinaba de personas como ellos. Moratorio también se había enojado
y casi llegaron a insultarse. En realidad, por bien insultado se tendría que
haber dado ese abombado si supiera entender que le calzaba el sayo, pero no hay
caso, el que nace para pito no llega a corneta. Si no resultó peor fue porque
la Srta. Chones Coll salió de gerencia pidiendo silencio, qué así no se podía
trabajar, y anunciando que el Sr. Gerente quería saber lo que estaba
ocurriendo. ¡Mejor, que se enterase! Todo había empezado con Galán y Moratorio
aconsejando al cadete sobre cómo convertirse en hombrecito y vanagloriándose de
lo que hacían a su edad, y mientras tanto lo miraban de reojo como si él fuese
estúpido. Es fácil hablar del pasado, cada quien lo presenta según le conviene
y la más mínima referencia alcanza para darle credibilidad. Y como él era
soltero, cuchicheaban provocando la risa del mocoso. ¡Él comprendía muy bien el
juego que se traían!
Después del encontronazo vinieron días de trabajar a reglamento. ¡Ojalá
fuese siempre así!, levantaba la vista y encontraba todo en su lugar, ordenado
y prolijo. Los biblioratos en los estantes, caratulados por su propia letra
legible y angulosa, de innegable carácter modestia aparte; cada quien en su
escritorio cumpliendo escrupulosamente las tareas; el inevitable polvo flotando
en la luz dorada de la tarde sin que nada lo perturbase; apenas un tránsito
necesario, de voces respetuosas del trabajo de los demás; la satisfacción de
que el Sr. Gerente no tuviera que anunciarse con carraspeos si salía de
Gerencia o el simple hecho de oírlo trabajar. Pero el susto no les iba a durar
por mucho tiempo, los conocía de sobra.
La idea, que como una novia pasional lo esperaba apenas salía de la
empresa, fue sabiendo del revólver que guardaba en el ropero, que lo heredara
de su padre, que hacía más de treinta años que no se usaba, que permanecía
impecablemente conservado dentro del estuche con su respectiva caja de balas...
Y por lo tanto, le susurraba que nadie podría relacionarlo con él si se
disparaba.
Y una tardecita sabatina, con una satisfacción que no sabía cómo
salírsele y que lo hacía pisar de otra manera, se instaló en un bar del parque
de diversiones escogiendo una mesa al aire libre para ver pasar a la gente.
Pidió cerveza, bebida que no era de su agrado y le hacía bastante daño, pero
que le pareció la más adecuada para la ocasión. Cada tanto se complacía en
arreglarse la caída del saco que el arma deformaba. Muchos le parecieron
merecedores de recibir un balazo por una u otra razón, pero ninguno supo ser el
candidato en particular. Elegirlo no le resultó tan sencillo como imaginara y
regresó frustrado.
Moratorio estuvo enfermo y faltó una semana. Fueron días de júbilo y
cultura donde intercambió comentarios cinéfilos con la Srta. Chones Coll. Ella
admira a Robert de Niro y hay que admitir que es un buen actor además de tener
un porte recio y varonil; no tuvo ninguna objeción en elogiar sus películas que
son realmente buenas. Hasta Galán escuchó con atención y habló cuando le
correspondía. También Esteban, el cadete, atendió aunque lo suyo pasa más por
los tiros, las trompadas y las correrías en autos. Es un buen muchacho, sano,
trabajador y honesto. Cuando dice que va a un sitio es verdad, no como
Moratorio que los días de lluvia se mete en una matinée pornográfica en vez de
salir a vender y antes de regresar pasa por un chorro de agua para recibir las
lamentaciones de la Srta. Chones Coll por su estado.
La hija del Sr. Gerente se casa y la Srta. Chones Coll está ocupadísima,
sin ella todo el mundo a trabajar a rajatabla. Los días rinden y la oficina es
un paraíso, hasta tuvo tiempo de notar que Esteban andaba cabizbajo. ¿Qué le
pasaría? Un muchacho de esa edad no puede tener problemas graves, si no, qué
deja para los hombres. Él también anda un poquito fatigado, hace días que no
duerme bien, como si no descansara.
Lo hizo. Eligió el domingo a media tarde para que toda la información
estuviese en el diario de la mañana, pero por desgracia perdió Peñarol y nadie
reparó en policiales. Para que vean qué buen ojo tiene, se trató de un hombre
con profusos antecedentes por hurto y rapiña a mano armada, y con agravantes.
Lo encontró sentado en un muro, como si faltaran bancos en la vía pública. Fue
verlo y reconocerlo, porque lo miró con ese típico desprecio de los inadaptados
por la gente seria, y se eligió solito. Bajó unos escalones a su espalda, se
fijó que no hubiese nadie prestando atención y descorrió el seguro del revólver
que hizo un ruido tremendo. Le disparó en plena cara porque en ese preciso
momento se daba vuelta. Murió hace tres horas.
Ya todos lo saben, el cadete dejó embarazada a su flamante novia. Otra
boca a pedir comida entre los hambrientos porque el padre no tiene edad para
serlo ni donde caerse muerto. ¡Qué se embrome por hacerles caso a los idiotas!
¿Por qué no vienen ahora los consejeros a felicitarlo? Sólo la Srta. Chones
Coll le dio un beso para levantarle el ánimo y de paso preguntarle qué haría.
Se va a casar; o sea, a un problema le agrega otro mayor. No dirán que la chica
que dio el mal paso sabe atender un hogar, si sus sobrinos son unos salvajes, a
quién podían educar esos dos que ni siquiera saben limpiarse el traste. ¡Ah,
pero así va el mundo! Por algo él no había querido casarse; y no porque le
faltaran oportunidades, ¿eh? Sin ir más lejos... ¡Bueh!, los caballeros no
hablan de esas cosas. Es cierto, una desgracia no haber encontrado a la
compañera adecuada, pero no por eso se iba a arrojar en brazos de cualquiera
cayendo en un estado peor. En cuanto a lo otro, iba a tener que esperar a que el
revuelo pasara un poco antes de volver a intentarlo.
Hace casi seis meses del primer homicidio y todavía nada, la prensa lo
llama “El dominguero”. Recién el tercero le dio algo de fama, un comerciante
lleno de deudas -un estafador, estaría mejor dicho- que dejó en la calle a
viuda y tres hijos. ¡Eso es lo triste, las víctimas inocentes de estos
sinvergüenzas irresponsables! Vaya a saber en qué se gastaría la plata, en
pagar seguro que no. Sin embargo, la primera satisfacción se la dio la vecina.
¿Va a salir don Ovidio? Como todos los domingos doña Clara.
¿No se enteró que anda suelto un
asesino? Señora mía, si yo dejara de hacer mi vida porque un asesino se pasea
libremente, no podría llamarme un Hombre.
En la Oficina todo comenzó un jueves y no por el diario. La Srta. Chones
Coll tenía el cumpleaños de su ahijada al domingo siguiente y no se animaba a
salir de su casa. Ovidio se ofreció a acompañarla y quedó gratamente
sorprendida; no hubo bromas esta vez y el tema quedó instalado. Galán opinó que
el asesino era un homosexual reprimido porque mataba hombres y Moratorio en
seguida se subió al carro. ¡De ninguna manera, los cortó, el modus operandi no
concuerda con ese perfil! Así captó la atención de todos, la Srta. Chones Coll
estaba fascinada con sus conocimientos. Obviamente se trata de un hombre que no
está de acuerdo sobre cómo marchan las cosas, dijo; ¿Y quién lo está? Vamos a
ver si es tan hombre cuando lo agarren, replicó Galán. ¡Pero qué lo van a
agarrar, lo chantó, si la policía sólo encuentra a los que llevan en la frente
un cartel de culpable! Es evidente que “El dominguero” no tiene antecedentes y
matará a cuanto atorrante se le antoje. Después de ese punto final inobjetable,
todavía se jactó, No sé ustedes, pero yo duermo tranquilo.
Nadie habló de fútbol al lunes
siguiente pese a que no hubo otro asesinato. En la página policial, a falta de
cadáver, los cronistas fantaseaban sus especulaciones para que el tema no
muriese. En lo único en que acertaban es en la posibilidad de que volviera a
matar. ¿Usted qué piensa, Sr. Ovidio?, le preguntó el cadete. Creo que deberías
ocuparte de educar bien a tu hijo para que cuando crezca no sea un delincuente
como esos estúpidos que la prensa llama víctimas de “El dominguero”. Sé que
estuvo un poco duro, pero una palabra a tiempo es el principio de la
prevención. ¡No vaya a resultar candidato como algunos que yo conozco!, insinuó
en voz alta para que lo oyeran.
Hasta con el Sr. Gerente tuvo que hablar del tema. ¿Pero señor, toda la
ciudad es una porquería y nos vamos a preocupar por unos pobres diablos que
bien merecido lo tenían? Sinceramente, no creo que usted o yo corramos riesgo
alguno. El hombre se está poniendo viejo, pudo notarlo viéndolo de cerca, y no
sólo por sus temores. Lo fue observando a partir de ese día y efectivamente
está más lento, menos enérgico. No sé si la charla tuvo algo que ver, supongo
que sí, lo cierto es que cuando tuvo que viajar al exterior por unos días, le
pareció lo más natural que la Srta. Chones Coll y él quedasen a cargo de la
Oficina.
Cometió una imprudencia y casi lo descubren. Al salir de su casa lo
pechó un imbécil. ¡Disculpe!, le gritó para ver si entendía la ironía, y el muy
atrevido lo insultó de lejos nomás. Lo persiguió unas cuadras y aunque todavía
era pleno día, le descerrajó un tiro en la espalda. No murió, quedó inválido.
El identikit que pasa la televisión es graciosísimo, sólo tienen en común el
bigote y los lentes. Cierto que se espera que un criminal tenga la mirada
pervertida, pero por qué hacerle el pelo así, cuando él nunca sale desalineado.
En lo único que lo benefició fue en la edad, entre cuarenta y cuarenta y cinco
años, diez menos de los que tiene. La gente sólo puede vivir en paz cuando el
monstruo es conocido, nadie puede imaginar que haya nacido una nueva especie.
El lunes todos sabían que había sido en su barrio, incluso Moratorio
hizo notar el parecido con el dibujo y ya estaba a punto de tomarlo para la
chacota reconquistando su viejo lugar. Veo que no tiene miedo de que efectivamente
sea yo, le dijo; y por el tono o la réplica puntual, siguió conservando las
riendas. Enseguida Galán atacó con que si realmente pensaba que alguien podía
arrogarse el derecho de decidir quién vive y quién no. Se parece, estimado, le
dijo mirándolo a los ojos, a cuando ustedes salen de cacería. ¿Pero no va a
comparar a la gente con los animales?, retrucó. Por supuesto que no, las
criaturas inocentes no me han hecho nada, le sonrió.
La empresa cierra definitivamente, ¡vaya navidad que les espera! El Sr.
Gerente tiene que operase y no se sabe cómo quedará, y la hija está bien casada
y nunca mostró interés alguno por las importaciones. Hace tiempo que se vive un
clima de velorio permanente y una vez más fue ejemplo para todos, porque tuvo
la satisfacción de que se especulara con que él podría quedar al frente de la
empresa; hasta la Srta. Chones Coll lo vería con buenos ojos. Pero no, no puede
ser, les dijo llanamente; cada quien sabe cuál es el lugar que le corresponde
ocupar. Galán ya se retiró porque tiene intereses en Punta del Este, el que
está muy preocupado es Moratorio que se imagina trabajando por cuatro pesos
locos a su edad. ¿Y usted? Bueno, señores, yo pienso vivir de mis ahorros hasta
que me jubile, que para eso los tengo y sé cómo disfrutarlos. A la que trató de
animar es a la Srta. Chones Coll; usted es joven y bonita, y con las excelentes
referencias de que dispone, entre las que me incluyo si me disculpa el
atrevimiento, no tendrá ningún inconveniente en conseguir otro empleo, y hasta
mejor remunerado. En cuanto a Esteban, vive con los suegros que son quienes
paran la olla y ya encontrará otra cosa; para él es fácil porque tiene toda la
vida por delante. ¿Y qué piensa que hará “El dominguero”?, le preguntaron ya
resignados a su suerte. Supongo que como yo se retirará, porque sin importar a
cuantos mate, siempre habrá más que lo merezcan. Claro que puede haber otros
asesinos, porque cualquiera puede matar, pero éste creo que no, que ya tuvo
suficiente. Eso sí, todavía le han de quedar algunas balas en la caja.
Vacunas sociales
¡Secuestrado, qué increíble! Lo que tanto temiera la vieja al fin
ocurría. Y por gente fina, ¿eh? Nada de chapuceros, profesionales. ¿Cuánto
valdría? ¿Cuánto le sacarían al viejo? ¿Doscientos mil?, ¿más? ¡Pobre, qué
bajón! Él que lo había hecho todo por la familia ahora tener que perderlo así…
Juan Andrés se levantó y apoyó nuevamente la oreja contra la puerta,
nada. Silencio, un ruido indescifrable, más silencio. Volvió a la cama y siguió
repasando, no podía perder detalle. Habría mucha gente a quien contárselo. A
los amigos, a los compas del club, del prepa; quizá también a los profes. Y por
supuesto, a sus padres y hermanos. Es más, la casa estaría llena para
recibirlo; el Doctor, abuela, los tíos, primos… Hasta Magdalena andaría por ahí
chusmeando mientras servía, todos querrían saber. ¡Ay primo, qué historia! ¿Y
la policía, estaría al tanto?
¡Lolo, Maxi, oigan! A lo grande che, me trataron a cuerpo de rey, esos
tipos sí que saben lo que hacen. Yo estaba en la nave de la vieja con la radio al
mango… El sábado, de mañana, en el estacionamiento del súper. La vieja estaba
adentro… ¡Sí, una suerte, porque si no le da un ataque! Bueno, lo cierto es que
apareció de golpe y me lo puso acá, así, te agujereaba sólo de apoyártelo.
¡Cerrá los ojos!, me dijo... ¡Y lo hice!, ¿qué querés que hiciera? ¡Sos bobo,
mirá si iba a arrancar el auto! El tipo abrió la puerta, me ordenó que bajara y
que no mirara, que me dejara llevar. Enseguida paró una camioneta cerrada, de
esas nuevas que abren con corrediza, ¡y zas, pa´ dentro! Me encapucharon de
inmediato.
Volvió a escuchar en la puerta. Revisó el baño, otra vez la puerta, y se
echó de nuevo en la cama. ¡Claro, cómo no iba a estar enterada la policía! No
señor, no podría describirlos; usaban una media transparente que les
desfiguraba la cabeza. Eran tres hombres mayores, de treinta o cuarenta años;
no, nunca los había visto. No sé, me llamó la atención que no parecían malos,
más bien gente educada. Profesores o empleados de banco; ya sabe, como los de
donde fue director mi padre. No, ninguna seña particular. Sí, hice todo lo que
me dijeron. ¿El lugar? Bueno, parecía el cuarto de servicio de un apartamento
grande. Dormitorio y bañito, en un piso alto, subimos mucho por el ascensor.
No, ni idea. No, no tenía ventanas y la banderola del baño estaba trancada;
pero entraba poca luz, como si diera a un ducto. Al cuarto le habían sacado
todas las cosas, se veía en las paredes. Estaba la cama, una mesita de luz
vacía y un ropero cerrado con llave. No, nada más, estoy seguro.
Le pareció oír algo, saltó a la puerta. Puso una oreja, la otra, nada.
Como si no hubiera nadie; pero estaban, estaba seguro. Metió la mano en el
pantalón y comenzó a rascarse, se sentía raro sin ropa interior. Lo habían
metido al baño y obligado a desnudarse. Por la puerta fue tirando prenda tras
prenda hasta quedar completamente en bolas, en ese momento se asustó. ¿Le
devolverían sus cosas? El reloj, la pulsera, el anillo, la cadenita… Salió del
baño cuando ya se habían ido, sobre la cama encontró un pantalón deportivo
viejo.
¡Ay má! Sí, la comida era buena, de esas que se compran por ahí. Sí,
bastante, con postre y todo. Claro que estuve limpio, podía bañarme si quería.
¿Puedo ir al recital? De rock má, en Buenos Aires. Con Maxi y Lolo, ¿te acordás
que compré el paquete? ¡Pero cómo me van a secuestrar de nuevo!, ¿te creés que
soy bobo? ¡No, no me saques hora!, estoy bien, no necesito terapia. Lo siento
viejo, caí como un angelito. ¿Quién se iba a imaginar, no?
¿Y la prensa? ¡No, ni soñarlo! El viejo jamás permitiría que su familia
apareciera en el informativo. Al principio todo bien con sociales, pero
después, con lo del Banco… Bien que había temblado cuando el asunto no se
enfriaba. Por suerte todo quedó tapadito, tapadito.
Entraron de madrugada, a oscuras; recién se había dormido harto de
desvelos. Lo destaparon, le arrancaron el pantalón, se le echaron encima
sofocando las quejas que crujían como la cama. ¡Callate, colaborá! Malgastó las
fuerzas defendiéndose inútilmente. Desarticulado, lloró de bronca pautado por
las protestas de los agresores. No sabía qué hacer, ellos tampoco; los hombres
fracasaban una y otra vez. El dolor le prendía en todas partes, en la nuca
atenazada, en los brazos retorcidos, por las rodillas que se le incrustaban en
las piernas, en la espalda… Por fin unos dedos lo abrieron brutalmente.
Vio el culito de su hermano deformado por los dedos de su madre, tendría
cinco o seis años. Espantado, daba vuelta la cabeza sólo para verlo a él; una
foto de súplica, llanto y traición… Su hermana ya señorita ayudaba a sujetarlo;
“¡Andate Juan Andrés, andate!” “¡Andate vos!” Y todo mientras su madre, melena
clara que susurraba palabras dulces, le introducía un supositorio. ¿Gritaba de
dolor o de vergüenza?
Dolor es el principio, la resistencia animal; el supositorio es el
crimen de la cura. ¡Tragá, tragá que son tranquilizantes!, le habían dicho.
Quedó como lo dejaron, cobija revuelta que denuncia el lecho abusado. Las
nalgas erizadas, el frío de la noche entrándole piadoso, calmándole las
punzadas del desgarro. Y con ese líquido repugnante que refluyera tibio, lenta
e interminablemente, y que se enfriara encharcado bajo su vientre. Lo habían
orinado en lo más profundo.
¿Por qué? La pregunta despertó con él, doliendo como las entrañas y las
magulladuras. Respuestas ramificadas desde la monstruosidad se abrían paso por
los campos fértiles de su alienación. Echado de costado apenas si probaba de
vez en cuando alguna papita frita endurecida por la espera, sobre el regusto de
más píldoras halladas en la bandeja de la comida; lo mismo hubieran dejado la
puerta abierta. ¿Es que el viejo no había querido pagar, estaría regateando?
¿Entonces por qué no lo dejaban hablar con él? ¡Él le diría que pagase, que lo
matarían, que estaban dispuestos a cualquier cosa! Al fin y al cabo la plata ni
siquiera era suya, se había embolsado mucha guita de los ahorristas. ¿Sería una
venganza? ¿Pero él qué culpa tenía?
Fragmentos de todas las películas lo ayudaron a imaginar cómo escaparse,
cómo torturarlos para que sufrieran hasta lo último, cómo revivirlos para
volver a lastimarlos… Comió otra papita. ¿Si querían sexo, por qué no habían
raptado a su hermana que es bonita? ¿Serían degenerados? ¡Mierda que se iba a
bañar!, cagaría sólo para no limpiarse... ¡Ay, qué dolor tener que ir al baño!;
soltó la papita. ¡Huelga de hambre, eso! Lo soltaban o se moría allí mismo e
iban todos presos de por vida. ¡Lástima que no hubiera pena de muerte!
La puerta del baño estaba abierta y sacaba la única penumbra. La noche
crecía inexorable, el ropero era el fantasma de una mancha. Tenía la cabeza
embotada por los calmantes y los pensamientos, pero permanecía en vigilia por
los ruidos esporádicos. Hubiera querido fumar como Lolo o beber como Maxi;
hubiera querido hacer una ventana como el albañil en la barbacoa. Una ventana
para arrojarse a la libertad sin importar qué tan lejos estuviera o que fuese
lo último que hiciera.
Oyó pasos, ¡venían! Se incorporó para golpearlos, el dolor le daba coraje.
Sin embargo, la puerta se abrió sólo un poco.
-¡Hijos de puta! -les gritó.
-Tranquilo, pronto te vas.
Una larga pausa de alivio lo aflojó. El hombre seguía en la puerta como
la pregunta.
-Entonces, ¿por qué…?
-Porque ustedes son siempre los mismos, y cuando vos estés al frente,
mucha gente va a depender de lo que hagas. Personas que nunca verás ni sabrás
que existen, o lo mucho que pueden llegar a sufrir por tu culpa.
Perejil en el
confín del universo
No lograba controlarse, estaba alterado. Tantas emociones, tanta
ansiedad, no era el comportamiento apropiado para un explorador de su
jerarquía. ¿Qué pensarían sus colegas si lo supiesen? ¿Qué, las autoridades que
le habían confiado la avanzada más importante de la civilización? Sólo su madre
estaría orgullosa.
Había llegado al confín del universo y estaba a un paso de expandir
definitivamente el horizonte de lo conocido. Para eso había emprendido la
travesía más audaz que la tecnología pudo concebir, cubriendo la incalculable
distancia mediante el método de avanzar y crecer progresivamente. Tantas veces
había duplicado su tamaño que ya no podría situar su planeta aunque quisiese.
Estaría por allí, en algún lugar infinitesimal, incólume en su propio espacio y
ajeno a las perturbaciones siderales de su desplazamiento. Quizás estuviese
dentro del mismo módulo o incluso de su propio organismo. Él prefería esto,
sentir que lo llevaba consigo hacia el conocimiento supremo.
¿Encontraría otra forma de vida inteligente? Ése sería el premio mayor
de su expedición, que tuviera un comienzo relativamente fácil porque nada
impedía el perpetuo crecimiento, pero que al encontrar materia sólida tan
grande hubo de resignarse a navegar por los intersticios disponibles. Esta
etapa del viaje insumió mucho más que el resto, con la angustia de ignorar si
encontraría una salida. De no haberla hallado, el resultado de su investigación
hubiese sido parcial. ¡Pero había llegado! El módulo se había atascado en la
abertura de un nuevo universo y ahora él debía controlarse para estar a la
altura del descubrimiento.
Se obligó a chequear otra vez todas las funciones del módulo, su
posición y las condiciones exteriores. Óptimas, no había excusa para no iniciar
la fase final. Programó la salida de la antena recolectora y, aunque no era
ortodoxo, midió el tiempo que demoraba la operación con los latidos de su
corazón.
Doña Gladys necesitaba un poco de perejil para sazonar la cena y abrió
la puerta trasera de su casa. Quilito salió corriendo.
-¡Perro del demonio, qué me vas a tirar! -rezongó.
Quilito fue hasta la esquina del galpón. Ladraba, olfateaba, gruñía,
manoteaba, volvía a ladrar.
-¡Dejá esos ratones en paz! -le gritó.
Doña Gladys se aferró a uno de los pasamanos de la escalera de hierro y
comenzó a descender al patio con cuidado, los escalones se cimbraban bajo su
peso. El gato también salió y con la cola peluda bien en alto, se frotó contra
las piernas de su dueña maullando cariñosamente.
-¡Grillito!, ¿vos también? ¡Qué me vas a hacer caer! -volvió a
protestar.
Mientras buscaba el cuchillo viejo, que apareció en una maceta de
malvones, ojeaba a diestra y siniestra las muchas cosas que tendría que ordenar
en ese fondo algún día. Ya ante el pequeño huerto se arrodilló trabajosamente
junto al cantero de perejil y pasó la mano sobre las matas fragantes para
elegir la mejor. Entonces vio el agujero.
-¡Una cueva de araña! -se dijo.
Las arañas eran el único animal que le causaba repulsión. Pidió perdón a
Diosito, cortó apresuradamente un manojo de perejil y clavó el cuchillo en el
agujero. Se incorporó con dificultad quejándose de sus huesos y regresó a la
casa.
Toda la estructura crujió cuando el módulo se hundió transversalmente.
El tripulante quedó paralizado tal como cayera, alumbrado únicamente por las
luces de alerta máxima. Recién después de un largo rato se animó a incorporarse
para evaluar los daños. Su condición era precaria. Muchos conceptos pasaron por
su brillante mente en ese lapso. El último, una execrable maldición a su
terrible mala suerte. La misión había fracasado, estaba indefenso. No quería
imaginar su destino si es que tenía uno. Lo más probable era que muriese allí,
a una inimaginable distancia de su hogar, que sin embargo estaba tan cerca.
¡Qué lástima, llegar al confín del universo para fracasar! ¿Pero qué es lo que
había sucedido?
El puñal
anacarado
Era muy tarde, otra vez tendría lío con su esposa. Ella no entendía que
a veces el trabajo se complica, que no se trata de prioridades sino de atender
lo que es necesario. Y nada peor que terminar un problema para vivir otro. Así
nadie aguanta.
“Tómelo en serio”, decía el Gerente, “para eso le pagan”. Es el sistema,
al trabajo no le interesa que se le estropee la cena ni a la esposa que no
cierren las cuentas. Pero él sí tenía que ocuparse de todo o dejarle el lugar a
otro. Y quién es ése otro sino alguien como él que tendrá los mismos problemas.
El rechazo lo estaba envenenando figurativa y literalmente. “Si
desperdiciamos el dinero no habrá para comprar otro televisor; ahora no te
importa, vamos a ver cuando llegue el mundial.” “Si precisa ayuda podemos
ponerle al nuevo, parece un muchacho muy despierto.” Siempre la amenaza velada,
la que más daño hace. “Ninguna solución es buena si hay contaminación externa,
debe buscarse la raíz pura”, había estudiado hacía tiempo sin entenderlo
demasiado.
La mujer de la limpieza llegó cuando terminaba. Lo saludó, sonrió
compasiva y fue a cambiarse. Él ordenó de prisa su escritorio y llevó las
conciliaciones al del Gerente. Por las dudas les colocó encima el abrecartas;
pesado, de plata con mango de nácar, símbolo de status.
Una vez en la calle se enteró que había paro sorpresivo de transporte.
Otra vez habían matado a un taxista para robarle la recaudación. “Habrá querido
impedirlo”, dirán algunos; “Son unos hijos de puta”, también. Pero si el hombre
le dijo ¡no! al sistema, no quedará registrado en ninguna parte.
La gente iba apurada, unos enardecidos, otros temerosos. Era la hora sin
sombras, cuando el cielo ya no tiene fuerza y el alumbrado público aún no
alcanza. Caminó las dos cuadras hasta el garaje cuidando que no le estropeasen
el abrigo ni el veliz. Lo encontró cerrado por el paro, no podría sacar el
coche. ¡Eso sí que es el colmo!
Esperó inútilmente, el servicio de emergencia no daba abasto en hora
pico. Las paradas estaban atestadas y la queja acostumbrada “¡Hay que hacer
algo, nosotros no tenemos la culpa!” al aire en boca de los prisioneros
habituales. Reclamaban a una autoridad que no estaba presente y convertían las
calles en tierra de nadie. Sólo le quedaba probar suerte en la terminal de la
zona portuaria, a unas diez cuadras de distancia.
La noche se encarnizaba con las estrechas calles de la ciudad vieja. Las
desconocía, parecían otro mundo. De pronto un hombre salió de la nada
interceptándole el paso. No pudo evitar la cercanía del rostro desfigurado y
cayó de espaldas tratando de repelerlo. Vio que empuñaba algo siniestro y
levantó instintivamente las manos. El extraño se abalanzó sobre él echándole la
acidez de su hedor encima. Su jadeo se fue atenuando a medida que dominaba la
situación. Soltó el objeto y desapareció como llegara.
Se puso de pie tan rápido como pudo y esperó suspendido en el recelo.
Nada, como si nunca hubiese ocurrido. Pisó el objeto por accidente y le volvió
el pánico, ¡era un puñal! Lo recogió instintivamente metiéndolo en uno de los
amplios bolsillos del abrigo.
En la terminal se abrió paso entre la multitud como una bestia más. Un
malón atacaba un ómnibus a puñetazos, patadas e insultos. Por fin el conductor
abrió la puerta y la marejada lo inundó llevándole consigo. Los que quedaron
afuera siguieron con lo mismo, pero el engendro tras el volante fue implacable
y arrancó.
Descendió cerca, en una esquina ligeramente familiar. Se fue orientando
a medida que se adentraba en el barrio. Estaba desierto aunque había luz tras
las ventanas. Igual caminó lo más alejado posible de las paredes, la mano en el
bolsillo empuñando el arma.
Tuvo un presentimiento y se apuró. Su edificio parecía uno más, pero la
puerta exterior estaba rota, no trancaba. Recorrió los pasillos interiores
hasta su apartamento y buscó las llaves. No fue necesario. Atravesó el silencio
de su hogar cada vez más convencido. El cuerpo de su esposa yacía con un puñal
enterrado en el pecho.
Corrió pidiendo ayuda sin que nadie lo escuchase. Las calles seguían
vacías, ni una sombra en las ventanas, mas la avenida tenía tránsito. A medio
camino supo que algo andaba mal, una certeza horrible quería darse a conocer.
Lo perseguían, se escondió en el umbral de una puerta. Se adosó a la
madera empujándola para que no temblase. Los pasos se acercaban, crecían, se
demoraban, eran interminables. Sacó el puñal.
Los pasos eran sigilosos, estaban alerta, podía escucharlos dudar. Si no
lo traicionaban los nervios tendría una oportunidad. Contuvo el aliento y
cuando los oyó recomenzar salió de golpe…
Casi apuñala a un inocente, el hombre se cayó del susto. Boqueó
desesperadamente para oxigenarse, ¡Mi esposa está muerta!, atinó a disculparse.
Le soltó el puñal encima.
En la avenida el tránsito era
normal. Esperó un poco y le hizo señas a un auto. Se subió y en ese instante
comprendió, el puñal en el pecho de su esposa tenía el mango anacarado. Iba a
decir adónde pero el auto ya estaba en marcha.
Solución S.A.
Diez años, Susana. Son diez años y yo tengo que justificar porqué
terminan. ¿Acaso es posible? No es culpa del formulario; al contrario, estará
muy bien pensado. Todas las causas han de estar presentes; sólo que así, tan
generalizadas… Seguro que a todas las hemos padecido alguna vez. Y si yo lo
tildo todo, Susana, creerán que nuestro matrimonio ha sido un martirio, y no es
cierto. Tampoco puedo escoger, sería ponderar ciertos momentos; no, a cada cual
lo suyo. ¿Te acordás de aquel cuadro que a mí me pareció un matete?, te reíste
porque estabas de buen humor ese día. Y mientras te sostenía a Tití
rezongándome -ese peluche chino que costó tanto como pintar el auto-, tus
esclavas de oro, la de tu madre, la de tu abuela, fueron envolviendo formas,
trazando puentes, esclareciendo el ritmo de la pintura. ¿Se podría elegir un
par de manchas que lo representasen?, ¿verdad que no? Diría que entonces era
feliz porque tú lo eras, aunque mi propio perro se murió atado en el fondo,
hasta donde tenía que ir para poder acariciarlo. Lo mismo las plantas de mi
madre, las arrancaste para poner las que tú querías. De ti aprendí esa vida que
se compra, que es eufórica, pero que sustituye y es sustituida. Cuántos
ejemplos más podría darles, un sinfín de minucias cotidianas, sin que supieran
nunca dónde colocarlos en este formulario, Susana. Pero yo debo marcar en los
casilleros al margen de las hojas para que quede establecido un motivo que a
nadie más interesa, y firmar en la última esto es lo que ocurrió. Y adiós para
siempre, Susana.
Es lujosa esta empresa, una vez adentro nada indica su función. Voy por
un pasillo que te hubiera gustado, la luz cae sobre los cuadros sin molestar.
No hay muñequitos como en los de Chagall, ¿o era Dalí?, ni árboles de Turner
que son mis preferidos; son paisajes precisos y serenos. Tú los habrías
reseñado hasta que, cansada de escucharte me reprocharas ¡Vos qué vas a
entender! Al final hay una puerta que se abre cuando llego y él me recibe, un
amigo instantáneo que me ofrece su privacidad.
Estoy en una habitación extraña y demoro en acomodarme, él me espera
hablando de sí mismo con las manos y el contrato inmóviles sobre la carpeta del
escritorio. Me cuenta fragmentos de una vida ordinaria, como supone la mía, que
van haciendo nuestra vieja amistad. Entiende y perdona que me distraiga con los
objetos que nos rodean; son antiguos y de lugares remotos, como si se pudiera
tomar cosas de todas las épocas para crear un pretexto. De a poco me voy
habituando al ambiente y a su voz; sin embargo, algo me preocupa y no sé qué
es. Estamos conversando; ¿así que estoy de acuerdo con los términos del
contrato?, entonces de noche la capilla ardiente y por la mañana el sepelio.
Por favor, debo leerlo nuevamente antes de firmar. Enseguida sirve la bebida
que nos devuelve la fraternidad y abre la cigarrera para que encendamos como de
costumbre, se disculpa por dejarme solo y revierte el escritorio que ahora es
mío. Y bebo y fumo mientras voy releyendo y me vuelve a estrujar la pena. Pero
soy de ese tipo de hombres que sufre sin derrumbarse, calladamente como es la
sinceridad, y dueño de mi destino como dijo y admiró mi nuevo viejo amigo.
Firmo sin terminar de leer porque me hace daño y él lo sabe y regresa. Ya sé lo
que me incomoda de este lugar, nada refiere al tiempo que transcurre: el tantán
indica una hora que jamás sonará y el almanaque de colección trasciende los
días que contuvo.
¿Estoy listo?, salimos por otra puerta a un pasillo más impersonal. Sin
apuro y con confianza me conduce del brazo, zona franca entre su calma y mi
tristeza. Ha puesto al aire los pormenores de otra anécdota que durará
exactamente hasta que lleguemos. No veo a nadie más, es realmente su casa que
me ofreciera orgullosamente.
Y abre la puerta de un dormitorio donde estás recostada, Susana, en una
cama que no es la tuya. A la penumbra de una veladora duermes, ¡tú, que la más
mínima claridad te perturba! Y enciende la luz que llena los detalles que no
son nuestros y te veo espléndida. Estás hermosa, Susana; hermosa y en paz como
nunca. No tuviste esa expresión a mi lado ni el cabello suelto así de esa
manera. Por un instante dudo y el médico, que no es otro que mi nuevo viejo
amigo, retira un poco la sábana descubriendo tu cuerpo que un recatado camisón
adelgaza. Se diría que lo compraste ayer si no fuera por la diminuta abertura
en el pecho que un bordado de flores disimula. Una ventanita al cielo en
negativo de tu piel donde titila un lunar ignoto; recién comprendo el sitio
exacto de tu corazón. El cirujano pone en mi mano un instrumento y nada tiene
que explicarme, su empuñadura será el broche de nuestros diez años, Susana.
Sin programación
Frances esperó que el último operario se retirase y apagó la división.
Aún debía discutir las correcciones del nuevo TR con otro mando de sector, pero
irremediablemente, se reafirmarían conceptos que se anulan mutuamente decayendo
en la superproducción de aparatos obsoletos. La tecnología avanza más en teoría
que en la práctica, y francamente, ya estaba un poco harto de todo eso.
Descendía en el vertical cuando recordó la propuesta de su amigo para
combinar otro programa de fin de semana. Por ahora habría de conformarse con el
paseo en yate de la estilizada Brigitte: nadar desnudos entre aguas
transparentes hasta incendiarse, bracear a la playa escondida, encender la
fogata que colorea los deseos y hacer el amor apasionadamente mientras la luna
llena supera la cascada para que caiga como sabia de estrellas. O si no, lo que
se planteaba desde hacía un tiempo: conciliar el sueño con los ojos cerrados a
la realidad pero sin dejar de verla.
Condujo por las prolijas sendas del paisaje urbano hasta que el cruce
arterial lo detuvo, y mirando el clásico habitacional celeste de terrazas
blancas que siempre lo atraía, la vio. Una grácil figura en cruz, en la parte
superior, al borde mismo de la seguridad. Quiso ajustar el selector visual pero
no tuvo tiempo, porque sin bajar los brazos, giró sobre sí misma, permaneció
todavía suspendida un instante, y se dejó caer invirtiéndose en el vacío.
Su panel de tránsito lo intimó a continuar. Iba en la misma dirección y
formó parte del anónimo cortejo que atravesó la escena. Rompiendo la pulcritud,
el cuerpo angulaba un vehículo que destellaba la alteración.
Ya en su apartado, ingirió un libre y programó el equipo. Se fue
relajando a medida que se le condicionaban los sentidos y los rayos lo
inducían. Chilló una gaviota, otra planeó en el azul inmaculado y el aroma se
definió en la marina de un atardecer de fantasía. Se puso la gorra de capitán
justo a tiempo, porque en el soleado malecón y sobre sus largas piernas,
envuelta en su propia luz, aparecía Brigitte con la firme promesa de su gastado
sueño.
Memoria visual
Cuando casualmente oyera hablar del remoto lugar, prestó atención pero
quedó convencido de que no era posible. Sin embargo, no bien tuvo días francos,
le pareció tan buen destino como cualquier otro para probar sus nuevos lentes.
Y una vez que llegara, vio que era cierto: ¡había gente bañándose en el río!
Había aparcado al azar, revisado que el panel indicara “seguro” y
descendió con su mochila. Pudo ver un amplio segmento de río y el muelle de
cuatro cuerpos que cortaba la pequeña ensenada, desde donde se tiraban los
bañistas. El camino se perdía entre la arboleda y más lejos la visibilidad era
excelente aunque no hubiera nada en particular. Quienes quieran que fuesen esas
personas eran de la zona porque no había otro vehículo.
Se llevó una mano a los lentes y formando delicada pinza comprobó que
estuvieran ajustados. Un acto reflejo, pues la nítida visión de lo hermoso
bastaba para comprender que funcionaban perfectamente. El paisaje le despertó
un impulso ancestral, bajo un cielo inexpresivo el ancho río parecía vivo. La
brisa inodora abrazaba pese a tener valores tolerables.
Desactivó las botas y supo por el andar seguro que el sitio estaba
despejado. Fue siguiendo los caprichos del camino entre la vegetación y
desembocó en el muelle. Los bañistas eran unos adolescentes desnudos,
hermanados por el color de la piel, que se daban ánimos para comenzar un juego.
Pasada la curiosidad, cuando le sonrieron, no le prestaron mayor importancia.
El hecho de que no tuvieran lentes ni protección le produjo escalofríos.
Había unas pocas mesas aparentemente de hormigón, todas iguales,
flanqueadas por sus respectivos bancos. Salvo la más cercana al muelle,
cubierta de vestimentas, las demás estaban vacías. Eligió la última, le puso la
mochila encima y consultó el sensor de su muñequera. No había razón para no
desensillar, viejo adagio de origen desconocido. Entre los árboles halló las
bicicletas.
Se quitó el casco, los guantes y el mono, un paso decisivo que jamás
pensó que pudiese dar a la intemperie. Sólo conservaba las botas y los
interiores, un viejo pudor de la época del sexo y la fertilidad. Inmediatamente
extrajo una loción y vertió sobre su mano una generosa cantidad que extendió
rápidamente por las partes expuestas de su cuerpo, que quedó anaranjado y frío.
Puso otra porción igual y la frotó piernas abajo con el mismo esmero. Para
entonces sus brazos ya tenían el color natural y sólo permanecía la frescura
filtrándose piel adentro.
Satisfecha su seguridad, levantó la vista al árbol a cuya sombra estaba.
Los lentes componían bien las hojas lozanas y el claroscuro de las ramas, pero
no alcanzaban a recrear la imagen de los pájaros. Los muchachos se zambullían
al grito de “¡Loba, loba!” y regresaban al muelle una y otra vez trepando por las
escaleras de metal.
La otra orilla era una cinta que evitaba que el cielo se mojara. Sus
verdes soleados o profundos tentaban a recorrerla. Pensó en la Escuela
Ecologista, donde pasaban meses enteros meditando sobre la naturaleza perdida.
Decían que algunos tenían tal poder de concentración, que lograban el éxtasis
de llegar hasta las primaveras donde podían empaparse de lluvia respirando la
fragancia de las plantas o escuchar el canto de los pájaros mientras saboreaban
frutas. Y sobre todo, viendo cosas cuya memoria estaba olvidada y no sabían
nombrar.
Pero él no quería ser un mero viajero espiritual, se negaba a renunciar
a sus propios y atrofiados sentidos. El paisaje recreado ante sus ojos le
serenaba angustias y le incitaba una promesa
atrevida. Estaba tan orgulloso de su última adquisición que los volvió a
ajustar, esta vez en agradecimiento.
Ya los muchachos habían terminado de descansar y volvían a romper el
silencio del agua con las explosiones de sus cuerpos. Tras el bautismo del río
la felicidad resplandecía en sus rostros, cantaba en sus gritos y volaba de sus
brazos.
El último temor cedió ante el deseo. Sumergirse en el río era volver al
principio olvidando la tierra de cobre y el cielo de zinc. Era reverlo todo con
la vieja mirada, la que no existía más que en la tecnología. La nueva vista no
era más que la memoria de lo que se había perdido.
Comentarios:
Confesionario
Comentarios
en Letras y Algo Más:
sgrassimeli
Sep 28, 2009 (12:20 pm)
Interesante. Se lee con
fluidez. Los recursos justos.
Saludos.
Silvina.
Azucena
Sep 28, 2009 (5:11 pm)
Un buen cuento, me gusta
como nos introduces en la historia, llevas bien el relato, y marcas las pautas
justas.
Un gusto leerte.
Laín
Oct 01, 2009 (3:16 pm)
Entretenido cuento, amigo
antifaz. Con bastante historia y detalle.
Me gustaron esas sutiles
ironías entre medio también.
salu2
Mateo
Oct 01, 2009 (5:53 pm)
Uhmm, y el fantasma? Era
el mismo cura? Era la idea de Dios?
Tengo que leerlo de nuevo.
Poesiacarnivora
Oct 03, 2009 (9:42 pm)
Bueno antifaz, dejame
decirte que en un primer momento, me llevaste de la mano por el colegio de los
padres salesianos donde pase gran parte de mi infancia y adolescencia, con los
oratorios de los domingos consagrados a Don Bosco, o las lecciones de
Dominguito Savio.
En segundo lugar, el
sacerdote de mi historia no era el Padre Severo, sino Berruti, pero o los
salesianos están cortados todos con el mismo molde o estos curas eran los
mismo.
Un relato a modo de
anécdota y por qué no, con ese toque de imaginación casi macabra que el
ambiente de esos colegios jugaba en la mente de los jóvenes. Juro que cuando
murió el cura Berruti, lo seguíamos viendo envuelto en su negra sotana, con esa
mirada... daba pavor subir al recinto donde era el coro, sobre la iglesia,
donde se encontraba el órgano, ufff.
Sin duda, una historia
genial, porque la viví en mi propia realidad.
Muy bueno antifaz, la
narración impecable, la descripción del cura al fondo de la iglesia en horario
de misa, es perfecta.
Que las hadas te
acompañen.
Mateo
Ago 02, 2010 (5:46 pm)
Ahhh, no sé por dónde
empezar, ja.
Primero que en la misa me
pasaba igual. Me parecía gracioso vernos levantándonos y sentándonos o
arrodillándonos a la vez, como algo mecánico y haciendo un gran ruido que
retumbaba, ja. Tampoco presté mucha atención en qué parte había que pararse o
sentarse. Me colgaba con las estatuas de la iglesia y cuando todos se paraban
allá yo también, ni idea por qué. Creo que a la mayoría de los niños les debe
pasar. Yo sigo insistiendo que deberían dejarnos crecer primero y decidir antes
de obligarnos a la misa. Así es que después uno se desilusiona de todo, porque
para matar el aburrimiento entra en un mundo fantástico que al final termina
alejándonos de todo sentir católico. Ja, yo imaginaba que el cura al comulgar
después de levantar la ostia y consagrarla, cuando se inclinaba para comerla se
le caerían los dientes postizos, jajá. Lo peor que una vez le pasó al Padre Berrutti
y, jajá, el único que se reía era yo y me echaron. Pero estuvo de más, de ahí
que tuve miedo de imaginar algunas cosas, no vaya a ser que el dragón de San
Jorge saltara y se comiera al gordo Nico, al que le había atado los cordones al
banco y no iba a poder correr.
Bueno, eso en primer lugar
me trajo tu cuento, lo que obviamente me resultó muy cómodo porque sé de qué se
trata eso. Después me vino ahí un mareo con lo del ahorcado, se era algo
también producto de tu imaginación. Me queda la intriga de saber que quién era,
aunque sentí como que fue una gran metáfora. Y cuando deja de verlo es por el
descubrimiento de algunas verdades, como que deja esa niñez de fantasía. Es
más, cuando dice “ese patio que sería mío el año próximo”; si es como aquí es
cuando los grandes tienen recreos separados, entonces como que ya está camino
al descubrimiento de la verdad. Es un adolescente y sus fantasías, no sé…
Eso sí, viví la tensión de
la caminata atrás del cura. Y me hizo sentir eso que hacen sentir los curas,
más los viejos, como que todo lo saben, como que a uno sólo con mirarlos lo
descubren.
Me gustó y como te digo,
me sentí cómodo porque sé lo que se siente. Aunque la parte del fantasma, me
quedan dudas de qué era en realidad.
Ricardo Cesar Garay
Ago 02, 2010 (8:13 pm)
Ya lo había leído y lo
disfruté nuevamente; es un trabajo propio de ti, prolijo, con una justa
descripción de la escena.
Me recordó las misas
cuando era niño y la imagen de los curas, el jodido y el otro que era amigo y
jugaba a la pelota con los niños.
Poesiacarnivora
Ago 02, 2010 (9:20 pm)
Bueno, de este cuento,
creo ya haberte dejado mi devolución. Es excelente, bien narrado, describiendo
lugares y situaciones que se me hacen conocidas y me permiten con facilidad
recrear el cuento.
Excelente compañero, lo
dije una vez y lo vuelvo a decir.
Que las hadas te
acompañen.
Eleonor
Ago 03, 2010 (12:12 pm)
Mis más sinceras
felicitaciones por este relato.
En primer lugar por una
narración muy bien trabajada, sin sobre adjetivaciones, ni adornos que hacen
que el cuento resulte liviano al leerlo y el lector pueda meterse en la escena
y vivenciarla.
El lenguaje coloquial
ayuda a esta introducción del lector en la narración que pronto se familiariza
con ella.
Un hecho fantástico, que
deja abierta a varias interpretaciones y un final, abierto donde a pesar de la
desaparición del fantasma, el lector puede continuar el relato en busca de una
explicación.
Excelente, un cuento de
mucho nivel.
Marioes
Ago 03, 2010 (3:10 pm)
Impecable cuento, que
disfruté sin detenimiento de principio a fin. No busqué tantas consideraciones
simbólicas, simplemente lo disfruté como una lectura sumamente agradable, de
una anécdota de vida hecha cuento.
Muy bien.
Sagid
Sep 07, 2010 (9:55 pm)
Un relato casi perfecto...
perdón por el casi, sé de sobra que tu calidad narrativa no está en entredicho,
simplemente que hay dos palabras que debieron ser escritas por separado y
quizás por un error de dedo se te juntaron: auxiliado pordos y cuando
meinterrumpió.
Dejando a un lado esta
observación, permíteme felicitarte por lo fluido, claro, sencillo y natural que
resulta tu relato.
¿Sabes?, yo estudié en un
seminario durante 4 años y con este relato me transportaste a tiempos que creí
olvidados, en más de una ocasión me sentí plenamente identificado con la
historia.
El final me pareció un
gran acierto de tu parte, logras crear expectativa y que el lector se pregunte
qué sigue.
Gracias de verdad por
deleitarnos con tu talento, leerte es garantía de calidad y uno queda
plenamente satisfecho y nunca decepcionado.
Un fortísimo abrazo amigo.
Nomade
Sep 08, 2010 (1:10 pm)
Muy buen cuento, claro, y
bien llevado, sólo un detalle me llamo la atención y no fue el ahorcado ja,
sino algo que dices: Creo que fue un jueves, sí, debió haber sido
¿Por qué la aseveración si
debió ser jueves?, quizás es algo sólo coloquial, un dato sin importancia del
texto, pero me quede pensando si realmente tiene importancia para el autor el
día jueves.
Fobio
Sep 08, 2010 (5:05 pm
)
Muy buen relato, Antifaz.
Saludos,
José.
Jaime Olate
Sep 08, 2010 (6:08 pm)
Cuando una historia es
leída con voracidad, aunque se trate de un episodio de la vida del escritor, es
porque éste es uno muy bueno.
La narración agarra y no
suelta, las imágenes se deslizan como si se estuviera ante un escenario. No hay
faltas que distraigan y obliguen a leer de nuevo un pasaje; en tu caso, querido
amigo, si llegara a ocurrir tal desaguisado... constituiría un pecado, pues ya
te conocemos.
Excelente texto que nos
llevó a nuestra niñez.
Un abrazo,
Jaime.
antifaz
Sep 08, 2010 (10:30 pm)
Nomade, el día jueves no
tiene más importancia que empezar la historia. Jueves, principio; viernes,
confirmación del hecho; fin de semana, descanso; lunes, el hecho está
localizado en un punto específico.
No obstante, sirve para
crear la sensación de "testimonio" (credibilidad), que es fundamental
cuando se escribe un relato fantástico (el personaje ve un fantasma que le
duele).
Comentarios
en Escribe Ya:
marquesita
13/03/10
(16:29)
Me has hecho recordar mi
niñez, el miedo que teníamos a quedarnos cerca del cuarto donde un gran cuadro
de la Virgen con Jesús desclavado de la cruz y recostado con la cabeza en el
regazo de su madre, ese cuadro que nos producida pavor y que era el castigo
favorito de Sor. Matilde encerrarnos en él, sin una triste ventana y sentíamos
una angustia vital, un miedo que al menos a mí se me quedó encerrado en mi
interior, y cuando que do a solas rezando en una capilla pequeña que tenemos en
el templo grande, no puedo echar más de cinco minutos como mucho. Describes tan
bien las cosas que se lee el texto con facilidad y gusta leerlo, yo ya te lo
había leído, pero ha sido muy bueno volver a pasar por él. Me gustó. Me hiciste
volver a mis años jóvenes.
lourdes63
16/03/10
(17:45)
Y con este escrito muy
bien narrado claro y con la mirada de aquel niño que fue un día, me gustó.
osito151065
16/03/10
(18:53)
Perdone que sea directo:
Aquí realmente pude
disfrutar de la naturaleza, del estado finito de la imaginación y el acomodo
perfecto "al desarrollo de la historia".
Rescaté ese DON de aquel
tiempo.
Abrazos.
OSHE
Biancka
18/03/10
(03:56)
Qué
relato!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Bravo!!!!!
Es un gran escritor...
Saludos...
ines209
18/03/10
(04:33)
Muy bien narrado, me
junto.
elcoleta
18/03/10
(17:11)
Muy buena historia, te
felicito.
sigo_aqui
22/03/10
(13:06)
Me dejaste sin palabras.
Janisdark
08/06/10
(07:20)
Muy bueno, quién no teme
esa confesión, la primera, en la que no sabemos qué decir, donde no sabemos qué
es un pecado...
La planta de Martina
Comentarios
en Letras y Algo Más:
Mateo
Oct 09, 2009 (3:12 pm)
Uhmmm!, por qué en novela?
O es el comienzo de una novela?
Bueno, yo veo un cuento
fantástico, donde todo gira alrededor de esa planta, como si fuera el alma de
Martina y de todo lo que la rodea.
Me gustó, tuve que leerlo
dos veces, pero me gustó, y me imaginé la escena del comedor, con la planta por
todos lados.
Lo que no entiendo, por
qué está en Novelas.
Madelen
Oct 13, 2009 (4:44 pm)
Extraño cuento, pero
interesante; atrapas con la narración, lo cual creo que es lo mejor de este
cuento.
Mateo
Jul 06, 2010 (4:42 pm)
Éste sí lo leí, pero ahora
que me parece conocerte más lo voy a releer con más cuidado.
Es importante cuando uno
tiene otra percepción del autor. No debería incidir pero bueno, somos humanos.
Poesiacarnivora
Jul 06, 2010 (9:13 pm)
Un cuento fantástico que
agradezco a Mateo haya traído de nuevo, pues se me había pasado.
La ambientación perfecta;
la forma que a través del censor vas marcando el paso del tiempo, también me
parece muy bien logrado, ya que es a través de la voz del censor que iremos
conociendo esta historia.
Los detalles justos, los
necesarios para que el lector no se distraiga del centro de relato.
Un comienzo abrupto que
nos introduce de lleno en la acción, marco bien delimitado, un nudo, perfecto:
en donde la planta es el protagonista principal de este relato, que va
creciendo junto con esa familia, que va abarcándolo todo, hasta ser el
protagonista principal del relato. Martina y la planta se vuelven una, y allí
radica lo fantástico del cuento, un narrador personaje que le da veracidad a la
historia y que hace de este cuento un trabajo excepcional.
El desenlace justo, en el
momento justo; a veces una de las fallas de los narradores es justamente donde
colocar el desenlace final, haciendo historias o muy largas que cansan al
lector, o demasiado cortas que no terminan por resolver la acción. En este
caso, el desenlace está perfecto.
Concuerdo con Mateo en que
esa planta es la esencia misma de Martina, de sus sueños, de sus expectativas.
Todos van partiendo de esa casa, donde no es extraño para nadie ni la planta ni
el olor que de ella se desprende, pues es el alma de la casa, como lo es
Martina, o cualquier mujer que ha construido su familia arraigándose en un
sitio.
Todos van dejando el
hogar, menos Martina (y esa planta); ella queda allí, en esa casa donde forjó
la vida misma. Tan variada como las hojas de la planta y que lleva pedacitos de
esa maceta (pedacitos del vientre mismo de Martina), hacia otros horizontes.
Me parece un cuento
original y grandioso, muy bien elaborado, que disfruté de principio a fin.
Que las hadas te
acompañen.
antifaz
Jul 06, 2010 (9:22 pm)
Gracias a los dos, a Mateo
por traerlo (ya me preguntaba que botón erróneo había apretado para que esto
apareciera) y a Poe porque le sigue gustando y su comentario lo dimensiona
soberbiamente.
Iba a subir una historia,
pero debo esperar otra semana. Creo que la frecuencia es correcta para que haya
tiempo suficiente de leer a los compañeros.
Comentarios
en Escribe Ya:
marquesita
14/01/10
(02:27)
Volver a repasar esta
historia antes leída ha sido todo un placer, a medida que la leía me acordaba
de cómo seguía en el párrafo siguiente, y es que tus historias son creme de la
creme. ¡Vamos de lo mejor!
Oscarhugo
14/01/10
(15:30)
Una historia
extraordinaria, muy bien relatada. Me recuerda algo a los cuentos de Edgar
Allan Poe; claro, es difícil sustraerse a su influencia.
Lala
15/01/10
(01:27)
Un buen relato. Gracias
por compartir.
metro
16/01/10
(03:10)
Un buen relato sumido en
las marcadas pautas del tiempo y en las consecuencias de su pasar… una
metamorfosis bien lograda en la analogía de la planta, junto al día a día de
los personajes…
Saludos corteses…
guadalupe40
19/01/10
(20:16)
Muy buen relato. Y lo
mejor, la comparación del crecimiento y opresión de la planta con la vida
familiar de Martina.
Saludos desde Santa Fe.
GabrielaAgilda
20/01/10
(00:11)
No encuentro las palabras
para felicitarte por este nuevo acierto, Federico. Me ocurre algo muy especial,
y es que me atrapás ya desde la primera frase, y creo humildemente que en ese
ingrediente descansa el éxito de un buen cuento. Ya sólo al leer
"Aguarrara" me comprometés a querer saber de qué vas a hablar, y me
ocurrió lo mismo con otros nombres de relatos de tu autoría.
De este trabajo destaco el
marco temporal que descansa sobre dos pilares: la periodicidad del Censo
Electoral y el crecimiento de la planta, ejes que apuntalan en el paso del
tiempo el crecimiento, desarrollo y ocaso de una familia, proceso también que
en el final proyecta tu personaje a la ciudad en su sueño.
Además del encantamiento
al que me conduce el relato, que crece de la mano de la planta exótica, me
parecieron logradísimas las imágenes visuales, olfativas y de todo tipo que
utilizaste.
Disculpa por lo extenso de
mi comentario, pero podría continuar, pues tu texto me parece riquísimo,
incluso por el mensaje que nos deja de lo importante que es saber reconocer a
tiempo la justa medida de las cosas, o al menos en eso me hizo pensar a mí
mientras avanzaba en mi lectura.
Te admiro: tus cuentos me
parecen excelentes.
Un cariño.
Gabriela.
mayca
25/01/10
(06:29)
Tenías mucha razón, no
había leído esta historia tuya, que desde el primer momento resulta cautivadora
y no puedes dejar de leerla. La imaginación hace que yo entre a esa casa y vea
la planta y el gran amor de Martina por ella, el olor también llega a mi nariz
y francamente es muy especial, has hecho, que junto con tu historia, viva cada
momento.
Gracias por compartir tan
bellas letras. Un abrazo.
La gran pluma blanca
Comentarios
en Letras y Algo Más:
Mateo
Nov 20, 2009 (9:51 am)
Ah, me encantó, amigo. Qué
cuento! Además los personajes están geniales, y su personificación de acuerdo a
su representación en el mundo.
Es un cuento fluido, ágil,
que me encantó… Ja, já, eso sí, me quedé en el final: Qué es la cosa más que se
sabe? Ja, já, me enganchó eso y releí el cuento y no encuentro la respuesta… Lo
volveré a leer.
Te felicito, me encantó
esta historia.
Jaime Olate
Nov 20, 2009 (2:36 pm)
¡Bravo, bravo, BRAVO! Un
extraordinario cuento infantil, bien escrito y muy bien relatado, nacido de la
hábil pluma de este gran escritor y amigo. Cada experiencia es un conocimiento
más para agregar a la sabiduría de viejo búho.
Felicitaciones.
Un abrazo desde Chile,
Jaime
Laín
Nov 22, 2009 (12:47 pm)
Ahhh, qué buen cuento,
Antifaz! Muy bien escrito y con muchas moralejas, amigo.
Bueno, bueno!
Felicitaciones. Un abrazo.
sgrassimeli
Nov 30, 2009 (1:21 pm)
Bravo... un cuento que
hace delicias de grandes también. Muy bien escrito.
Felicitaciones. Un abrazo.
Liel
Nov 30, 2009 (5:44 pm)
Muchas felicidadesss, un
cuento impecablemente escrito. Abracitos.
Etelsaga
Dic 01, 2009 (7:31 am)
(Colocó un lindo video)
Xanino
Dic 01, 2009 (11:53 pm)
Ya había leído tu cuento
que me gustó, creo que ya te lo dije pero, por si acaso, lo repito. Me ha
gustado mucho. Sabes que me gustan los cuentos de animalitos, creo que también
te lo dije.
Ximena Rivas
Dic 03, 2009 (5:14 pm)
Me gustó mucho este
recomendado, adoro las fábulas, los cuentos con animales de personajes, me
mantuvo entretenida, lo disfruté, fue casi como ver una película de dibujos
animados de esas que todavía me gusta ver.
Saludos, Antifaz.
Ignacio Araya D
Dic 03, 2009 (5:45 pm)
Un excelente cuento, muy
bien entrelazada la trama, los personajes, cada uno muy bien caracterizados, y
en el fondo con una enseñanza, una moraleja, que es la cosa que en definitiva
el búho sabe, una cosa más, una nueva experiencia o enseñanza que aquilata en
su vida. Se mezclan entonces aquí, la ambición del águila, el sentirse más que
los demás, la enfermedad, la unión, la sabiduría, el apoyo, la preocupación y
finalmente la compañía y la comprensión, hay muchas cositas que extraer de este
grandísimo cuento. Gran recomendado.
Un abrazo,
Ignacio.
Graciela Juarez
Dic 09, 2009 (1:40 pm)
Primero, Felicitaciones
por el recomendado.
Y segundo, Felicitaciones
por el texto. Me gustó mucho.
Mateo
Jul 06, 2010 (4:41 pm)
Já, acá te lo subo; soy un
bestia. Sí que has escrito y muy buenos.
Este texto, un recomendado
excelente, amigo.
antifaz
Jul 06, 2010 (11:26 pm)
Debo pagarte Mateo, tanta
generosidad.
Los viejos dicen saberlo
todo, pero siempre hay algo más que aprender.
Eleonor
Jul 07, 2010 (2:03 pm)
Un excelente cuento, bien
encuadrado en el género infantil.
Fácil de leer, ameno y con
una enseñanza implícita que lo hace perfecto.
Un buen escrito, que
disfrute desde el comienzo hasta el final.
Ricardo Cesar Garay
Jul 07, 2010 (5:01 pm)
Excelente cuento, por el
contenido, por lo bien escrito.
Te felicito compañero, no
es nada fácil escribir un cuento para niños que además resulte interesante para
adultos.
Un merecido reconocimiento
por un muy buen trabajo.
marcos
Feb 03, 2012 (8:14 pm)
Me gustó el cuento,
Federico, mucho!!!! Me gustó más la parte de que el águila tuvo amigos y no
murió de soledad.
Comentarios
en Escribe Ya:
MatsuoHaru
25/11/09 (04:44)
Excelente, muy bonito.
metro
25/11/09
(06:59)
Un gran escrito, con final
de fábula.
Saludos...
xanino
25/11/09
(10:01)
Me gustan los cuentos de
animalitos, yo también los escribo.
Éste es muy tierno,
simpático y con moraleja.
marquesita
26/11/09
(02:18)
Un gran placer leerlo de
nuevo y como ya te he dicho, me ha gustado un montón.
Biquinhos, mi gran amigo.
guadalupe40
26/11/09
(18:55)
Un gusto leerte y vaya
moraleja! Nunca dejemos de darle importancia a las grandes plumas que
encontramos, porque a pesar de que su dueño haya perdido muchas, ésa que hemos
encontrado nos obliga a prestar nuestra ayuda. Muy bueno, un cariño.
nemesio1982
27/11/09
(18:12)
Me deja con la sensación
de que no estaba enferma de soledad, sino de orgullo: "Como nunca encontró
a nadie allá arriba, estaba orgullosa de ser la única capaz de tal
proeza".
Pero esta tierno!
sigo_aqui
28/11/09
(20:20)
Para niños; tierna,
elegante. Cariños, me gustó.
Lala
05/12/09
(1:28)
Una historia
verdaderamente tierna. Un gran placer leer tus escritos.
Siniestro
19/06/10
(01:11)
Qué es lo que sabeee? Qué
es lo que sabeeeee???
Un cuento muy lindo :)
La cuadra de las flores
Comentarios
en Escribe Ya:
metro
25/11/09
(17:48)
Historia triste, pero no
ignorada...
Saludos corteses...
marifer_bf4e
25/11/09
(18:13)
Está buena pero un poco
deprimente.
Chuntaro
25/11/09
(23:00)
Suena melancólica y
deprimente pero en la vida tenemos de todo.
Saludos.
Te invito a leer mis
historias Hoja de Diario.
antifaz
26/11/09
(01:35)
Hoy se conmemora el día
contra la violencia de géneros, en especial, contra la mujer.
marquesita
26/11/09
(02:10)
Me has hecho llorar, me
gusta mucho la historia. Es la triste realidad de la vida, esa vida que nos
marca para siempre de alguna manera. Yo, gracias a Dios, no he sabido lo que es
el maltrato. Mi Padre siempre decía que el gallo que pelea con las gallinas es
un cobarde, que pelee contra otro gallo a ver si es capaz; y mi medio limón
piensa igual. Gracias por tu aportación a este dia.
Biquinhos e agarimos.
guadalupe40
26/11/09
(19:02)
Gracias por compartirlo.
domore
27/11/09
(16:09)
Me ha encantado tu
historia, suerte de las flores que nos llenan el alma de ilusiones.
Un abrazo
sigo_aqui
28/11/09
(20:19)
Tu historia es bellísima,
casi triste pero sumamente penetrante. Hermosa! Un cariño grande amigo.
Bocazza
28/11/09
(23:30)
Es triste , es nuestra
historia, pero ya va cambiando.
Me moviliza algunas
preguntas que no me animo a soltar.
En_Soledad
01/12/09
(04:20)
¡¡Qué lindo!! Ha
despertado sentimientos tan dispares. Pero simplemente me ha encantado.
Adeodatus
11/12/09
(20:29)
Bella narración, sensible
y triste. Pero al final, ella se quedó con el amor que le propicia la
naturaleza, las plantas y las flores. El único descanso que le deparó su desgraciada
vida fue al lado de las flores, a las que amamos tanto.
Saludo fraternal desde
Venezuela.
Vanelg
13/01/10
(19:33)
Qué lindo! Hay que mirar
más allá para entender este texto y su significado tan profundo.
Me gustó, un saludo!
Comentarios
en Letras y Algo Más:
Mateo
Jul 17, 2010 (4:52 pm)
Un relato que me muestra
esas historias de vida que últimamente se ven mucho en los noticieros, donde la
injusticia se paga y mal, donde mujeres cansadas del maltrato deciden poner fin
y son condenadas (si es que se salvaron de no ser ellas las occisas). Pero este
relato deja un sabor agradable, un aroma a flores, a vida que aún a pesar de
las dificultades prospera, se multiplica.
Xaviera, una mujer entera
que quizás quien la mira de afuera dice es una “loca” de esas que abundan por
nuestros pagos. Aquí en mi barrio está Marisa, parece una comadreja con todos
sus hijitos a cuestas, todos peladitos, nenas y varones, “por los piojos,
viste?” dice con ojos de extraña dulzura.
Me gustó el cuento, que es
casi como una realidad hecha memoria en papel para que no se olviden que hay
marisas, xavieras, que viven en la calle las flores en una casa llena de
flores.
Ximena Rivas
Jul 17, 2010 (4:57 pm)
Quizás llene los espacios
vacíos con sus flores... Una triste historia la de Xaviera que quizás sea como
las de tantas xavieras de este mundo.
Un gusto pasar por tus
letras,
Ximena.
Ricardo Cesar Garay
Jul 17, 2010 (5:30 pm)
Se me ocurre pensar que
para matizar la vida gris que le tocó vivir, las flores que planta le dan color
y aroma, pero nunca es suficiente.
Una triste historia que se
repite en todos lados.
Un abrazo.
Marioes
Jul 17, 2010 (7:05 pm)
Un excelente relato,
conmovedor por la temática que trata. Me parece un gran acierto literario el
introducir las flores como elemento de unión y continuidad del relato,
aportándole dos cosas fundamentales a mí entender: enfatiza la historia
terrible de Xaviera, y por otro lado mitiga el dolor que causa esa historia.
Un toque especial para una
historia de vida.
sgrassimeli
Jul 18, 2010 (8:12 am)
Un acierto el de las
flores (como la falta de pasto y la reagrupación) en el medio de esta triste
historia. Una historia cruda como real y ojalá encontraran las Xavieras eso que
hace falta para transformar una cuadra y una casa en un hogar... sí, es
saludable no mirar para otro lado cuando se lo han quitado.
Buena historia. Un abrazo.
Poesiacarnivora
Jul 18, 2010 (6:42 pm)
Una excelente historia que
comienza y finaliza igual, cerrando un ciclo o continuándolo indefinidamente,
como un círculo. Historias de barrios, de calles, que has transcrito
excelentemente al papel.
Me gustó, la visualicé, y
la sentí como historia de mis calles.
Que las hadas te
acompañen.
manola vazquez lopez
Jul 18, 2010 (7:24 pm)
Real como la vida misma.
Hay muchas Xavieras por desgracia pero esta de tu historia me conmovió ya el
primer día que la leí, las imágenes pasan por nuestra mente claras, gracias a
tus palabras que las pintan inmejorablemente, y aún hoy en día se ven historias
de esas por desgracia y no tan lejos de nuestros ojos.
Nomade
Jul 19, 2010 (9:18 pm)
Un relato que tiene su
cuota de denuncia social, de denuncia moral y sobre todo un dejo de esperanza
en esas flores que crecen y se esparcen.
Un buen relato, real, y
actual.
Azucena
Jul 20, 2010 (2:02 pm)
Triste historia, pero la
realidad es así. Y digo triste por la vida de Xaviera aunque en las flores hay
cierta luz, se ve la tristeza de la marginalidad.
Ciudadano del Mundo
Jul 24, 2010 (11:41 am)
Muy buen relato, bien
armado, con un toque de romanticismo que le quita un poco de horror a la
realidad de Xaviera.
metro
Jul 27, 2010 (12:11 pm)
Disfrutada una vez más...
Saludos corteses.
Etelsaga
Jul 28, 2010 (8:12 am)
Una historia que se repite
quizás menos de lo que imaginamos....
Un agrado leerla, el
mensaje es evidentemente social y llega al lector...
Felicidades..
Ignacio Araya D
Jul 28, 2010 (11:06 am)
Preciosa historia, la
narración es impecable. Algunas cosas: primero, un comienzo y desarrollo
tristísimo, con una realidad que duele y con un trasfondo de denuncia sobre la
justicia, que es la que impera en muchas partes... Es penoso ver en los
noticieros de estos casos y como la victima pasa a ser victimario y pagan con
cárcel, mientras algunos peores andan libres por ahí. Pero bueno, otro cuento
es ese. En esa parte del relato, la realidad es la que está presente siempre y
es terrible por supuesto. La parte final del relato, después de 10 años en que
con libertad todo cambia, peor aún sin ella, me parece que este hablar de
flores tiene su simbolismo detrás para el autor, grandes que se comen pequeñas,
pequeñas que se multiplican después de ser pisoteadas o sacadas, o bueno,
simplemente quizás un final que endulza un tanto lo primero mostrando quizás
hasta la soledad y locura de la protagonista y como con ello sacia parte de su
historia y esas tristezas. Aunque me quedo con la primera, ese simbolismo,
quizás pensando en la justicia y esas flores que por su hermosura y delicadeza,
debilidad muchas veces se refieren a esas víctimas... Bueno, interpretación mía
quizás solamente, pero así sentí el relato, que está muy bellamente escrito.
Un abrazo,
Ignacio.
Laín
Jul 28, 2010 (5:33 pm)
Ahh, bueh, las flores son
esperanza; que fue lo que al final pude leer en su escrito, Antifaz, aunque
tenue y rezagada.
Linda historia, muy bien
escrita; que me suena a muchas veces cierta, lamentablemente.
Un abrazo.
Balotaje 2009
Comentarios
en Escribe Ya:
metro
30/11/09
(17:27)
Nos dejaste compartir unos
instantes con usted, una vivencia, un camino… por un momento caminábamos a su
lado como embelesados por sus palabras… Tiene la facilidad de crear imágenes
reales a nuestros ojos, con una escritura de limpieza admirable y una recatada
puesta en escena, amena y agradable. Fue un paseo bajo la lluvia rodeado de la
fauna urbana, con denotadas pinceladas de naturaleza.
Saludos corteses…
marquesita
30/11/09
(19:25)
Me encantan tus historias,
es que son tan reales que casi caminaba contigo hacia el liceo a votar.
Buenísimo relato que me recordó las pasadas elecciones aquí, tengo también un buen
trecho para recorrer.
Biquinhos.
MeeL
30/11/09
(23:25)
Me gusta tu forma de
describir todo cuanto te rodea..... te felicito=)
Besoos!!!
sigo_aqui
02/12/09
(13:59)
Has descripto hermosamente
un domingo de votaciones. Fui alguna vez a Uruguay, con estas letras me
llevaste a recordar y caminar por sus calles una vez más.
Gracias! Fue hermoso, como
tu relato.
EITILEDA
07/01/10
(19:29)
Me quedo con la naturaleza,
que hace más por la ciudad que sus habitantes. Los yuyos tienen aroma y flor,
la calle brilla al sol que ya salió. He visto las casas con jardines de
jardineros, las casas con jardines de ama de casa y la del pobrerío, una
caricatura de barrio. Llegó a la mí y pienso en todo lo que tengo por hacer y
no tengo ganas.
Cuánta poesía, papá! Muy
bueno, me gusta sobre todo cuando no ocurre nada, sólo un derecho que se
transformó en una obligación de domingo...
Lucero23
12/01/10
(10:41)
Esto ya es poesía,
hermano. Me recuerda al canario cuando dice "prefiero ser un tipo pobre
que ser alguna vez un pobre tipo". Sabes que es peor aún, que ningún
gobierno puede hacer por alguien lo que él no quiere hacer por sí mismo.
Mírame, nací y crecí libre en los montes de mi campaña y hoy soy prisionero en
la selva de cemento pero sigo dando batalla, construyendo mi camino, no importa
quien esté arriba, sólo dependo de mis manos y mi mente para seguir adelante,
cada vez con más peso pero sin renunciar jamás. Una frase me sirve de estímulo:
"cuando hay voluntad siempre hay algún recurso, cuando no la hay,
encontraré alguna excusa". En algo nos parecemos: "soy de la época
del orden y el anonimato".
Un abrazo.
Comentarios
en Letras y Algo Más:
sgrassimeli
Dic 01, 2009 (4:14 pm)
Me permito pausar en cada
oración y disfrutar de un texto que habla de algo universal de una manera muy
original. Hay dos frases que me quedaron lloviendo (bien): "Me baño. No sé
por qué a las elecciones hay que ir limpio por dentro. Por fuera nadie lo
notará." "En el medio de mi
camino hay dos manzanas de
monte de eucalipto que decido atravesar. Ha
de estar embarrado. Pero
es naturaleza y la prefiero."
Una vez una amiga me
mencionó/preguntó: "cómo se sigue?" La verdad? No sé; pero en esa
rutina, en ese descreimiento, en ese "no cambio" hay algo (algo
especial en la vida) que tiene aroma a brecha de cambio, de aire, de
esperanza...y también me quedo con la naturaleza.
Única acotación (si me
permitís el atrevimiento) tal vez le cambiaría algunas comas por punto y coma
para marcar más ese ritmo tan especial que le diste al relato.
Un abrazo.
Silvina.
antifaz
Dic 01, 2009 (4:28 pm)
Gracias, Silvina; tomo
nota.
Ciudadano del Mundo
Dic 01, 2009 (4:32 pm)
Bueno amigo, la misma
lluvia y la misma idea parece que recorrió el domingo las calles del país: uff
otra vez a votar, y encima en marzo de nuevo… Eso fue un cantito que se
repitió... quizás si hubiera habido sol, el clima sería distinto. Y el año que
viene hago el traslado.... Otra clásica, esta vez voy temprano, en octubre me
comí el plantón... Jajá, y ahora no había nadie... Qué día, ehh?
Muy buen relato, que
entiendo, comparto y FESTEJO, FESTEJO URUGUAYO, Jajá.
Virgilio
Dic 01, 2009 (5:08 pm)
A veces, muchas, esperaba
el bondi en la plaza, sin lluvia pero sin plata como para ir a comer una pizza
a lo que ahora es La Pasiva, pero no me quiero ir por las ramas, sólo decirte
que caminé contigo esas cuadras brasileras aunque esta vez no voté, (sólo lo
hice una vez en la vida, Fijate!, y esa vez perdieron los que ahora ganaron.
Sabes?, qué sensación
extraña emocionarme y embroncarme, por un lado reviviendo los inicios, y ver a
la gente feliz (al menos a los que se les dio!) y embroncarme, por estar tan
lejos de eso que fue tan mío.
Pero volviendo al cuento,
me envolví en él como si fuera una bandera y acompañé tus pasos a través de
todo ese paseo visual (tan bien retratado!) mojándome si no con lluvia, con la
emoción de aquello que a mí me sabe a casa, mi casa, mi gente.
Salud, compatriota.
Virgilio.
Xanino
Dic 01, 2009 (11:19 pm)
Me ha gustado muchísimo
esa reflexión. Creas interés en el lector por el suceso trivial de un día,
tener que ir a votar. Con palabras sencillas le das importancia a unos hechos
sencillos.
No conocía las palabras
"balotaje" y "yuyo" pero las he encontrado en el
diccionario. Aquí, en España no se usan.
He disfrutado leyéndote.
Gracias por escribir tan bonito.
Fefé cruza las rocas
Comentarios
en Escribe Ya:
marquesita
12/01/10
(15:39)
¡Maestro!, has puesto este
cuento ayer y hoy lo comenté, ayer y sigo pensando que es un placer enorme el
poder leer tus escritos, y que me incluyas en tu lista de amigos.
wafaa
12/01/10
(16:44)
Excelentemente bien
narrado, muy bueno...
Oscarhugo
12/01/10
(18:29)
¡Perfecto! Un cuento que
prescinde de excesivos vocablos y que a grandes pinceladas narra una historia
con imágenes que el lector va descubriendo a medida que avanza en el texto.
Felicitaciones,
Jaime.
GabrielaAgilda
14/01/10
(01:23)
Federico, creo haber leído
que es tu nombre... Lo mismo da luego del impacto de esta lectura: sos un
escritor admirable, y me saco el sombrero ante tu trabajo.
Desde la ortografía,
pasando por la puntuación, sin dejar de destacar la historia, que es atrapante,
me parece poco felicitarte por tu trabajo.
Recibe mi admiración.
Gabriela.
metro
16/01/10
(02:45)
Yo denomino estos cuentos
“cuentos con rincones” donde las letras son paradoja de la vida y los
personajes se tornan reales… Cuántos de nosotros pretendemos cruzar las rocas,
¿quizás estemos al otro lado?… quizás seamos perros.
Saludos corteses… de
alguien que le atrapó la noche antes de cruzar las rocas.
mayca
25/01/10
(06:38)
Sin palabras, recibe mi
admiración por este bello escrito, con una narrativa maravillosa y que engancha
al que empieza a leerla. Cuando termina, quisieras más, pero ha sido una experiencia
maravillosa, me prometo seguir leyéndote, pues me has cautivado.
Un abrazo.
Comentarios
en Letras y Algo Más:
sgrassimeli
Jul 16, 2014 (11:02 am)
"Dirceu tira la
colilla y resopla la última bocanada. Los muchachos se sientan a recordar y por
un rato no hay nada más en el abismo de la noche. Pero las cosas son aunque no
se vean; y si se quieren ver, no hay noche que las cubra." y así son las
realidades muchas veces cuando nos regalan ratitos de magia de varias maneras.
Un relato muy interesante.
Ricardo Cesar Garay
Jul 16, 2014 (3:11 pm)
Mmmm… un relato para ir
desmenuzando.
Placer en leerte amigo
Federico.
Invitado
Jul 16, 2014 (3:26 pm)
Antifaz, un relato que leí
varias veces para ir aprendiendo como hacer y mejorar lo que voy a escribir.
Dios te guíe, un placer
estar aquí.
Saludos de Any.
Fobio
Jul 20, 2014 (9:16 pm)
Muy lindo trabajo,
Federico. Realmente disfruté de su lectura.
Un abrazo,
José.
albatross
Ago 22, 2014 (10:17 am)
Un relato tejido con
cuidado y que va adquiriendo las cualidades de una tela de araña en la que da
gusto dejarse atrapar. Impresionante construcción de personajes en tan corto
espacio. No sobra nada.
"La magia termina sin
que se sepa quién teme y quién vive."
Nomade
Ago 23, 2014 (8:45 pm)
Excelente relato, me
encantó, desde la ambientación hasta la naturaleza personificada, todo le da un
buen clima al cuento que atrapa.
Y sí, a veces la magia se
saca sin saber quién es el que en verdad tenía miedo.
Nilda Sena
Oct 01, 2014 (10:47 pm)
Buen trabajo. No lo había
leído antes. Llegué por el enlace de la revista mensual. Felicitaciones por el
destacado.
Nilda Sena.
Ricardo Cesar Garay
Oct 09, 2014 (4:07 pm)
Qué bueno volver a leerlo,
Fede. Felicitaciones por el destacado.
Con Susy los extrañamos,
ojala podamos ir a visitarlos en algún momento.
Abrazo enorme.
Un amigo muy extraordinario
(Perejil en el confín del universo)
Comentarios
en Escribe Ya:
MANTIS
14/01/10
(23:14)
Jajajá, qué aventura!
Continuará?...
marquesita
15/01/10
(00:55)
Me dejas perpleja, no me
digas que en el agujero estaba el... ¡digo yo! Bueno. Esto continuará, ¿verdad?
Bocazza
18/01/10
(04:19)
Para mí, muy gráfica. Me
enseña una forma de presentar una trama entramada (risas) por los títulos que
van guiando. ¿Por qué se te ocurre así?
sigo_aqui
18/01/10
(16:22)
Querido amigo, qué
agradable tomarme un descansito de este desastre y encontrarte palpado en tan
bellas letras. Me encantó y lo disfruté. Qué tal tus vacaciones?
Hasta pronto.
metro
18/01/10
(18:45)
Contexto errático, que
juega con la percepción de lo que leemos dejándonos las posibilidades de un
final en cada nueva lectura tras descubrir los conceptos que se escapan a los
ojos…
MeeL
19/01/10
(08:20)
Guaau, es excelente, me
encantan tus historias=)
Espero leer más!
Besootes!!!
xanino
20/01/10
(12:48)
Espero más porque no acabo
de captar la idea, me pierdo. Yo también hago la pregunta final "¿Pero qué
había sucedido?"
mayca
25/01/10
(06:46)
Muy bueno, espero haya una
continuación, porque a lo mejor no está correcto lo que yo entendí. Te
felicito, narras de una manera sin lugar a dudas maravillosa.
Te felicito. Un abrazo.
tylerdurden
06/05/10
(14:09)
Hola, antifaz!
Buen relato. Tienes razón,
nuestros estilos son parecidos. Perfectamente hubiera podido yo escribir este
relato, pero lo has hecho tú, y muy bien por cierto. Nada que objetar y mucho
que admirar.
Un saludo!!
MANTIS
15/07/10 00:11
Jajaja, "¡Qué
lástima, llegar al confín del universo para fracasar!", volví para leer
esta historia. Jajaja, me gustó mucho esta frase que usaste. :)
marquesita
15/07/10 01:52
Siempre me haces pensar,
leer y releer, y al final la misma conclusión: "este maestro de Federico
que bien escribe y que obras maestras nos regala". ¡Pues esta no iba a ser
menos!
Comentarios
en Letras y Algo Más:
Mateo
Jul 14, 2010 (3:27 pm)
Guau, y yo que pedía a
gritos un cuento para entretenerme! Me diste pa´ que tenga y pa´ que lleve,
jajá.
Bueno, a ver, primero me
encantó ese juego de dos planos, simultáneos, casi como dos mundos paralelos,
aunque cuando comencé a leer pensó en un ser humano común que comenzaba a
enfrentarse al mundo de la adultez, que había crecido progresivamente y que había
llegado a un punto de dar el último paso al descubrimiento personal… Por ahí
iba genial, me sentí súper cómodo con ese discurrir y buscarle un sentido
metafórico al relato.
Ahora aparece Gladys,
jajá, perdón pero yo vi a Poe cortando perejil; jajá, creo que actúa de la
misma forma (es que son tan predecibles las mujeres?); já, siempre deja ese
cuchillo viejo en alguna maceta, y cada vez que va a la huerta dice lo mismo:
uff, tengo que arreglar esto. Jajajá, te juro compañero que esa parte del
relato la vivo bastante seguido por lo cual me pareció divertida, la entendí y
muy cotidiana… Y la clave está en ese clavar el cuchillo en la tierra. Ahí tuve
que volver cuando leí el resto del relato, já. Y ahí todo se volvió fantástico,
adiós mi teoría del crecimiento personal y demás cosas. Vi un mundo diferente
dentro del hueco que Gladys creyó de araña. Vi un tipo complicado por una
situación inesperada que le cortó el paso (un cuchillo). Sentí ganas de
investigar cada hueco del fondo de mi casa para descubrir ese mundo, como en el
país de los gigantes (te acordás de esa serie?), (obvio que ni pienso en
revolver huecos, después me andan puteando, pero no me faltaron ganas, já.
La verdad que el cuento es
genial, y ahora sí tengo para pensar, imaginar, sentir.
¿Qué habrá sucedido? Esa
pregunta final la rompe, haces que cuando lea tenga que engancharme y darle un
final… Que todavía no pude, te aseguro, porque hay cosas que se me cruzan, já;
como si el del hueco no sería una araña de verdad, jajajá, pero muy inteligente,
como unas que mira Candelaria en la tele en Discovery Kid, que son todos
insectos en dibujitos muy inteligentes, hasta canta el don araño, jajajá.
Como ves, en la última
parte del cuento de descolocaste y aquí estoy, fascinado con el relato y
parloteando como un nabo.
Me encantó. De verdad que
me gustó este cuento.
Poesiacarnivora
Jul 14, 2010 (7:18 pm)
Uff, ahora veo por qué me
insistían con que lea este relato... y bueno, valió la pena pasar por aquí.
Un relato excelente,
Antifaz, que bien se enmarca en el realismo mágico, donde superpones el plano
común cotidiano, con una acción determinada, a otro fantástico, inconcluso, con
una acción que deja al lector buscando respuestas.
La voz del narrador,
desprendiéndose del cuento, con esa pregunta final, está muy bien lograda,
involucra al lector, lo hace partícipe, y por demás se deslinga de
responsabilidades, volviéndose ajeno a los sucesos narrados.
No es un narrador
omnisciente, sino un narrador que dentro de lo fantástico se vuelve lector.
El dar una fecha exacta le
da veracidad al relato, lo hace creíble, tal como lo hace Cervantes en su
Quijote mezclando hechos y lugares exactos, con lo que le da veracidad a la
narración.
"Perejil en el confín
del universo", creo que es la clave para relacionar esos dos planos o
acciones simultáneas que se están dando.
Un cuento genial, bien
llevado, que si hace que Mateo me escarbe la huerta, habrá problemas, ja já;
nooo, mejor que se ponga a dar vuelta la tierra que hace falta.
Perfecto Antifaz, dejando
lugar a varias interpretaciones, recreando perfecto ambos mundillos y
relacionándolos a través del perejil, perfecto condimento para un cuento
perfecto.
Que las hadas te
acompañen.
Ricardo Cesar Garay
Jul 15, 2010 (9:39 am)
Sabes compañero, leyendo
este cuento se me ocurrió pensar que en el confín del mundo se puede encontrar
la puerta del universo y que atravesándola con un cuchillo viejo como hizo Doña
Gladys se entra en otra dimensión. Los aparatos enloquecen, se encienden los
televisores, los celulares. Los discos vuelan por el aire y hasta llegan
mensajes de textos preguntándole a Doña Gladys por el profesor. ¿Qué pasó? Es
que a veces según donde se entierre un cuchillo las naves suelen ponerse de
costado y encender las luces de emergencia entrando al sueño de algunos
enamorados que pretenden también explorar en el corazón de niñas como Mariana.
Perdóname amigo, pero las
cuevas de arañas me ponen de la cabeza.
Eleonor
Jul 15, 2010 (11:05 am)
Lo que ha logrado este
cuento se refleja en los comentarios y demuestra lo bien que está hecho, pues
su impacto en el lector es increíble.
La narrativa es dinámica,
amable, que gusta al lector y llega muy bien.
Se ven esos dos mundillos
paralelos unidos por ese cuchillo, que en un plano representa el lograr
condimentar la comida, es decir ser sustento, y en el otro corta los sueños y
las expectativas de alguien que casi logra abarcar el conocimiento universal
(pero debía ser así, frustrado, para no parecerse a un dios).
Lo que me llama la
atención y no sé mucho como relacionarlo con todo es el título...
"Un amigo
extraordinario"... ¿de quién? de Gladys, del autor, del lector?...
Continua este relato?
Yo como siempre molestando
con mis interrogantes, ja, discúlpeme.
Nomade
Jul 16, 2010 (9:07 am)
Ok, tanto hablaron en el
otro que vine primero aquí... después comento.
Las visitas del marqués
Comentarios
en Escribe Ya:
MeeL
01/02/10
(08:22)
Guaau, una vez más te
felicito por tan maravillosa historia!
Es atrapante hasta el
final.
Besoootes!
marquesita
01/02/10
(13:31)
¡Qué puedo decir yo!, una
humilde poeta que no va más allá de sus románticos versos. Pero me atrapó esta
prosa limpia de narrativa excelente, y que leí de un tirón sin pestañear si
quiera. ¡Buen relato!
EITILEDA
02/02/10
(17:15)
Hace mucho que no leo un
texto de este estilo. Ligero, desafiante, con pizcas de realismo mágico, y con
un sabor dulce en la boca. Muy bonito, nos ´tamos leyendo.
tais
02/02/10
(20:23)
Buena borrachera. Te
compré siete botellas de ron pero cuéntame siete historias más. Jeje.
MANTIS
02/02/10
(23:20)
Jajajajá, muy bueno. Me
hizo recordar aquella vieja canción "El Hombre Del Piano".
Oscarhugo
02/02/10
(23:43)
¡Pucha que es buena la
historia! Además de muy bien escrita, presenta un tema a la manera de Antifaz;
una introducción genial, un relato sabroso y entretenido, y un final de
antología.
MANTIS
04/02/10
(17:01)
Jajaja, es muy buena, me
gustó el final, es bastante puntual. :)
sigo_aqui
22/03/10
(13:00)
Bellísima.
AlejandraCV
07/04/10
(02:30)
Una historia llena de lujo
creativo.
Alejandra.
Comentarios
en Letras y Algo Más:
Invitado
Jul 14, 2014 (5:16 pm)
Antifaz, como trato de
leer todo y sinceramente no me gusta ver el odioso 0 (comentarios), aquí hoy
recorriendo paso y leo un relato muy bueno que me gustó mucho, y disculpe si
coloco imágenes... tal vez no le guste pero si es así dígamelo.
Lo felicito por estas
letras.
Dios lo guie.
Saludos de Any
Poesiacarnivora
Jul 16, 2014 (9:59 pm)
Un excelente relato, que
no me extraña viniendo de un maestro en narrativa.
Una historia de vida, que
logra captar la atención del lector que busca
entrever esos giros de la vida del personaje que termina en un bodegón.
Me gustó, y mucho; si me
chocó a la vista, es decir el primer golpe visual, que creo que es importante,
la forma de lo que del texto, sin espacios, sin sangría, con puntos seguido.
Quizás es la forma que el
autor quiso darle o quizás al pasarlo del word quedó así, no sé, pero es lo
único que no me gustó y que en verdad no tiene importancia porque el contenido
es excelente.
Que las hadas te
acompañen.
Jaime Olate
Jul 17, 2014 (7:35 pm)
Es un agrado leer un texto
un tanto distinto de lo acostumbrado en su redacción, pero que contiene el
relato de un alcohólico que comienza con su historia. Ésta al principio es casi
común, sin complicaciones.
No obstante, en el negocio
o cantina continuó una narración
extraña, fuera de nuestra realidad, que termina con la presencia de un
supuesto marqués con aires militares, quizás un vago recuerdo de una autoridad
en su vida. ¡Uf, ya me estoy transformando en un psicólogo! No deseo aburrir
con otras ideas que me sugieren las
otras imágenes.
Mateo
Jul 17, 2014 (9:26 pm)
Já, bueno, gracias don
Jaime por orientarme porque andaba perdido.
A ver, me encantó el texto
por lo que me muestra, por las imágenes que pude recrear al leerlo, pero no
podía conectarlas, es decir, armar la trama.
No sé si aún pude captarlo
bien, pero voy por el camino.
Nilda Sena
Jul 17, 2014 (10:27 pm)
Lindo relato. Me gustó.
Nilda Sena.
Ciudadano del Mundo
Jul 18, 2014 (8:09 pm)
Un excelente cuento, que
sabe ambientar al lector. Me gustó mucho.
Fobio
Jul 20, 2014 (9:07 pm)
Me pareció un excelente
trabajo, una excelente historia y una trama muy bien hilvanada. Un muy buen
texto de los que uno disfruta mucho leyendo.
Un gran abrazo,
José.
Sin programación
Comentarios
en Escribe Ya:
marquesita
05/02/10
(13:45)
Veo que lo tuyo ya viene
de antaño, y que ya eras hábil con la pluma. Siempre me sorprenderás, amigo
rioplatense, eres una caja de sorpresas.
osito151065
05/02/10
(18:11)
Veo que realmente no la
programaste.
Aun así, se deja llevar en
su lectura, dejando cabos sueltos para la imaginación del lector.
maledetapalabra
05/02/10
(18:17)
No entiendo:
"Rompiendo la pulcritud, el cuerpo angulaba un vehículo que destellaba la
alteración"
Y así también donde dice
invirtiéndose (no es común, pero suena rebuscado a propósito, un juego).
Bah!, estás delirando
completamente. Espero la exposición de tu camino e intención en esto.
Me encanta tú propuesta,
antifaz.
moisolitario
05/02/10
(18:19)
La verdad es que no le
encontré el hilo. Se pierde entre escenas cortadas por palabras sin sentido
como...........
Rompiendo la pulcritud, el
cuerpo angulaba un vehículo que destellaba la alteración.
Mmmm, algunas palabras
fuera del contexto arruinan la de por si corta información de la trama.
oscar
05/02/10
(18:20)
Anti... tengo la impresión
que la generación actual tiende a no hacer las cosas tan obvias…, la mitad se
escribe y el resto lo pone el lector... una lectura o tal vez un escrito
inter-activo... Me gusta esa fórmula pero no la manejo bien...
La frase "Rompiendo
la pulcritud...” creo entenderla bastante bien y me gustó...
Esperaré hasta que tú le
saques el antifaz... Saludos… omn.-.
Gracias por estar en este
Foro Solo para Valientes…
CaribeOro
05/02/10
(18:21)
Tiene destellos que cuando
comienzan a interesar y uno cree que agarró la trama viene un corte, de verdad
no es por hacer grupo, pero yo no entiendo.
rotko
05/02/10
(18:23)
Ok... ese argumento de que
el lector termina de construir...
Eso es de lo más
difícil... la maestría consiste en saber hasta donde se puede dejar ese
juego...
Yo he fallado mucho...
pues he anticipado, dejado cabos sueltos... que pienso el lector puede
juntar... y que al final no los juntó y se perdió toda la intención... y
entonces un buen texto se echó a perder...
rotko
05/02/10
(18:24)
No sé, me parece que la
prosa, es otro cosa... es diferente a la poesía (donde las palabras, sus
significados se entrecruzan ferozmente sugiriendo estados mentales diferentes).
Y la prosa, lo siento diferente. Hablo de prosa seca y llana, que no tenga que
ver con lo que algunos llaman prosa poética (mea culpa, yo he caído, que le
vamos a hacer: soy humano)....
minerva
05/02/10
(18:25)
Antifaz, noto un trabajo
de actualidad, un lenguaje muy sofisticado. TR, supongo por el título que es un
lenguaje o un sistema de programación.
Y tu trabajo me muestra a
un ingeniero en informática (acostumbrado a programar) saliendo de su centro de
trabajo a un largo fin de semana. Y de tanto programar en la semana su cerebro
se desprograma en algún momento en que no puede distinguir la fantasía de la
realidad, razón por la cual no puede ajustar el selector visual y rompe la
pulcritud (entiendo desinhibirse).
Y al final, aparentemente
está programado, aunque de nuevo el título que en principio me ayudó a entender
el sentido de tu trabajo, me confunde para entender el final. Estaba
programado? Estaba desprogramado? Porque lo que lo espera es tan bello, que no
puede ser realidad, aunque se lo merecía después de una semana de trabajo.
Me gusta este tipo de
trabajos que representan un reto para el lector.
Un joven estaría encantado
de leer este trabajo por su modernidad, por la emoción que representa.
minerva
05/02/10
(18:28)
Bueno, y por tratarse de
un fin de semana no me convence el término estaba un poco HARTO, más bien
estaba HARTO, quién no está HARTO después de una semana de trabajo.
Ahh, creo que aquí en
escribe necesitamos un TR, ayudaría mucho.
mayca
05/02/10
(18:29)
No quiero parecer como que
hago complot, pero empieza muy bien y de pronto se corta. Si voy a entenderla
como yo quiera está bien, pero si lleva otro mensaje no lo entendí. Lo siento.
ricardo48
05/02/10
(18:30)
Quizás nuestro héroe
prefirió seguir soñando con los ojos cerrados a la realidad pero, sin dejar de
verla.
Es lo que interpreto en
este relato por cierto muy bien narrado que lleva un tono de misterioso encanto
fantástico.
carontex
05/02/10
(18:32)
No compañera Minerva, esto
no es actual, es viejo, muy antiguo, tanto como la ciencia ficción de los
sesentas, hace varias décadas de este relato atrapado en el tiempo.
Me recuerda un Silverberg
Latino. Es K. Leguin en masculino, es en definitiva la decadente y magnífica
ciencia ficción de siempre.
Es algo virtual, es el
proyecto Bringston desarticulado, un leve esbozo, una copa de lo que está por
venir.
Harto sabido para los
amantes del género, pasado incluso de vueltas, previsible, no es simple para
los profanos pero sí lo es para el aficionado al género, es sólo ciencia
ficción; y como el rock... me gusta.
maledetapalabra
05/02/10
(18:34)
Entonces sé que en un año
lo voy a entender, Carontex, como me pasó con tus cuentos. Eso es lo raro de la
ciencia ficción.
minerva
05/02/10
(18:35)
Para mí el tema es
novedoso, tanto que lo he leído con gran esmero; no me gusta el género, pero
disfruté tratando de desenmarañar la historia.
Gracias Carontex.
TINTANARANJA
05/02/10
(18:36)
Antifaz, yo también me perdí
en el medio de la trama pero considero que tu intención era esa, pues un lector
"ocioso" alguna vez debe intentar "interpretar". Según mi
interpretación me vi envuelto en un programa "holográfico", pero no
me convencí mucho de esa suposición por lo cual decidí disfrutarlo como un
cuadro de Picasso... es decir, dejarte llevar por las imágenes, lo cual me
resultó agradable!
moisolitario
06/02/10
(15:20)
¡Ah, vaya!
Jajajá, na´ que ver con la
de por sí vaga información, jajá.
¿pos, cómo hilvanar que se
trataba de un cuerpo que caía sobre un auto y sonaba la alarma?
Bueno, sólo tú sabías lo
que querías que los demás interpretáramos.
uri
06/02/10
(22:09)
Es un gran texto.
nikdaniels
07/02/10
(05:47)
La verdad, yo no me perdí.
Por momentos se parecía a un cuento de Cortázar. “La autopista del sur" de
Cortazar; tiene un aire... pero algo más "Futurama". Espero no te
moleste antifaz, pero me gustó y sí se entiende. Te seguiré, es interesante
como escribís. Gracias Marquesita, conocí hoy un nuevo miembro más de esta
Familia...
Abrazos.
ORANGE
07/02/10
(07:41)
También entendí y disfruté
el relato, muy buenas imágenes y un estilo que, no sé si es viejo o no, pero
involucra. Es como dar participación directa al lector y a la vez regodearte
con la intriga de imaginar su interpretación.
Insertar lo del suicidio
en un texto apacible es lo que más me gustó, como técnica. Te felicito.
EITILEDA
08/02/10
(03:21)
Muy lindo che, me relajó
leerlo. Gracias loco, sí que tenés la pluma ligera. Nos tamos leyendo.
ines209
08/02/10
(03:40)
Muy lindo.
Sirena
09/02/10
(01:40)
Te felicito amigo, muy
buen foro, me dejaste impresionada con tu escrito, me vi obligada a leerlo con
mucha calma e ir descifrando poco a poco que sería lo que querías decir, fue
todo un trabajo, pero un muy agradable y aleccionador trabajo.
Si hubiese sabido que al
final lo traducías no hubiera desgastado mis neuronas, jajajajaja, es broma,
saludos.
MANTIS
09/02/10
(21:30)
Muy chévere. Me gustó.
MeeL
11/02/10
(00:06)
Atrapante hasta el final,
me gusta:)
Besotes!!!
Comentarios
en Letras y Algo Más:
Eleonor
Ago 22, 2010 (2:16 pm)
Un excelente zappig (se
dic e así?), al menos así sentí el texto, un individuo sin muchos planes
saltando de canal en canal.
Mateo
Ago 22, 2010 (3:26 pm)
Ah, bueno! Ya veo otra
discusión contigo sobre lo fantástico y lo maravilloso, já. Me vas a decir que
este cuento no tiene nada de esos?
Bueno, a como yo lo leo, y
tuve que leerlo dos veces, por un momento ese operario se mimetiza con los
programas que él mismo debe armar, y él es quien termina protagonizando lo que
debe ajustar, como si se proyectara.
No sé qué es el TR, y eso
es relevante para entender el cuento, que quizás lo estoy malinterpretando.
sgrassimeli
Ago 25, 2010 (7:35 am)
Sip... como un
"zapping" mental donde el control remoto no logra satisfacer a
Frances (esto me resonó con el final: "...la firme promesa de su gastado
sueño"). Imágenes oníricas para expresar ese gastado sueño?, no sé pero
eso me llegó...
Por lo demás, un gusto de
escrito. Muy bueno.
Saludos.
Silvina.
Ciudadano del Mundo
Ago 25, 2010 (1:47 pm)
Un buen texto, que nos va
llevando con facilidad por una mente, que busca una programación para salir de
la rutina.
Solución S. A.
Comentarios
en Escribe Ya:
marquesita
14/02/10
(01:13)
Me gustó ya cuando la leí
antes, es tu peculiar forma de narrar, limpia sin faltas ni errores, se lee
bien desde el principio sin agobios, y gusta leerla. Ya sabes que lo mío no es
los cuentos ni las historias pero me complace siempre leer las tuyas porque
sencillamente me gustan.
sigo_aqui
17/02/10
(00:22)
Me ha deslumbrado tu
historia, realmente fascinante, como siempre es bellísimo ingresar y
encontrarme con esta delicia.
Saludos.
VECINOSOLIDARIO
17/02/10
(05:25)
Un escrito para releer
varias veces lleno de verdades pero hay que vivirlas y soportarlas. Coincido
por haberlas vivido y como animal de costumbre sigo viviéndolas y es verdad no,
todo es tan malo, quizás incomprensible. Hermoso.
Biancka
19/02/10
(01:19)
Muy bien, me gustó.
Me encantó.
Oooh!!
cholyvidal
24/02/10
(00:10)
Deslumbrante historia, muy
bien narrada, me atrapó hasta el final, te felicito, cariños...
carls
26/02/10
(23:46)
No dejé de leer tu historia,
me impresionó!!!!!!!
ClemenRock
01/03/10
(20:57)
Una historia que te atrapa
hasta el final.
Un saludo.
elcoleta
03/03/10
(09:37)
Igual me equivoco pero
también estoy a favor de la eutanasia, porque la gente con un problema muy
grave no puede marcharse dignamente, nos preocupamos por una vida digna, por
qué no permitimos una muerte igual.
Comentarios
en Letras y Algo Más:
Marioes
Ago 26, 2010 (1:38 pm)
Un relato que mantiene
desde el comienzo hasta el punto final, la tensión en el lector, el cual
comparte la angustia con el personaje.
Una sociedad que termina
según los acuerdos, sin importar la letra chica, que quizás. si las hubiera
leído diez años antes, hubiese sido distinto.
Hay rabia, desasosiego,
angustia y compasión en este relato, además de un ambiente frio muy bien
descripto que ayuda a que el desenlace final lo sea igual.
Muy buen cuento.
Domingo
Ago 26, 2010 (3:12 pm)
Difícil empresa, habría
que ver los réditos que deja, por lo pronto no parecen ser buenos.
Nomade
Ago 27, 2010 (12:25 am)
Planteado como el trámite
burocrático de un divorcio, el lector se sorprende con el final. Un pacto quizás
o una muerte asistida como se estila... unos cuantos papeleos y un acto de amor
quizás no bien comprendido por el resto.
Una imagen final perfecta.
Mateo
Ago 27, 2010 (1:53 pm)
“…zona franca entre su
calma y mi tristeza”
Hay varias partes que me
movieron el piso, pero esa que resalté abarca todo el espacio de tristeza del
personaje.
Debería haber sido una
S.R.L.
Vaya a saber por qué
razón, eso queda a la imaginación del lector. Su compañera de diez años está
inmóvil en una cama, una especie de casa de salud o como se usa en Suiza, una
casa de muerte asistida. El personaje debe terminar esa sociedad, esa unión;
evoca ese tiempo pasado donde era feliz, vuelve al presente para descubrir que
esa mujer ya no es su Susana, la ve distinta, quiere creer que ahora está mejor
que cuando estaba con él, quizás como para crearse un motivo que justifique ese
fin de la sociedad.
Un relato que
personalmente me angustió, me dio mucha pena, me hizo intentar ponerme en ese
lugar, y creo que hubiera firmado sin mirar, aunque no hubiera podido empuñar
el instrumento.
No sé, casi como cortar el
cordón umbilical con la vida, uff, un nacimiento a la muerte. Algo así me pasa
por la cabeza.
manuelchocano
Ago 27, 2010 2:12 pm)
Perfectas imágenes,
desarrollo, y final. Imponente, impecable, implacable.
SLDS
Ricardo Cesar Garay
Ago 27, 2010 (3:42 pm)
Un relato que tiene de
todo y que compromete al lector en el sentimiento y un final imperdible.
Fobio
Ago 28, 2010 (12:00 pm)
Excelente historia,
Antifaz. Saludos,
José.
El jarrón de caracoles
Comentarios
en Escribe Ya:
marquesita
06/03/10
(21:22)
Leerte para mí siempre
será un placer enorme, tus relatos me dejan clavada al sillón hasta que los
termino. ¡Eres un genio, maestro!
Biancka
07/03/10
(02:48)
Disfruté mucho de su buena
narrativa.
Hehe saludos. Un placer.
MANTIS
09/03/10
(23:13)
Jajajaja, muy agradable y
fresco el estilo que tienes aquí. Me gusta mucho el título. :)
Gracias por escribir.
cholyvidal
10/03/10
(01:44)
El tipo de lenguaje debe
ser muy autóctono, pues me cuesta entenderlo. Al menos fue entretenido, y logré
involucrarme en las imágenes. Gracias por compartir...
metro
12/03/10
(10:44)
Un cuento elaborado,
detallista en palabras. Una pregunta ¿por qué juegas de esta manera con el
lector? Tengo el apercibimiento de ser un ratón de laboratorio, ¿Quién dijo que
en lo escrito estaba todo lo dicho? No estará quizás en lo omitido….
Saludos corteses…
primopep
16/04/10
(12:19)
¿1980?
Buff, yo entonces tenía
cuatro años. Me pregunto cómo se leerán mis cuentos dentro de 30 años. Éste
desde luego se lee estupendo.
Yo sólo hace año y medio
que escribo, desde Julio de 2008. Antes escribí poemas allá por 1998 pero dejé
de hacerlo durante una década. Pero aquellos poemas los guardé en un diskette y
vete a saber por dónde andan.
¿Cómo ha sobrevivido lo
tuyo tanto tiempo? Supongo que eres alguien ordenado y que el papel aguanta más
que los soportes informáticos, eso seguro.
En cualquier caso, me
gustó el relato.
Comentario en
otra página:
10/03/10
(04:21)
Una excelente crítica, por
eso merece algunas explicaciones:
"Una verdadera obra,
me gustó mucho el lenguaje que usas, la concordancia se mantiene hasta el final
del relato, la imagen que recreaste me fue vista muy claramente".
Es un cuento complejo
porque está tejido a través de las diferentes percepciones de los cinco
personajes (el hombre, que representa a la sociedad y lo que ésta piensa de la
delincuencia -envejecido, fracasado, con clichés- y los muchachos de 16 a 13
años: el jefe, que ha encontrado en la delincuencia ser alguien, que tiene
códigos y un secreto que se explica al final -fue un niño sexualmente abusado-,
el alcahuete, pragmático, que busca su beneficio e independizarse, el
"rata", un bandido clásico, el único que robó algo, y un muchacho
casi niño, que no tiene más remedio que vivir lo que la vida le da).
Esta amplitud de puntos de
vista permite que el lector, sin importar su edad o condición social, esté
representado en alguno.
El lenguaje es
cinematográfico, por lo tanto el lector se instala en la acción, está presente
en el robo y es prisionero cuando la suerte se invierte.
Las descripciones en los
cuentos sólo son admisibles cuando hacen a la trama. En este caso te encierran
en un problema que no tiene solución.
"El único percance,
que al menos por mi parte no pude notar, fue los personajes, no hubo
identificación, tampoco sentí sus personalidades, o al menos ligeramente las
percibí, pero más me dio la impresión que sólo eran hombres que se movían y
nada más, la sensación que percibí y que se hizo notar fue cuando empezaste la
frase: "-Desnúdense." Ahí fue donde se creó una ligera curiosidad que
dio la vida al cuento".
La identificación con un
personaje (héroe) es propia de la novela, donde el lector se identifica para
padecer y gozar con la suerte del mismo. Ejemplo: Harry Potter. Éste es un
planteo social que importa más que su resolución, si bien es un cuento escrito
en 1980 y con una acción situada en 1960, la delincuencia es, fue y será, por
lo que mantiene vigencia psicológica.
"-Desnúdense",
es el verdadero quiebre del cuento, cuando los ladrones pasan de violadores
(violar la intimidad de un domicilio) a posibles víctimas de violación (¿será
un degenerado?).
"También a mi parecer
y punto de vista, creo que hubiera sido bueno que se hubiese reducido un poco
las descripciones, eso fue un desgaste ligero al principio, pero como dije, me
prendí en la trama cuando tocas la frase esa, no es porque sea un tema que me
guste, sino que así lo elegiste tú como trama y funcionó".
La descripción inicial
funciona como un zoom (un barrio, una calle, una casa). La segunda es doble,
describe lo que hace el personaje y a través de lo que piensa quién es y a qué
aspira.
La despojada descripción
de los desnudos da veracidad a la trama al tiempo que reduce por completo a los
ladrones. Ahora son frágiles muchachos expuestos a un arma más peligrosa: la
violación.
La descripción también
funciona como entretenimiento, ya que es una situación estática.
Comentarios
en Letras y Algo Más:
Mateo
Jul 22, 2010 (12:24 pm)
Ufff, qué relato antifaz.
A ver cómo empiezo.
Primero, no sé lo de la
advertencia que colocas al comienzo. Creo que el lenguaje está perfecto para
este relato. Lo mismo que las situaciones que muestras. No creo que nadie se
pueda asombrar o molestar al leerlo, porque entonces querría decir que no
entendieron lo que cuentas.
Segundo, no sé si porque
soy de estos pagos es que entendí perfectamente la jerga lingüística (no sé si
se dice así) que usas. Yo me sentí muy cómodo con la lectura, con las imágenes
que presentas, y con la situación en sí que no me pareció para nada violenta.
Me encanta como vas
alternando las voces de los protagonistas y sus sentires, eso le da dinamismo
al relato y nos va mostrando facetas. Primero todo ese complot para entrar, la
situación de vigilancia, los planes, toda una imagen de maldad calculada que se
va perdiendo en el relato. Vas desmitificando esa visión de nenes malos,
mostrando sus partes más humanas… Dejándolos desnudos, exactamente.
Una similitud entre la
vida del hombre y la del Tito o el Chingo. Ahí sí tengo una confusión… Es más,
llegué a sentir que lo horroroso que él intuye es que uno de ellos es su hijo:
ese que quedó mirando el cuadro… Ese que dejó ir junto a su mujer para no
hacerles más daño. Sí, indudablemente la vida a veces da vueltas.
Muestras en forma de
relato crónica, una realidad social que se da en nuestros días. Pero sobre
todo, muestras la parte más humana de esa realidad y algunos de los porqués,
que aunque no sean justificativos para delinquir, sí tienen peso en la acción
de las personas. Fijate, que por ahí, el mayor sueño era comprarse un wolkman,
ufff, algo tan sencillo como eso.
Me gustó la historia. Me
gustó porque la sé real, porque la entendí y veo que en este caso no hay
víctimas ni victimarios, sólo individuos. Quizás sí víctimas de una sociedad
que va a contramano, del alcohol en el caso del hombre y de la miseria en el
caso de los gurises.
Te felicito, antifaz.
Cosas así deberían leerse más seguido. Quizás puedan ser parte de las
herramientas que nos lleven a cambiar las cosas.
antifaz
Jul 22, 2010 (2:28 pm)
Gracias, muy completo el
comentario.
Como padre te diré que, lo
que más nos preocupa de nuestros hijos es no saber lo que son. Cuando lo
sabemos lo aceptamos. Cuando no, miramos a los demás y nos preguntamos. Es
entonces que salimos de nosotros para atender a lo que nos rodea.
Mateo
Jul 22, 2010 (4:11 pm)
“Cuando no, miramos a los
demás y nos preguntamos. Es entonces que salimos de nosotros para atender a lo
que nos rodea.”
No entendí eso, siempre
creí que los padres sabían lo que son sus hijos, que son una especie de seres
extraterrestres que nos sacan si mentimos. Si no, si estamos tristes, que lo
saben todo y no sé cómo, pero, ufff, que sí que saben todo de nosotros, como si
se multiplicaran o tuvieran informantes secretos. Por eso no entiendo bien qué
quieres decir con eso.
antifaz
Jul 22, 2010 (6:13 pm)
Cuando el padre tiene al
hijo cerca, termina convirtiéndose en toda una autoridad especializada en él.
Conoce los códigos genéticos (tiene los mismos gestos que el abuelo y eso que
no lo conoció) y los ambientes en que se forjó fuera de casa (escuela, clubes,
amigos...).
Cuando ha perdido
contacto, como el protagonista, se pregunta ¿qué será de él? Saber que existe
pero no cómo está, lo lleva a interesarse (no me interesa la guerra africana,
excepto que mi hijo halla sido asignado a ella como soldado de las fuerzas de
paz).
En el texto, el hombre
captura a los delincuentes porque le interesa conocerlos (su hijo podría estar
robando en otra casa). Analizar el problema sin que su familia esté presente es
lo que le permite avanzar, pues no están directamente amenazados. Es como ver
un partido sin ser hincha de ninguno de los dos equipos.
Poesiacarnivora
Jul 22, 2010 (8:08 pm)
Un texto excelente,
antifaz. Primeramente muy bien narrado. La alternancia de los personajes y su
sentir frente a la situación, dándole al lector diferentes puntos de vista, me
parece el mejor logro de este texto. Alternancia que sin embargo no deja que se
pierda el hilo conductor de la narración.
Realmente me parece lo más
logrado de esta narración, que además lleva un hecho cuasi cotidiano a una
historia humanizada y aleccionadora.
La historia en sí, es
totalmente creíble, ajustada las descripciones, muy bien ambientada para el
contexto de lo que se quiere mostrar. Elemento que se vuelve primordial en el
relato, el Jarrón, con sus significantes diferentes según quien sea la voz
reflexiva que se escucha; y elemento de cohesión del texto.
Me gustó muchísimo. Al
igual que Mateo, no encuentro escenas o vocabulario que pueda sentirse soez o
escandalizante, y justamente, es por la parte humana que logras resaltar de la
situación.
He leído varias cosas
tuyas, pero este relato, es a mi pobre opinión, el que más me ha gustado, y el
que mejor has logrado.
Felicitaciones, realmente
es un gusto leerte.
Que las hadas te acompañen
Cinthia.
Marioes
Jul 22, 2010 (8:55 pm)
Excelente relato; actual,
reflexivo y apto para que le llegue a todos el mensaje.
Muy bueno, compañero.
sgrassimeli
Jul 23, 2010 (7:30 am)
Nada que agregar a lo que
te han dicho. Sólo reafirmar los comentarios: excelente texto reflexivo, creíble,
dinámico.
Felicitaciones.
Silvina.
Ciudadano del Mundo
Jul 24, 2010 (11:42 am)
Sin palabras: Excelente.
Vacunas sociales
Comentarios
en Escribe Ya:
marquesita
28/03/10
(01:15)
Muy bien narrada. Algunas
palabras incomprensibles para mí, pero es natural, es vuestra manera de hablar.
Pero me he imaginado el secuestro muy bien, ¡claro!, con esa manera tan tuya de
dibujarnos con palabras las cosas, es fácil imaginárselo todo.
Lo dije en su día y lo
vuelvo a repetir, eres UN MAESTRO. Siempre será para mí un placer leer tus
relatos.
primopep
29/03/10
(14:53)
Un gran relato.
Me gustó mucho. La
narración es excelente.
¿Cómo consigues poner las
sangrías? A mí cuando paso los textos se me evaporan y todo sale pegado al
margen izquierdo.
Biancka
30/03/10
(22:32)
Wow!!
Qué gran narrativa
tiene...
Me ha dejado impactada...
Gracias por escribir tan
bien.
Saludos!!!
MANTIS
31/03/10
(22:38)
Como siempre, muy buen
lenguaje; ingenioso. :)
mayca
07/04/10
(06:57)
Felicidades amigo, una
narrativa maravillosa, el contenido estupendo y que más puedo decirte, que me
encantó. Pasaré más seguido por tus escritos. Gracias, me has hecho sentir y
mucho. Un abrazo.
Lala
16/04/10
(03:35)
Narrador y poeta. Me
gustó.
Comentarios
en Letras y Algo Más:
Mateo
Ago 23, 2010 (11:26 pm)
Uhmm, no entendí el final.
A ver, si el relato lo
capté claro, la realidad y lo que pasaba por la cabeza del nene mimado
secuestrado en un principio, pero luego, cuando pregunta ¿Por qué?... Yo
también al leer la respuesta, me quedo preguntando.
¿Lo insensibilizan aún más
contra la gente? ¿Serán los culpables de que no piense en los otros cuando esté
al frente del negocio familiar? ¿No cabía la posibilidad de que no fuera igual?
¿Por qué no probar con un rescate grande, guardarlo a plazo fijo y en un futuro
ser accionistas de esa empresa y no dejar que se olviden de los otros?
Uhm, voy a leerlo con más
calma.
Azucena
Ago 24, 2010 (2:48 pm)
Un buen texto, que vas
manejando muy bien al dejarnos oír las distintas voces de los personajes, la
estrecha visión del mundo de un joven que lo tiene todo, las posibles
reacciones de una familia tipo A, y la realidad de los hechos.
Quizás un desenlace muy
cruento, pero inesperado, que es lo que le da intensidad al relato y capta más
la atención del lector.
Una aguda y fuerte crítica
social.
Ricardo Cesar Garay
Ago 24, 2010 (3:07 pm)
La crudeza del relato le
da fuerza y el cierre es un grito de reclamo a la sociedad que repite la misma
conducta.
manola vazquez lopez
Ago 24, 2010 (6:30 pm)
Poco entiendo de estos
relatos; ya lo había leído pero ahora que lo he vuelto a leer con más calma
creo que me ha gustado más.
Me ha atrapado y me he
acordado de tiempos pasados que vinieron sin más a mi mente, me sorprendió el
final pero tú siempre me sorprendes amigo.
Fobio
Ago 31, 2010 (7:28 pm)
Si entendí bien el final,
como creo que lo hice, me pareció un excelente cuento, Antifaz. Muy bien
logrado. Saludos,
José.
liel
Sep 04, 2010 (7:59 pm)
Un muy buen texto, cuidado
y prolijamente elaborado. Un relato fuerte, que remueve algo el interior, pues
en este mundo sucede lo que describes o deseas transmitir en tu relato. Si un
final no esperado, pero muy bueno, que atrae. Una excelente crítica a esta
sociedad que vive envuelta a veces en realidades que no lo son.
Un abrazo.
Ciudadano del Mundo
Sep 05, 2010 (4:25 pm)
Un buen texto Antifaz,
donde a pesar de la narración clara, hay que prestar atención para no perder el
verdadero mensaje, es decir no dejarse atrapar por la crudeza de los hechos
relatos , sino poder ver y entender que quieren decir.
Muy bueno.
Eleonor
Sep 06, 2010 (4:15 pm)
Entiendo perfectamente la
intencionalidad del autor, de querer mostrar una sociedad que se está
perdiendo, pero no me gusto el método, ni el texto.
Más de una vez me he
preguntado leyendo estas cosas así de brutales o las noticias, si no son las
que influyen en tanta violencia.
No creo que se deba hacer
un cuento "amarillista" para captar la atención del lector y hacer
una crítica o denuncia social.
Obviamente es una
apreciación personal, quizás de gustos o formas de encarar verdades.
Gabriela
Comentarios
en Escribe Ya:
marquesita
24/04/10
(16:42)
Gracias por agregarle la
palabra Sobrevivirlo, así la cosa me ha quedado más clara y sigo pensando que
eres un maestro en el arte de los relatos. Y ahora sí puedo decir que lo he
comprendido y me ha gustado y mucho, nunca hay felicidad completa y eso nos lo
deja claro tu historia. Felicitaciones!
ClemenRock
24/04/10
(20:28)
Curiosas acciones las del
grupo y su relación con Gabriela. Una historia con un significado muy especial.
Generacion
27/04/10
(23:50)
Agradable cuento. Un gran
narrador y este cuento de Gabriela me gustó mucho. Un texto magnifico de
verdad, felicidades y saludos.
sendy_jael
15/05/10
(14:27)
Me encanta que...
extremada sensibilidad, me gustó las expresiones y las ideas.
¡Ah, mi Agustín!
Comentarios
en Letras y Algo Más:
marquesita
25/04/10
(22:39)
¡SUBLIME, MAESTRO!
Indescriptible la sensación que me embargó al leerla, y la he leído varias
veces. Decir que me gustó es poco para tan magistral relato.
Biquinhos desde la verde
Galicia.
Lala
29/04/10
(03:34)
Un buen relato que entretiene.
Gracias por compartir.
ariasfuentes
02/05/10
(00:49)
Muy bueno.
Soñando con Mariana
Comentarios
en Escribe Ya:
mayca
15/07/10
(04:45)
Buena historia, con un
buen desenlace, pues yo sinceramente nunca lo imaginé. Me gusta tu narrativa,
eres muy bueno, un verdadero placer leerte. Un abrazo.
MeeL
15/07/10
(22:01)
Estoy de vuelta por esta
página y después de tiempo leo una de tus historias, que una vez más me gusta
mucho. Le das un final para nada esperado y logras que el lector se mantenga
leyendo hasta el final.
Un placer leerte.
Besotes!!!
antifaz
17/07/10
(19:24)
Daniel es un cuento que
termina pero no terminé. Tengo algunos problemas que resolver (la idea cumplió
30 años ya).
Los albinos del mar es el
capítulo inicial (prólogo) de mi novela Tiara.
Perejil en el confín del
universo y Soñando con Mariana son los primeros capítulos de mi novela Un amigo
muy extraordinario (que se trancó por problemitas técnicos).
Gracias por recordar, me
obligaste a responderte.
ElAngelCaido
19/07/10
(14:04)
Leido!
Jajajajajajajaja! Este
comentario lo hice al más puro estilo del antiguo antifaz... Dije antiguo?
Hombre, que es el mismo!
sigo_aqui
20/07/10
(21:42)
Me sorprendió el inicio,
no es lo que solía leer de ti. Extraño, pero me encantó.
Saludos y muy feliz día,
amigo querido.
metro
26/07/10
(04:27)
La puesta en escena
perfecta, la intriga servida… Y nos dejas con dos palmos de narices…
Saludos corteses…
Comentarios
en Letras y Algo Más:
Ricardo Cesar Garay
Jul 15, 2010 (8:57 am)
Estoy tan confundido como
el protagonista, quizás siguió soñando despierto, un sueño sobre otro… eso debe
ser la locura.
Eleonor
Jul 15, 2010 (11:12 am)
Ay antifaz, sí que me
descolocas.
Precioso relato, que tomé
como un sueño casi premonitorio por el mensaje que aparece en el cel.
La narración es
vertiginosa como lo que sueña el protagonista, y se trasmite al lector... un
final, con esas preguntas del narrador, que logran que uno se involucre con el
texto, que quiera saber como él lo que sucede.
Soñar con Mariana fue todo
un vértigo, ¿pero por qué?
Me quedan tantas dudas,
ja, pero no quiero ser vieja pesada haciendo preguntas...estaré atenta a los
comentarios que muchas veces me llevan a entender más lo que sucede.
Mateo
Jul 15, 2010 (4:06 pm)
Uhm, tuve que ir de un
cuento a otro, y me dirás ¿por qué? Es que recordé dos cosas del otro que me
parecieron recurrentes en este y que quizás tenía relación. Primero la fecha…
jueves tres… viernes cuatro. Después Gladys, allá y aquí. Ja, pero no le
encuentro aun relación uno con otro. ¿Mera coincidencia? ¿Gladys un nombre que
te gusta y usas en tus relatos? ¿O hay algo entre estos dos relatos que no
capto?
Acá hay un comienzo muy
psicodélico, ja. Es decir, muy rápido, con una descripción de un momento medio
caótico; luces, sonido, baile… En el otro también comienzas con mucha agilidad;
rápido, decisiones, búsquedas, luces… En los dos hay una búsqueda. O del
conocimiento, o del perejil o de Mariana. Uhm, me estoy divagando, no?
En ambos la búsqueda está
coartada de forma abrupta. Allá por el cuchillo de Gladys, acá, en ese
despertar por un grito. En el otro queda todo en un estado de angustia por
verse frustrado su viaje y las preguntas de cómo o qué pasó. Acá la misma
frustración al no entender todo el caos de la pieza, como si el sueño
continuara en la realidad, y el mensaje… Y de nuevo las preguntas y de nuevo
Gladys…
Ja, já, pienso todo esto y
a la vez me digo, no debe tener nada que ver una cosa con la otra. Pero no
puedo evitar relacionarlos y esperar un nuevo relato donde Mariana aparezca,
donde sepa quién es ese amigo… Ahhh, ¿Mariana lo llama a él? ¿Él es el amigo,
el que debe sacar el cuchillo del hoyo para que el otro continúe su crecimiento?
Ahhh, ¿Y si el cuchillo
está clavado en él por el amor de Mariana y él debe sacarlo para salir del hoyo
y conocer la verdad?
¿Y si mejor me callo la
boca comiendo un pan con dulce de leche y me dejo de divagar?
Me encantan estos relatos,
de verdad, y voy a seguir muy de cerca qué es lo que pasa, ja, porque no quiero
creer que me estoy enloqueciendo con los cuentos tuyos. Jajajá.
P.D.: No se te ocurra
escribirme una parte en inglés porque me muero. Jajajá.
Ciudadano del Mundo
Jul 15, 2010 (4:11 pm)
Mateo, sos imposible, no
se puede comentar después de ti, ja, me volviste loco.
Bueno, lo que mateo
señala, y que obviamente fui a comprobar de las fechas, quizás tenga relación,
pero no sé.
Veo temáticas diferentes
en ambos relatos.
Allá la búsqueda del
conocimiento frustrado por un hecho ajeno al personaje, aquí una búsqueda del
amor, un tanto platónica, y una acción que no sabemos y que espera
continuación.
En cierto punto nos pones
en el lugar del personaje y nos dejas esperando saber el significado de ese
mensaje y de esos sucesos extraordinarios.
Un buen relato, que bueno,
Mateo se encargó de hacer como cinco historias de él, jajajá, lo que muestra
qué buen cuento es.
Mateo
Jul 15, 2010 (4:13 pm)
Naaa, no seas malo
Ciudadano, ja. Leelos bien a los dos y vas a ver. Hay algo más, estoy seguro
que hay algo más entre ambos cuentos, jajá, sólo que no sé, muchas opciones
tengo.
No estoy loco, la culpa es
de Antifaz, jajá.
Marioes
Jue Jul 15, 2010 (9:04 pm)
Muy interesante cuento,
personalmente veo una historia diferente a la anterior, al menos por ahora.
Un chico, un tun tun que
me recordó a un palpitar agitado producto de ese sueño medio extraño y ese no
alcanzar ni en sueños a Mariana.
Un despertar abrupto,
hasta ahí más o menos normal, es en ese punto donde sobreviene lo fantástico
del cuento y el narrador se aleja dejando al lector continuar el cuento.
Me parecen muy logrados
tus relatos, aunque confieso que me gustarían finales más redondos.
Nomade
Jul 16, 2010 (3:49 pm)
Ok, leí el otro, y ahora
aquí.
Si bien hay cierta
continuidad en cuanto a lo fantástico y en cuanto a las fechas, bien pueden ser
simple coincidencias, o quizás un artilugio del escritor.
Y si bien se pueden buscar
esas relaciones entre ambos relatos proyectándonos a uno tercero que unifique
estos universos, también podemos leer dos historias independientes, con finales
abiertos para la imaginación del lector.
Aquí comenzamos en un
plano onírico, para luego ser expulsados a un plano real, en el otro al revés.
De todos modos aquí sigue
habiendo un toque fantástico en esa realidad que hay que descubrir.
Muy buenos los dos, y un
plato servido para la discusión, la crítica, y sobre todo para la creatividad
del lector.
Nadies mata
Comentarios
en Escribe Ya:
marquesita
24/07/10
(03:11)
Me ha fascinado, la
narrativa limpia y clara me ha hecho leerla con paciencia saboreando cada
frase. Gratamente, quedé complacida de la lectura, es como cuando leo a
Danielle Stile que me gusta devorar con paciencia sus relatos. Pues, en este
igual. Buena historia y escrita de lo mejor, ¡como siempre!
ariasfuentes
24/07/10
(21:17)
Te felicito.
Estupendamente narrado, engancha, seduce y produce admiración.
Bravo!
Comentarios
en Letras y Algo Más:
Poesiacarnivora
Jul 27, 2010 (12:36 am)
Uff, qué relato, amigo, y
no sé porqué por un momento me fui a la Isla Desierta de R. Alrt, ese ambiente
de oficina tan bien cuidado en el relato. Diálogos (aunque no están marcados
como correspondería con guiones) bien llevados que orientan al lector.
Un narrador personaje que
le da credibilidad al relato y un hecho que rompe con la monotonía de esa
rutinaria vida, como los barcos en el puerto, o Cirilo bailando en la oficina
de Arlt.
Me preguntaba cuánto tiene
de real este cuento, ¿cuántos Nadies andarán por ahí? ¿Ajustes de cuentas?, así
lo caratulan los medios de comunicación y la policía... ¿Será así?
Un texto impecable, salvo
por eso de los diálogos y dos o tres errores ortográficos, que ni mella le
hacen a la historia, que atrapa desde un comienzo y que aunque me sonó el cel,
ja, no pude dejar de leer hasta el final.
Muy bueno compañero,
realmente lo disfruté.
Que las hadas te
acompañen.
antifaz
27, 2010
(6:04 am)
Es un monólogo, no hay
diálogos.
Por favor, dime los
errores para corregir.
Azucena
Jul 27, 2010 (11:18 am)
Yo de atrevida nomás, creo
que a lo que se refiere la compañera Poesiacarnivora, es a las interlocuciones
que hay dentro del escrito, por ejemplo:
-¿Usted qué piensa, Sr.
Ovidio? -me preguntó el cadete.
-Pienso que deberías
ocuparte de educar bien a tu hijo para que cuando crezca no sea un delincuente
como estos estúpidos que la prensa llama víctimas de “El dominguero”. Sé que
estuve un poco duro, pero una palabra...
En cuánto errores, no sé,
creo que rollo va con doble ll y concebido en lugar de consabida (en eso tengo
mis dudas pues es como yo hablo, no sé cómo se escribe, perdón).
Un relato excelente, que
yo no sentí como monólogo, pues hay cambios de escenarios, hay situaciones
externas al personaje que son perfectamente descritas, etc. Sí veo un relato,
un cuento, con cierto aire policial, social y crítico muy bien llevado, que
atrapa realmente.
Felicitaciones!
Ricardo48
Jul 27, 2010 (2:29 pm)
Un relato que encierra una
crítica a la sociedad con aristas muy bien descriptas y que de alguna manera
despierta el enano fascista que tenemos cuando vemos resignados algunas
miserias que nos rodean.
Disfrutable al máximo.
Saludos antifaz.
Marioes
Jul 27, 2010 (3:36 pm)
Totalmente de acuerdo con
Ricardo, el texto nos lleva de alguna forma a sentir compasión y hasta a darle
la razón a Nadies. Agudísima crítica, que muestra alguna faceta más del ser
humano llevado a su límite.
Un buen texto (tampoco lo
veo como monólogo, en eso concuerdo con Azucena).
Mateo
Jul 27, 2010 (4:41 pm)
Ja, iba a decirte es
nadie, no nadies, pero ya entendí la ironía del nombre del personaje.
Un buen relato que creo
que se ve la muy poca capacidad de comunicación entre los seres humanos, el
miedo a ser diferente, la burocracia de la vida misma.
Los dos prototipos de
personas que muestras creo son intolerantes, tanto el Nadies como los otros,
ambos encerrados en sus pequeñas convicciones sin posibilidades de escuchar.
A mí no me da pena el
Nadies, no creo que ninguna situación de esta índole empuje al hombre a
asesinar, creo que eso es algo innato en el ser humano y que pum, un día se
despierta justamente por la misma incapacidad de tolerar a los otros.
Me gustó el texto, está
“jugoso” como dicen los pibes, hay mucho para sacar.
antifaz
Jul 27, 2010 (5:37 pm)
Efectivamente, rollo está
con ye y es un error.
En cuanto a los guiones
son propios del diálogo y aquí hay un sólo interlocutor (el consabido Pedro),
aún cuando habla un tercero, es él quien trae la voz parodiándola. Es como si
todo el cuento se lo contase Pedro a otro (el lector).
Gracias por la atención!
Ciudadano del Mundo
Jul 27, 2010 (8:50 pm)
Excelente texto, para
leer, disfrutar y sacar conclusiones del accionar humano en relación a su
medio.
CzarOeuf
Jul 27, 2010 (10:01 pm)
Alto texto!, como dicen en
mis pagos los pibes (ni que fuera tan viejo, yo). Lo que dice Ricardo es tal
cual, se nos despierta el enano fascista y a la marosca, gente muerta en las
esquinas. Quién no ha tenido esos momentos, en que aunque sabiendo que nunca lo
haría, lo piensa. Un escrito que no pude dejar hasta el final... Aunque debo
admitir que todo iba bien hasta que me quedé, cuando liquidó al primero, como
que no me lo esperaba... Después, el morbo de querer saber hasta dónde era
capaz de llegar... Uff, un planteo de cómo está la sociedad en general con sus
vericuetos. Más que interesante. Bravo, antifaz!
Y mejor dejo de escribir
porque me voy a ir al pasto en cualquier minuto.
jcarva95
Jul 27, 2013 6:42 pm)
Es un gran relato que pone
a pensar sobre muchas cosas.
Aprendo mucho cada vez que
leo sus letras, es un placer hacerlo.
Un saludo.
María Elisa Giupponi
Jul 27, 2013 (7:57 pm)
Mi estimado compañero: voy
a atreverme a darte mi opinión, no técnica, porque sería un atrevimiento de mi
parte, pero como lectora...me hizo acordar (en parte) a la película "Un
día de furia" con Michael Douglas. El gigante dormido que todos llevamos
dentro. O como mi madre decía: "tanto va el cántaro a su fuente, que al
final se rompe". Pobre Nadies!!! sí que se le rompió el cántaro de tanto
acallar palabras y dejar hablar al pensamiento. Claro ejemplo de que se ven
caras pero no se ven corazones. Me gustó mucho, ¿estaremos rodeados de Nadies?.
Para reflexionar. Sorprende tu narración...y enciende una lucecita amarilla.
Reverenciadores abrazos al escritor,
Malisa.
La piscina de los holandeses
Comentarios
en Escribe Ya:
carnajoy
31/07/10
(09:47)
Gracias por compartirla.
Saludos; D
mayca
31/07/10
(22:35)
Muy buena historia de
principio a fin, felicidades Federico, me dejaste un gusto entre amargo por la
realidad de la historia y dulce por lo bien escrita. Un abrazo.
domore
03/08/10
(12:07)
Has escrito una gran
historia, que de principio a fin me ha fascinado.
Comentarios
en Letras y Algo Más:
Poesiacarnivora
Jul 29, 2010 (12:31 pm)
Bueno, me gustó mucho el
estilo epistolar de este texto, en eso no tengo nada que acotar, es perfecto.
Y supiste perfectamente
disfrazar dentro de ese género varios temas: la amistad no bien entendida, las
memorias de una guerra, brevemente mencionada, el despertar de la sexualidad de
dos chicos pero de diferente forma...
Las descripciones
impresionantes, perfectas, puede visualizar ese jardín abandonado, con los
rosales como pulpos abarcándolo todo, es más me fui a esas casonas del prado
abandonadas, donde detrás de sus muros uno se imagina tantas cosas sucedidas.
Me encanto, realmente me
encanto, tiene mucho este texto.
Quizás te parezca raro que
diga "memorias de una guerra", pero en dos oportunidades "la
imagen de la ss y que se confundiera a los holandeses con los alemanes,
inmediatamente me llevo a evocar eso.
Por otro lado, una critica
a la hipocresía de la sociedad, ese creer mejor que se murieron, como para
expiar sus propias culpas, ufff, mucho, mucho que sacar de esta carta.
El final, una estampa de
película sinceramente, así la visualice. Perfecto.
Y volveré a leerlo, pues
creo que encontrare más aún.
manuelchocano
Jul 29, 2010 (1:55 pm)
“…Ya ves, en nuestra
amistad tú eres el héroe y yo el historiador..."
Cortazariano, simplemente
genial.
Gladys
Jul 29, 2010 (2:11 pm)
Una carta interesante que
en el fondo me sonó a reproche y a una final auto valoración de sí mismo.
Ciudadano del Mundo
Jul 29, 2010 (10:23 pm)
Creo que no le quedo nada
por decir en su carta, y por demás deja bien en claro quién es el héroe de la
historia...al menos para mí, no es su amigo.
Muy bien trabajado el tema
y el género.
sgrassimeli
Jul 30, 2010 (7:25 am)
Impecable... Todo es
logradísimo y sin embargo estas dos frases me parecieron magnas también:
"Ya ves, en nuestra amistad tú eres el héroe y yo el historiador...Estuve,
fui; infinitamente solo y con todos y con todo."
Sagid
Ago 09, 2010 (8:53 pm)
Es una carta que vale la
pena y merece ser leída y releída a fondo no una sino varias veces ya que hay
mucho que encontrar entre líneas...
El historiador pasa a ser
el héroe al final, siento como una reinvindicación al término de la carta.
Las imágenes son claras
debido a lo pulcro de la narración.
La forma de exponer ese
despertar a la sexualidad y la cierta atracción hacia el amigo es muy sutil, lo
trataste con suma delicadeza y creo que es una situación que se vive muy a
menudo pero que no es fácil hablar del tema...
Me llamó mucho la atención
la mención de las SS... es la primera vez que leo algo así en muchos años...
Y el final... deja todo un
abanico de posibilidades...
antifaz
Ago 09, 2010 (9:28 pm)
Gracias!
Es un tema ambiguo, difícil
de tratar sin que se desvirtúe o caiga hacia un área no deseada.
Por eso presté especial
atención a estos comentarios y hasta molesté.
Gracias!
Mateo
Ago 10, 2010 (12:36 pm)
Como te dije, ya lo había
leído y me entró una cosa por comentarlo. Pero bueno, voy a tirarme al agua:
“La piscina de los
holandeses”, un título emblemático y simbólico, que nos adelanta el tema y que
a su vez contiene otra significación que el lector deberá encontrar al leer el
texto.
Es una carta de estilo
coloquial, no formal, donde de entrada el emisor advierte, no sólo al
destinatario, sino que ya pone en alerta al lector, porque uno se pregunta, si
se ven seguido para qué diablo le escribe. Pero con esa introducción logra
captar la atención de quien la lee. Me pareció un gran acierto eso, ya que si
no, una carta no es algo que atrape a no ser que sea para uno.
Ya de entrada el emisor
nos muestra qué bien reconoce a su amigo, ya sabe sus movimientos y hasta lo
que dirá. Me resultó fácil entender esa parte porque tengo amigos que cumplen
esa rutina. Casi como un rito llegan, entran, una o dos bromas, se comienza a
pensar qué hacer mirando para afuera, te embroman con algo de tu casa o te
cachan si hay medias sucias en el piso. Yo qué sé, algo que parece ser como un
ritual en esta parte de la vida y que el que escribe conoce y describe bien.
Obviamente su amigo tiene
una personalidad que lo apabulla, de esos que con la parla logran dejarnos
chiquitos, y sin saber qué hacer o qué decir y que cualquier cosa que cuente
siempre se nos redimensiona en esta parte. Es casi la aceptación de la
anulación del personaje emisor frente al otro, pero también comienza a tomar
forma de desahogo la carta: pucha, no puedo decírtelo de frente porque me
anulás; te lo digo así, a veces es más fácil, es como que mediante papel el
emisor retoma su lugar, si no se pierde frente al otro porque hasta en el
relato de las acciones del otro el amigo toma mayor importancia o capta más la
atención del lector que la del pobre tipo que escribe.
Se afirma lo que digo
anteriormente en este párrafo, enfatiza la idea, el mismo emisor reconoce que
de otra él pierde valor frente al otro.
Primera referencia al
título, a la piscina de los holandeses. Hay un adelanto importante del cariz de
la historia, de cómo sería contada según las diferencias, o cómo esa piscina
influyó en la historia entre los dos, se crea expectativa en esta parte como
forma de mantener la atención.
Esta parte me confunde,
uno es testigo callado y prefiere seguir así, no fue partícipe de esa historia;
el otro se martiriza, es decir, no sé pero si algo causa martirio es porque
duele, porque es algo que quisiera borrárselo de la mente y no puede. Y ahí mi
confusión porque sin embargo pide que se vuelva a contar la historia.
Qué le prohibieron? Entrar
a la casa? Disfrutar de esa piscina que ahora tan sólo puede evocar en el
ruido? La piscina es un elemento fantástico en el cuento, como en Cortázar lo
son los parques de roble. Es una puerta a otra dimensión que todavía no logro
captar pero sí es evidente que detrás de ese cerco hay un mundo fantástico y
que la piscina es el elemento que une ambos planos (Ja, me leí el cuento de
Cortázar mil veces, me lo sé de memoria y en este punto le encuentro similitud
en cuanto al realismo mágico que se aplica a esta historia).
Todo es impreciso, es más
mejor así, pues según evoca el tiempo en que se dio la historia, le crea más
expectativas que sean concubinos, pues para la sociedad de esa época eso era
algo aberrante, lo que hace que ya nos tomemos una idea de esa pareja, que
escapa a la violencia de una guerra y vienen a refugiarse en esa casa.
Va a ver a partir de aquí
una breve crítica social, prejuicios de una época que mucho no difieren de
esta, historias que se tejen sin saber, como diría Poe, ja, “nadie me sirve de
colchón para andar hablando pero lo hacen igual”, y eso es típico de un barrio.
Y es más, queda más firme
la idea cuando los rumores pueden más que la verdad, porque si no, la historia
ya no tiene sentido, pierde interés. A todos nos llama la atención una historia
con personajes sórdidos que con buena gente, debe ser parte de la naturaleza
humana eso del morbo, quizás no sé cómo llamarlo, pero entre la historia de una
pareja extraña, con prácticas sexuales alocadas, fumadores de opio, con algún
asesinato pasional, y una pareja normal casada con dos hijos, trabajador y ama
de casa, obvio que vamos a leer la primera, porque quizás es lo que no
conocemos, lo que llama la atención, por lo cual está bien manejada la psiquis
del lector.
Esto también es
importante, porque le da continuidad a la historia. Como dije la piscina es el
lazo de unión, si simplemente se secara, el cuento no tiene sentido. Además le
crea un halo de misterio al cuento, pues es llenada como si esa piscina
esperara el regreso de alguien, o como una tentación al delito o algo asi.
La mente infantil, ayudada
por los comentarios del barrio, potencian la imaginación, pero sobreviene el
hecho fortuito, el descubrimiento o la acción de la que será testigo… Los
puntos suspensivos me dieron ganas de putear, ja, porque ya quiero saber qué
vio o qué pasó allí. Mantiene la expectativa y ya comienza a desesperar al
lector (al menos a mí). Vio a la holandesa desnuda, hay una imagen muy poética
para describir esa parte, lo que nos muestra la fascinación y contemplación del
personaje ante aquello que no hubiera imaginado desde ese momento. Lo prohibido
perdió sentido.
Toda esa parte no entiendo
mucho, es decir, sí veo como evoca las vivencias, los relatos, cómo a través de
ellos hace una valoración de la amistad, de los valores de cada uno, de como
quien ha valorado esa amistad, cómo él ve el rol de cada uno dentro de esa
relación; lo que no sé qué tiene que ver con la piscina, jajá. Se habla de cómo
se sintieron diferente la experiencias vividas, uno desde el miedo y el
desconocimiento, otro desde la seguridad, desde el desenfreno de probar lo que
sea; pero me quedé cortado con la piscina… No sé muy bien cómo relaciono esto y
por qué comienza diciendo “no viste el brazo?” Qué más pasó o vio oculto entre
los arbustos que todavía no contó?
Ahhh, bueno, no sé, ja.
Primero, la descripción del lugar es bellísima, muy poética, y bien realizada,
que permite seguir los pasos al emisor. Ahora bien, qué cuernos revive, jajá.
No sé, a como entendí el
cuento, quizás lo que el vio aquella vez entre los arbustos, fue a su amigo con
aquellos holandeses en la piscina. Él como siempre sólo testigo mudo. Ahora él
se vuelve el protagonista y metido en el agua, ésta le trasmite todas esas
sensaciones de antaño, se sumerge en lo prohibido, en lo impúdico, en lo que no
es moralmente aceptado, y lo disfruta.
Si fue testigo, ahora es
parte de esas sensaciones. La piscina, con esa escalera hasta el fondo lo
sumerge en un mundo fantástico, los límites de la piscina son lo límites de la
realidad, y allí inmerso, viene la confesión de lo visto. Estuvo allí, fue y
ahora lo dice.
No sé antifaz, en la
interpretación de lo que realmente vio o pasó, me pierdo. De todos modos no sé
si eso importa, ya que lo que importa es el juego entre lo real y lo ficticio,
entre dos historias vividas desde diferentes ópticas y que mediante la carta,
hoy uno la revela.
Me gustó el cuento, me
quemó la cabeza también, jajá. Y reconozco que desmenuzarlo así por partes como
me dijo Poe, me ayudó mucho a entenderlo más aunque no sé si lo logré.
Me gustaría saber en qué
puntos coincide y en cuáles me viajé o erré. Me gustaría saber se realmente lo
que vio fue lo que entendí. Supongo que no lo sabré, porque no tendría mucha
gracia que me lo dijeras, ja.
Un buen cuento.
Mateo
Ago 10, 2010 (12:37 pm)
La pucha, decime una cosa,
antifaz. Después de este análisis a vos te parece justo que la profe de
literatura me haya mandado a examen y todavía no pueda salvarlo? O yo soy un
atrevido o la profe no sé qué quiere.
Marioes
Ago 10, 2010 (5:43 pm)
Un cuento excelente ,jaja,
me rio, perdón, por que si digo lo que pienso repito a mateo.
Insisto, para comentar hay
que hacerlo antes de Poe o Mateo, como bien dijo alguien por ahí.
Resumiendo, un cuento que
me atrapó en la narración, por momentos casi mostrando un mundo encantado,
mágico.
Una historia que proyecta
dos historias a través de esta carta cuyo lazo de unión es la piscina de los
holandeses.
Hay una experiencia en
común, mejor dicho varias, sentidas de diferente ópticas.
Me gustó, y agregar algo
más sería redundar.
Madelen
Ago 10, 2010 (6:58 pm)
Leido.... no sé si
comprendido.... sí disfrutado.
Ricardo Cesar Garay
Ago 11, 2010 (10:04 pm)
Muy bueno antifaz, aunque
merece releerlo para poder opinar, hay mucha tela que cortar.
Un abrazo.
Fobio
Ago 12, 2010 (9:50 am)
Muy buen cuento Antifaz.
No sé si logré entenderlo completamente, pero el estilo y las descripciones me
parecieron excelentes. Un gusto leerlo.
Saludos,
José.
Frutilla, chocolate y sambayón
Comentarios
en Letras y Algo Más:
Laín
Ago 05, 2010 (2:02 am)
No sé, no sé; me pasé
muchos rollos con esta historia, amigo Antifaz.
Qué habrán hecho esos
tres?
Como sea; lo correcto hoy
a mí; tampoco me importa. Pero ésta es tu historia...
Muy, muy entretenida. Me
encantó leerla.
salu2
sgrassimeli
Ago 05, 2010 (7:27 am)
"Llegamos con las
primeras gotas chorreándonos las manos y entonces ella, cuándo no, en vez de
sentarse aplastó el cucurucho contra el banco. Lo contemplamos un instante,
como si fuera obra en exposición, hasta que Fabio puso el suyo encima y yo lo
imité de inmediato. Nos fuimos riendo, felices de dejar allí la flor desnuda de
nuestros deseos." Todo el texto es disfrutable, pero este final tiene una
poesía increíble..."Lo demás, lo de hoy, lo de siempre, sólo a nosotros
nos concierne" y sip, sólo a los personajes. Un acierto el título (como
algo simbólico a mi entender también).
Ciudadano del Mundo
Ago 05, 2010 (3:04 pm)
Un relato que me cautivó,
con un aire de poesía adolescente entre sus letras. Un helado que marca ese
pasaje de adolescencia a juventud, secretos de a tres que hacen que el lector
quede enganchado.
Una historia de antología,
amigo. Te felicito.
Mateo
Ago 05, 2010 (5:42 pm)
Me gustó, aunque por
momentos hay mucha poesía, yo veo como se va derritiendo la inocencia junto con
el helado y el tiempo definitivo de crecer cuando lo aplastan en el banco.
Me gustó… Yo quiero uno de
chocolate todavía.
manuelchocano
Ago 06, 2010 (11:57)
Me encantó, lo peor es que
no sé qué diablos comentar, me quedé evocando, pensando, recordando, que todos
con helados, sin helados, con bicicleta o a píe, tuvimos una Romina retándonos
a ser lo que fuimos o lo que seriamos.
Un abrazo. - Genio-
Antonio
Ago 06, 2010 (12:01 pm)
Sin comentarios. Un texto
que se disfruta, que evoca, y que nos deja con sabor a helado en la boca.
Azucena
Ago 07, 2010 (1:01 pm)
Excelente, desde el título
el autor nos presenta un relato original, llevadero y con una analogia entre
esos helados y la vida de los personajes.
Felicitaciones un texto de
gran nivel.
Ricardo Cesar Garay
Ago 07, 2010 (1:31 pm)
Coincido con Azucena, un
texto de gran nivel sobre todo por lo poético y descriptivo de la historia que
se viste de adolescencia mezcla de inocencia y burbujeantes hormonas.
Un abrazo mi querido
amigo.
Madelen
Ago 07, 2010 (2:56 pm)
Y bueno, así es la vida,
como un helado, que antes de poder disfrutarlo, ya se nos está derritiendo
entre los dedos... y nos queda la duda de saber por qué no lo chupeteamos
antes, o qué fue que nos distrajo.
Paradójico y muy bueno.
Eleonor
Ago 08, 2010 (3:40 pm)
Un cuento que tuve que
leer dos veces pues no entendía la trilogía de personajes, pero que luego se me
hizo ese tercer personaje, tan indeseable como el sambayón que no me gusta, no
sé por qué me calló antipático el pobre, ja.
Un pasaje de la
adolescencia a la adultez, con los miedos propios, los sabores, y hasta las
mañanas propias de esa edad, que se van unión en la historia a traves del
helado.
El fin de un verano, el
fin de un helado...el fin de una etapa. Frutilla, chocolate… y el indeseable
sambayón.
Fobio
Ago 10, 2010 (7:31 pm)
Wow!, Antifaz. No puedo agregar
mucho más a este estupendo trabajo. En mi opinión, excelente. De esos que se
disfrutan de veras. Mi saludo,
José.
Etelsaga
Ago 11, 2010 (9:02 am)
Antifaz: un texto bien llevado,
donde me recree lo suficiente para llegar a disfrutar de ese delicioso
helado... Así es la juventud, se nos derrite y no nos damos cuenta...
"Portábamos nuestros
helados como ridículas antorchas, símbolos que ya no nos complacían. Llegamos
con las primeras gotas chorreándonos las manos y entonces ella, cuándo no, en
vez de sentarse aplastó el cucurucho contra el banco. Lo contemplamos un
instante, como si fuera obra en exposición, hasta que Fabio puso el suyo encima
y yo lo imité de inmediato. Nos fuimos riendo, felices de dejar allí la flor
desnuda de nuestros deseos."
Comentarios
en Escribe Ya:
mayca
06/08/10
(21:07)
Y muy bella por cierto,
Federico. me atrapaste de principio a fin; esa edad en la que empiezas a vivir,
a sentir y a desear. nunca se olvida. Me encantó. Felicidades, un abrazo.
Muriel_542
09/08/10
(03:24)
Como siempre, excelente tu
prosa y atrapante el cuento. Mis saludos!!!!
guadalupe40
29/08/10
(17:44)
Como hacía mucho que no
sabía de vos, me acerqué a tus obras y me encontré con esta maravilla,
realmente bellísima prosa mezcla de ternura, picardía y una genial
interpretación.
Un saludo amigo, desde mi
Santa Fe.
Memoria visual
Comentarios
en Escribe Ya:
carnajoy
30/08/10
(10:30)
Un relato interesante.
Saludos; D
mayca
31/08/10
(00:12)
Me ha gustado mucho,
amigo; un excelente cuento con sus grandes interrogantes. Felicidades, fue un
placer leerte.
Ya hacía tiempo no ponías
una historia y eres de los mejores por aquí, un fuerte abrazo.
marquesita
01/09/10
(04:11)
Como siempre tu narrativa
de lo mejor, ya, ya sé que llego tarde a comentar pero me perdí estos días por
mis interiores y la verdad es que para leerte a ti se necesita tiempo, para
escudriñar en tus letras y comprender el escrito. Si mal no entendí me suena a
ciencia-ficción o algo por el estilo, estos párrafos me iluminaron para pensar
tal cosa:
"Pensó en la Escuela
Ecologista, donde pasaban días enteros meditando la naturaleza perdida. Decían
que algunos tenían tal poder de concentración que lograban el orgasmo de llegar
hasta las primaveras donde podían empaparse de lluvia respirando la fragancia
de las flores o escuchar el canto de los pájaros saboreando frutas. Y sobre
todo, viendo cosas cuya memoria estaba olvidada y no sabían nombrar."
Esté o no acertada
disfruté leyendo tan excelente narrativa, y lo crean o no, yo vi ese paisaje
metalizado que dibujas.
Lala
02/09/10
(02:28)
Imaginación y buen sentido
de la narración. Me gustó.
Saludos desde Chile.
Comentarios
en Letras y Algo Más:
Poesiacarnivora
Ago 29, 2010 (10:50 pm)
Un cuento futurista,
ambientado en un futuro que espero no llegue, donde re descubrir ese tan
natural bautismo del rio en la adolescencia es volver a un pasado perdido.
Un buen relato, con
detalles justos que permite al lector ubicarse en el tiempo futuro.
Un gusto pasar por aquí.
Hay imágenes que trabajas muy bien y que permiten que el cuento se visualice
como flashes (cuando se agarra las gafas... el ruido de los cuerpos cayendo al
agua... el banco de cemento donde deja la mochila...), que por demás son los
conectores con aquel pasado tan distante aparentemente.
Que las hadas te
acompañen.
Marioes
(Ago 30, 2010 (2:33 pm)
Un buen texto, que hay que
leer con atención para poder ubicarnos en el tiempo del relato y entender esa
memoria visual que reza el título.
Un texto para tener en
cuenta ya que puede ser un futuro cercano.
Eleonor
Ago 30, 2010 (3:45 pm)
Bueno, si bien no tengo un
auto para desinflar y guardar en la mochila, que por demás no uso, si sentí
este cuento, pues aún tengo memoria visual, gracias a Dios, de algunas cosas, y
me sorprende poder comprobar que aún existen, que no fueron inventos míos.
Mateo
Ago 30, 2010 (7:34 pm)
Qué triste visión futura,
ojalá nunca tengamos que dudar en un futuro si era cierto cosas como esas.
Me hizo imaginar a un tipo
con lentes de 3D, como mirando un holograma, ja. El final me da esa sensación,
cuando le entran las ganas de chapuzar en el río (cosa que nunca nos dice que
hizo… Sólo tenemos la idea de que desea eso y que quizás…). Y ahí está esa
imagen proyectada que me hace pensar que quizás realmente es todo como un
holograma.
Si tu cuento es “loco” por
llamarlo de alguna manera, las sensaciones que me produjo también lo son.
Ricardo Cesar Garay
Ago 31, 2010 (3:51 pm)
El cuento me pareció
distinto por lo original y aunque confieso que no es el estilo que me gusta,
disfruté de las imágenes bien logradas.
Un abrazo.
sgrassimeli
Ago 31, 2010 (4:47 pm)
Original; despierta
sentidos y produce efecto en el lector; y si la memoria es como capas de
cebolla donde se preservan las mas antiguas (por eso se van haciendo frágiles
las recientes con el transcurso del tiempo) no sé si haya perdido del todo. Al
margen, espero también que no sea sólo evocativo en un futuro (ni para estas
generaciones ni para las que aún no conocemos). Bueno, sin dudas.
Nomade
Ago 31, 2010 6:48 pm)
Me complicó un poco el
texto, si veo ese tiempo donde se desarrolla la escena, pero me cuesta
relacionarlo con el titulo: Memoria Visual.... ¿de quién?, del personaje sin
duda no, pues dice que no creía que existiera algo así, por lo pronto no puede
tener memoria visual de algo que nunca vio.
¿del narrador?, quizás ,
que sin querer deja entre ver esa memoria de un tiempo pasado, de algo que ya
no se ve, entonces, me cuesta pensar que se desarrolle en un mundo tan futuro,
más bien en un ahora, bastante confuso.
me gusto el relato, creo
que da para desmenuzar y ver realmente a quien pertenece esa memoria visual, o
si simplemente el narrador busca despertar la memoria visual del lector.
Interesante.
El puñal anacarado
Comentarios
en Letras y Algo Más:
sgrassimeli
Sep 06, 2010 (7:36 am)
Un puñal anacarado...de
forma circular con puntas sobre el cuello. Si te sensibilizas con el personaje
te quedás en un estado desesperante. Muy bueno.
Mateo
Sep 06, 2010 (4:08 pm)
Uhmm, me volvés loco con
tus relatos, te dije?
El hilo del relato es el
puñal, no sé si anacarado porque lo que tenía mango de nácar era el
cortaplumas. Aunque el autor juega ahí con la psiquis del lector y lo hace ver
como un puñal.
Es un ciclo, eso sin duda,
que comienza en el agobio y termina con más agobio. Un mundo que le pesa:
responsabilidades, circunstancias que de a poco lo van cercando hasta
acorralarlo.
No entendí lo del garaje,
estaba cerrado por el paro… No sé qué tiene que ver, tampoco sé si todo pasa
sólo en la mente del personaje que angustiado comienza a visualizar un “mundo
ajeno” paralelo, que no es real, y que el hecho que termine tomando el taxi es
como el retornar a la realidad.
No es muy fácil de
entender, pero sí se ve claro esas cosas que lo van cercando, acorralando. Se
siente la angustia del personaje y además el puñal como nexo de todo el relato.
Eleonor
Sep 06, 2010 (4:11 pm)
Angustiante relato, de lo
que las presiones diarias pueden lograr en un hombre.
Muy buen relato
Fobio
Sep 06, 2010 (7:34 pm)
Muy buen relato, antifaz.
Saludos,
José.
Antonio
Sep 07, 2010 (12:41 pm)
Bueno me gusto el relato,
me vino bien la explicación por que estaba raro para entender.
Muy buen cuento, sí, sin
duda ese puñal es más alegórico que otra cosa y representa las presiones
cotidianas del hombre, o quizás la supuesta vía de escape.
Beatrix
Sep 07, 2010 (12:52 pm)
Estresante, no dejas de
leer hasta el final.
Sin aliento me he quedado.
Ciudadano del Mundo
Sep 07, 2010 (9:56 pm)
Un texto excelente, que si
se mueve en esos planos paralelos y que como bien dice Mateo las circunstancias
lo van cercando.
Con buen tino, muestras
esas percepciones uniendo los sentires de los lectores para mostrar como esas
circunstancias tan diferentes en cada uno, inciden en la lectura.
Se siente el ciclo en el texto,
y hasta el paralelismo queda de manifiesto en el último renglón, cuando sin
decir a donde el taxi ya esta en marcha, como si el tachero ya supiera de
antemano hacia dónde ir.
El elemento que da unión a
todo, esa la presión diría y la desesperada salida mostrada a través del puñal.
Un excelente relato, de
buen nivel, donde manejas perfecto los planos, aunque si lo pienso más se
maneja en lo fantástico
Un gusto leer y creo que
quedaría abierta una buena discusión de este tema, y su empatía con las diferentes
corrientes literarias de la narrativa XX.
Nomade
Sep 08, 2010 (12:43 pm)
Un comienzo abrupto, que
de primera nos presenta el primer conflicto.
Luego el conflicto de la
oficina, más tarde el del exterior, ampliándose el círculo, donde deja al
personaje encerrado y sin salida. No hay paz en su casa, en su trabajo, ni en
el mundo exterior, todo está perfectamente entrelazado para mostrarnos a un hombre
alienado, su psiquis lo lleva más lejos aún, y el circulo se completa en ese
otro plano, ya no hay salida.
El final impecable, el
taxi que arranca nos deja un final abierto, donde el lector puede dar múltiples
interpretaciones al texto.
Me gusto, sin embargo creo
que hay algo más que aún no puedo determinar.
Comentarios
en Escribe Ya:
carnajoy
06/09/10
(07:48)
Un relato de suspense.
Saludos; D
mayca
06/09/10
(08:03)
Muy bueno, amigo;
excelente de principio a fin, el suspenso lo mantienes toda la lectura y un
final sensacional, felicidades mil, me ha encantado.
Un fuerte abrazo.
marquesita
06/09/10
(16:01)
Me gusta el relato, me
incitaba a leer sin parar, el misterio está servido y me gusta como lo enfocas.
¿El final?, me sorprendió, me esperaba algo así, es como una premonición o algo
así, muy bien no sé cómo explicarlo, sólo sé que el relato me gustó y mucho.
Oscarhugo
06/09/10
(17:51)
Un relato de calidad, como
todos los que escribes, con un suspenso que nos obliga a leerlo hasta el final.
Siempre he pensado que el infierno debe ser un lugar donde repetimos por la
eternidad aquellos pecados de los cuales estamos arrepentidos tardíamente.
reinita013
08/09/10
(17:28)
Gran historia llena de
suspenso y un muy buen relato... Me gusta mucho como escribes.
tais
08/09/10
(21:40)
Sí me gustó pero no
entendí bien el final.
Ventana al campo
Comentarios
en Letras y Algo Más:
Mateo
Sep 09, 2010 (1:44 pm)
Guauu! Y perdón la
expresión.
Bueno, no sólo que me pude
meter en el relato y ver ese cuarto, ese espacio reducido pero que a su vez
encierra un mundo gigante, donde “ella lo espera junto a los sueños”. Este sí que es un cuento fantástico, donde la
puerta hacia la otra dimensión, mejor dicho, ventana, es una pintura. Allí se
está dando un mundo paralelo, pero opuesto a la realidad del personaje. Su
cuadro toma vida, es una ventana de escape.
Me gustó la diferencia que
se siente entre la ventana real y esa que pinta, una muestra la realidad y otra
el mundo que él desearía tener o estar.
Me gusta como se siente la
voz de esa chica, ese “llegaste” es el abrir del tiempo bueno, el que sueña.
Tiene algo romántico también, eso de la evasión,
ja, como en la torre de los panoramas (torremarfilistas).
Me gustó mucho. Ahora, hay
una parte que no concuerda: “dejando la
sangre de sus nudillos como otra mancha anónima. No le importó. Todavía eran
rudas”. Hablas de los nudillos, debería ser rudos. Obvio que entiendo que pasas
a hablar de las heridas, pero como no haces referencia, queda medio ahí. Lo que
aún son rudos son sus nudillos, masculinos… Ojo, no sé.
antifaz
Sep 09, 2010 (5:26 pm)
Tenés razón, me comí
"sus manos".
"Todavía eran rudas
sus manos aunque..."
Fobio
Sep 09, 2010 (6:47 pm)
Buen relato, Antifaz.
Saludos,
José.
metro
Sep 10, 2010 (1:11 pm)
Antifaz, en este mundo
todo vale para mirar por la ventana y encontrar otra vida...
Un relato donde llevas de
la mano al lector por los antagonismos y las realidades.
Es curioso que la unión
sea llevada por sisellas…
Saludos corteses...
antifaz
Sep 10, 2010 (7:36 pm)
"Es curioso que la
unión sea llevada por sisellas…"
¿Qué significa?
Mateo
Sep 10, 2010 (8:21 pm)
Sip, aclarando, ja. Qué
quiere decir?
Beatrix
Sep 11, 2010 (11:13 am)
Un relato que te lleva de
la realidad de su vida gris a esa que le gustaría vivir.
Se podía casi tocar, ha
estado muy bien.
Eleonor
Sep 12, 2010 (1:12 pm)
Un cuento fantástico,
donde el personaje va creando dentro de su mundo muy bien delimitado por ese
cuarto otro submundo fantástico al que aspira.
Un buen juego de voces que
salen desde ese cuadro o ventana, le dan un toque muy mágico al relato.
Un gusto leerte.
Ricardo Cesar Garay
Sep 13, 2010 (2:08 pm)
Me gustó, sobre todo ese
doble juego entre la realidad y los sueños y la herramienta del pintor para
poder unirlos.
Un abrazo.
Marioes
Sep 13, 2010 (2:10 pm)
Un buen cuento, donde se
recrea y conjuga muy bien el mundo exterior y el interior del hombre.
manuelchocano
Sep 13, 2010 (3:50 pm)
Me pasa con Antifaz lo que
me pasa con algunos grupos de Rock indie. Tienen cierta cadencia y oscuridad
que lejos de hacer lejana la identificación la hacen más cercana... Con
matices.
Un abrazo Antifaz. Muchos
saludos.
Ciudadano del Mundo
Sep 14, 2010 (8:14 pm)
Dos mundos, que se unen a
través de una ventana, antagónicos, y que representa la realidad exterior e
interior del personaje.
Una vía de escape a la
rutina gris a través de esa ventana dibujada, un mundo que comienza tomar vida,
que lo reclama que le exige la finalización de sus sueños...casi como una voz
interior.
Muy buen cuento Antifaz.
manola vazquez lopez
Sep 15, 2010 (5:57 pm)
Ya lo había leído, pero
volverlo a leer con más calma me ha dejado aún más impresionada de como dibujas
las escenas con palabras, y esa ventana abierta hacia el campo donde el
recuerda su niñez, todo un cuadro has dibujado aquí magistralmente con las
letras.
Poesiacarnivora
Sep 15, 2010 (9:18 pm)
Un cuento excelente, que
separo en dos momentos. Uno el que refiere al mundo real que rodea la
personaje, con los sonidos, olores y necesidades propias de esa realidad,
ladridos, el grito de una madre llamando al rezagado, calles, hambre que se
mitiga…etc.
Un ambiente que el lector
conoce, y reconoce. Al cual no es difícil adaptarse.
Un segundo momento, que
comienza de apoco, justo luego de satisfacer las necesidades materiales, el
hambre…comienza el proceso de satisfacer las necesidades internas, esas que lo
proyectan en ese cuadro-ventana que va apareciendo de apoco, casi de forma
mágica a medida que la luz de la bombilla va descubriendo el dibujo.
Hay palabras que diría
claves en esta parte: “casita de sus sueños” “un cielo azul donde todo es
posible”” La bandera de la vida se izaba” (metáfora muy poética por cierto, que
hace referencia a ese hilo de uno que quizás salga de la chimenea de la casa y
que muestra vida, calidez en su interior) “la niña que siempre jugaba en su
cara.”…
Este párrafo está muy bien
elaborado, la voz de la niña que interrumpe con sus preguntas al artista que
busca evadirse. La vida que desea está siendo pintada como un ritual, que
terminado alcanzara su objetivo. El realismo mágico se pone de manifiesto en
esta parte del relato donde dos mundos antagónicos se unen.
Esa es otra cosa que
resaltar del texto pues es lo que le da énfasis a la narración, lo antagónico
de los dos mundos o planos, el real y el de la pintura que el autor describe y
trasmite bien, enfrentándolos de forma precisa que el lector desea que el
personaje termine la pintura
El final perfecto, abierto
donde el lector queda a la espera de una nueva noche en ese mundo que abra las
puertas o mejor dicho las ventanas a ese submundo fantástico donde todo se
resume perfecto.
Excelente narración
compañero, que disfruté y vivencié.
Azucena
Sep 18, 2010 (1:38 pm)
Ya lo han dicho todo.
Excelente relato,
perfecto.
Xanino
Sep 19, 2010 (10:01 am)
Yo tengo que madurar este
relato, me hace pensar, debo estructurarlo, lo volveré a leer con calma.
Sé que eres un gran
escritor, amigo antifaz. Un abrazo.
Nomade
Sep 19, 2010 (10:23 am)
Bien se podría llamar este
relato: Escape.
Así lo sentí, un hombre
alienado por la sociedad que lo rodea, por el asfalto, se escapa, huye se
evade, a través de su arte.
Buen cuento Antifaz.
Sagid
Sep 21, 2010 (12:35 am)
Estupendo relato y
magistral la manera en que dibujas en la imaginación del lector la escena, es
simplemente impecable y sublime...
Hay una frase que me quedo
para reflexionar porque es de las que golpean fuerte cuando se siente mas que
leerse una obra como la tuya....
Hay cosas que sólo pueden
vivirse.
Gracias por estar aquí.
Comentarios
en Escribe Ya:
marquesita
10/09/10
(04:08)
Es magistral como vamos
descubriendo las escenas a través de tus letras, pintas el cuadro tan bien que
es como ver pasar las cosas como si de una película se tratase, me recordaste
esas buhardillas de un París bohemio a orillas de un Sena melancólico, aunque
lo de los obreros y esa muerte industrial me llevó hacia un Berlín de los años
de decadencia, pero es indescriptible como dibujas un pintor intentando
sobrevivir a todo, hasta a sus más lejanos recuerdos, y en esa ventana
imaginaria hacia el campo él sueña y dibuja su niñez jamás olvidada. Maestro,
me quito el sombrero y grito Chapeau, que diría un francés al leer este sublime
cuento, lo has narrado de lo mejor.
carnajoy
10/09/10
(10:27)
Está chulo; D
Oscarhugo
10/09/10
(16:57)
Una ventana al cielo,
contemplar las estrellas, el firmamento, siempre es buen escape para la triste
realidad que nos rodea.
mayca
10/09/10
(23:08)
¡¡¡Hermoso amigo!!!
Recorrí junto con tu protagonista todos sus recuerdos y su vivir, me senté en
el hogar donde ella lo espera, todo limpio y aseado, y el lejos, haciendo o
tratando de hacer lo que le gusta, pintar, creo que he hecho un bello
recorrido, gracias por dejarme entrar en estas magnificas letras.
Un fuerte abrazo.
Gabriela
El árbol roto
Comentarios
en Letras y Algo Más:
Poesiacarnivora
Oct 27, 2010 (12:41 am)
Compañero, son casi las
4:35, comencé a leer y no pude detenerme hasta el final.
Muchas sensaciones o mejor
dicho m emociones me trasmitió el relato, emociones que fueron evolucionando
con el personaje.
Una narración impecable,
que nos muestra varias vidas entrelazadas, común denominador común: Gabriela.
Un niño que va
aprendiendo, creciendo, madurando junto con la situación y es quien va marcando
de forma magistral el tiempo del relato.
Un comienzo abrupto que
nos introduce de lleno en la acción, un narrador personaje que le da un
carácter más íntimo al relato, haciendo que el lector se comprometa con la
lectura.
La acción o acciones se
van desarrollando con total soltura que hasta el lector lo toma como algo
naturalmente inevitable.
Casi sin descripciones,
con detalles mínimos pero claros que permiten que quien lo lea acomode el
relato, coincidiendo perfectamente con la narración.
Un final, que no se puede
clasificar de abierto, pues sabemos ya desde el principio cual es, sólo nos
deja un pequeño margen para imaginar a Gabriela caminando hacia su árbol.
Excelente Antifaz, y con
mucho más para decir, pero debido a la hora, ya casi ni veo las teclas, (además
que debo dejar preparada algunas cosas para mañana).
Si me dieran a elegir
entre todas tus producciones, me es difícil, pero sin duda este relato ocuparía
uno de los primeros lugares.
Que las hadas te
acompañen.
Fobio
Oct 27, 2010 (10:57)
Un excelente relato,
Antifaz. Excelente de verdad. Al contrario de Poe, yo lo lei fresquito en la
mitad del día y si hay algo para agregar, es que, en mi caso, me quede con las
ganas de que hubiese podido ser un poquitito más extenso. Un verdadero placer
leerlo. Saludos,
José.
Mateo
Oct 27, 2010 (11:09 am)
Todo el relato me gustó y
me conmovió, y hasta me la imaginé a Gabriela. Pero hay algunas oraciones que
me dejan pensando, que me sacudieron:
“Porque mi memoria nació
con ella y porque no hubo una tumba para que se fuera.”
Acá, porque me muestra
como la vida del chico está condicionada a Gabriela. Ella está de antes, y la
vida de él comienza cuando su memoria comienza a registrar a Gabriela. Hay casi
como una eternización de Gabriela, no hay un lugar a dónde acudir, siempre está
en la memoria.
Me anticipas el desenlace,
pero también me despierta curiosidad.
“…el árbol genealógico de
mi madre y la conducta social de mi padre.” Acá me das antecedentes que bien
podría asociar con la problemática física de Gabriela, pero por el contrario,
la asocio con todo el ambiente familiar, con la situación que hay en esa
familia y que el chico empieza a entender.
“Mi salario fue tener
madre.” Esa frase me llegó de sobre manera, tiene mucho, mucho significado y
valor.
“Definitivamente se había
ido, todo lo que podíamos mostrarle lo había visto ya.” Esto no lo entendí
mucho, a no ser que sea un recurso del autor para ir adelantando el final del
cuento. Pero mucho no lo entendí.
El final, creo que el
personaje busca el menos doloroso, el más poético para poder seguir con su
propia vida, que hasta entonces dependía de Gabriela. Si ella desaparece, su
vida también.
Me gustó el cuento, me
entristeció, y por momentos supe disfrutar de una relativa felicidad que se
siente en esos paseos.
Marioes
Oct 27, 2010 (4:48 pm)
No tengo los instrumentos
como para hacer un análisis detallado, mi impresión va como lector.
Una historia, que entra al
lector, donde las emociones fluctúan desde lo enternecedor, a lo doloroso de la
ausencia.
Mucha ausencia, es lo que
sentí al leerlo.
Por otro lado el personaje
muestra cierta desolación al no poder dar fin a esa historia.
Excelente relato, que
cumple con todos los requisitos de un texto literario.
Madelen
Oct 27, 2010 (9:55 pm)
Dos vidas tan antagónicas
y unidas por la misma ausencia.
Excelente cuento o
historia.
Eleonor
Oct 28, 2010 (10:46 am)
Que preciosura de
historia. Encuentro en ella tantos elementos del romanticismo, hay una cierta
melancolía en la voz del narrador, hay una vida tan incierta y misteriosa tanto
para el personaje como para los lectores, tiene imágenes de gran lirismo
poético.
Me gusto, y mucho, conozco
una Gabriela, y más de una vez al verla sonreír mirando a la nada, me pregunto
qué bello lugar estará y hasta me da un poco de envidia no poder estar en el
mismo.
Un final que alude a una
muerte, aunque el autor prefiera hacernos pensar que simplemente Gabriela y ese
árbol están en ese mundo fantástico que ella creo.
Analogía precisa entre
árbol y vida.
Ricardo Cesar Garay
Oct 28, 2010 (8:03 pm)
Bueno, yo lo disfruté; se
lee con un ritmo suave y minucioso donde el autor invita al lector a adentrarse
en la historia para terminar sintiendo sensaciones íntimamente ligadas al
personaje.
Me gustó mucho como está
escrito.
Ojalá pudiera yo trabajar
un texto de esta manera.
Un abrazo.
Nomade
Oct 30, 2010 (6:29 pm)
Me preguntaba al terminar
de leer, por el título.
¿A quién representa
realmente ese árbol roto?, creo que al personaje.
Excelente escrito.
Tenemos entre los que
andan por aquí, una chica que tiene una hermana "Gabriela", y es así,
toda la vida de los demás funciona en torno a ella. Turnos entre los padres
para vigilar en la noche, acomodo de horarios de trabajo o liceo para que
alguien este con ella de continuo, una hermana menor que más de una vez renegó
de esa "Gabriela".
Cada vez que le
preguntamos a ella por su hermana responde igual:Sonrie, todo el tiempo sonríe,
o grita si algo le molesta, eso es todo.
Tu texto me recordó a mi
amiga y su hermana .Muy bien descrito.
Balamlibresinfin
Nov 16, 2010 (9:47 am)
A la gran…!!! No sabía que
podías llegar a ser tan sensible. Muy humano y universal tu texto.
.
Jaime Olate
Nov 16, 2010 (3:01 pm)
No pude evitar lanzar un
"¡Ouh!" al terminar de leer un cuento muy bien hilvanado, con la
inteligencia que da el talento. Un final imprevisto que coronó el relato.
sgrassimeli
Dic 05, 2010 (1:52 pm)
"De alguna manera, mi
hermana siempre ha estado conmigo. Porque mi memoria nació con ella y porque no
hubo una tumba para que se fuera." Con este comienzo, ya el lector se
adentra en un mundo de analogías interesante.
A lo que han dicho, agrego
tal vez que es destacable, además de la narrativa impecable, el contenido
universal y profundo que se despliega en el relato: (ej: "Recién cuando
perdí mi medallita en la calle tuve noción de lo que significaba extraviado. No
es que no existiera, es que yo no sabía adónde... A la desgracia siempre la
habita el fantasma del reproche... Gabriela no se dio por enterada, su mundo
iba con ella. Sólo mi madre se sintió aliviada, como si el haberlo perdido todo
lo simplificara...El campo engaña, las cosas parecen cerca pero no lo están y nunca
hay un destino definido. Era como pasear a un perro grande sin collar de
ahorque... "
Felicitaciones! Un relato
para destacar y recomendar en su lectura. Realmente, un lujo.
Invitado
Dic 05, 2010 (10:34 pm)
Antifaz me fue grato leer
semejante relato, ese árbol y Gabriela eran uno solo, les tocó estar ahí, así,
implacables e impasibles ante el tiempo que no cesa de mostrarnos su tic-tac.
Ahí se encontraron y ahí mismo se disolvieron...
Saludos.
pétalosdeseda
Dic 06, 2010 (2:30 am)
Después de leer el extenso
texto, lo que más me gusta es la riqueza que tiene de palabras, y lo que más me
atrae es su humanidad que se manifiesta a lo largo y ancho y con qué delicadeza
está escrito un tema delicado.
Lleno de sensaciones, y de
gran sentimiento que transmite muy bien y llega.
Mi más sincera enhorabuena
antifaz!! Muy bueno.
¡¡Abrazos de
pétalosdeseda!!
V.Nas
Dic 09, 2010 (7:49 am)
Impecable. Trasmutas nuestras
mentes a los ojos y percepciones de ese hermano, con trazo tan fino y limpio,
que cada uno elabora como propio ese paisaje; circulando por las letras, los
espacios... y ese vacío que produce lo insondable.
Magníficooooooooooooooooooooo.
Muyyyyyyyyyyyyyyyyy
merecido todo reconocimiento.
Un abrazo.
Mariví.
Xanino
Dic 09, 2010 (12:35 pm)
Profundamente entrañable,
amigo antifaz. Me ha absorbido su lectura. Yo la califico como una hermosa y
desgarradora prosa poética. ¡Enhorabuena!
MAGDA.
Comentarios
en Escribe Ya:
marquesita
27/10/10
(19:39)
Acabo de llegar de la
parroquia, cansada pero ¡zas! me encuentro con tu relato y no he podido dejar
de leerlo, no se si entiendo muy bien lo que quieres decirnos, pero dibujas la
trama tan bien que es como meterse de lleno en ella, Gabriela es el centro de
la vida de un niño que ya nació con su hermana a cuestas, ella ya estaba allí,
y empezó a vivir con ella y creciendo con ella girando en torno a ella, al leer
en el principio esto:
"Porque mi memoria
nació con ella y porque no hubo una tumba para que se fuera"
No quiero ser pretenciosa
pero me imaginé un final así más o menos, poco a poco voy entendiendo tus
relatos y sabes que siempre me gusta leerlos aunque a veces tenga que releerlos
varias veces, este me sedujo como si del mejor poema rimado se tratase y puedo
decir con mi humilde entender que es inmejorable.
mayca
27/10/10
(20:28)
Federico, qué belleza de
relato, dentro de un contexto triste pero a la vez tranquilo. El muchacho se
acostumbró a su hermana, como a una silla, ya no la veía como a un ser humano,
era parte de un todo. Te felicito amigo mío, empiezas y no puedes dejar de leer
y leer y se hace corto, muy corto el escrito. ¡¡¡Me ha encantado!!! Un abrazo.
carnajoy
28/10/10
(10:28)
Bonito relato; D
primopep
28/10/10
(19:51)
Un relato extremadamente
bello, por su tristeza. Has sabido llevar el ritmo de la narración de forma la
forma adecuada. Lentamente el lector se sumerge en la historia y lo transportas
hasta su desenlace.
Mis felicitaciones por tan
buen trabajo. Lo leí de un tirón, no pude despegar la vista de él, creo que eso
lo resume todo.
inocencio_REX
08/11/10
(04:39)
Precioso relato. Como con
la voz cansina del primer Truman Capote, y magníficamente escrito.
Jack_in_the_box
09/01/11
(15:49)
Como dicen en mi tierra:
Chapó.
Muriel_542
10/01/11
(04:26)
Hola!!!! Después de un
tiempo... he vuelto... Mis deseos de un lindo 2011 en lo personal y en lo
literario. Sigue escribiendo esas historias tan interesantes. Hasta pronto
amigo!!!!!
Lala
09/05/11
(01:53)
Una narración hermosa.
Saludos amigo poeta desde Chile.
sigo_aqui
25/06/11
(22:04)
Sin palabras, me sumergí
sin darme cuenta. Bello realmente, felicitaciones amigo.
FR4